Javier González de Durana
Santa Cruz es el Bilbao paralelo de mis afectos, mi otra ciudad en Tenerife. Sin nada que ver en lo geográfico y lo climatológico, entre Santa Cruz y Bilbao hay muchas diferencias que no resultan obvias de entrada. La conurbación Santa Cruz-La Laguna supera el medio millón de habitantes, así que en eso nos parecemos, pero casi nada más es igual. Podría decirse que las dos ciudades son contrapunto la una para la otra. La capital tinerfeña hoy se aquieta en una provinciana calma chicha que pone nerviosos a los que procedemos de otras latitudes, de ciudades más inquietas y vivaces. Sin embargo, esto no fue siempre así. En los años 30 Santa Cruz se convirtió en una de las capitales mundiales del arte y allí tuvo lugar en 1935 la celebración de la III Exposición Internacional Surrealista, bendecida con la presencia de André Breton y Benjamin Péret. Unos años 30 que vieron cómo en esa ciudad se publicaba una revista marcadamente vanguardista como Gaceta de Arte (1932-36) y que la arquitectura local adoptaba con fervor el racionalismo puro para las acomodadas viviendas de la burguesía local.
Uno de aquellos arquitectos que evolucionaron del regionalismo canario al racionalismo internacional fue José Enrique Marrero Regalado, una especie de Ricardo Bastida para Tenerife. En los años 20 Marrero ingresó en la compañía de Ferrocarriles del Norte de España y, destinado a Bilbao, fue autor en 1927 de uno de tantos proyectos de remodelación de la Estación de Abando que quedó sin ejecutar. Lo que sí llevó a cabo fueron los diseños de las estaciones de tren de la línea Bilbao-Orduña (1928). Esas estaciones de estilo tan vasco, desde el culto neomedievalismo de la de Llodio hasta las evocaciones del caserío en las de Arrigorriaga y Amurrio, fueron ideadas por este arquitecto tinerfeño. Además, también diseñó casas de viviendas en Bilbao (Dr. Areilza 25-29, 1930-31) y Santander (“Edificio Siboney”, Paseo de Castelar 7-13, 1931-32) en unión del ingeniero bilbaíno Francisco Montero. Tras el ejercicio de estricto racionalismo desplegado en la capital cántabra, Marrero regresó a Tenerife y predicó este estilo al que se sumaron muchos de sus colegas locales. Marrero también se encargó de la mariana basílica de la Candelaria en los mismos años que en Oñate se levantaba el nuevo templo a la Virgen de Aránzazu. Todo lo que salió bien en la montaña guipuzcoana (a pesar de las dificultades) salió torcido en la costa oriental de la isla volcánica. Sáenz Oiza y Laorga eran aún bastante jóvenes, Marrero, por el contrario, muy mayor ya.
Con la llegada del franquismo aquel espíritu vanguardista quedó sepultado y sólo se mantuvieron vivos algunos rescoldos en las casas del escritor Domingo Pérez Minik y del matrimonio Eduardo Westerdahl / Maud Bonneaud (anteriormente casada con el pintor Óscar Domínguez), unos rescoldos que se encendieron de nuevo a partir de los años 50 y 60. Parte de esos fuegos latentes prendieron en la arquitectura y probablemente en quienes sus efectos se hicieron más visibles fue en el equipo formado por Javier Díaz-Llanos y Vicente Saavedra, un tándem imprescindible en la historia de la arquitectura contemporánea de Canarias y a los que durante todo el verano y hasta el pasado 8 de octubre TEA Tenerife Espacio de las Artes dedicó una exposición retrospectiva sobre sus 50 años de trabajo.
Titulados en 1960 en Madrid y Barcelona, respectivamente, su obra es considerada como la expresión local del brutalismo, pero la importancia que para Tenerife ha tenido la labor de estos profesionales excede la simple adscripción a un movimiento o tendencia. Su absoluto compromiso con la modernidad y el extraordinario rigor constructivo que han caracterizado su trabajo dieron como resultado un conjunto de edificios emblemáticos reconocidos como hitos en la arquitectura canaria contemporánea.
En Madrid Javier tuvo las influencias de Alejandro de la Sota, Fernández Alba y Rafael Leoz, bajo los referentes de Mies van der Rohe, Alvar Aalto y Le Corbusier. Trabajó en el estudio de Antonio Vázquez de Castro (autor del influyente poblado dirigido de Caño Roto, 1957, junto con José Luis Iñiguez de Onzoño) y conoció, a través de una beca de verano, la arquitectura danesa, de Arne Jacobsen a Jorn Utzon. Por su parte, Vicente colaboró en Barcelona en el estudio de Xavier Busquets Sindreu, quien ganó el concurso de la sede del Colegio de Arquitectos de Barcelona (1957-62), en cuya obra el joven arquitecto tinerfeño colaboraría.
Canarias en los 60 inició un ciclo económico expansivo, apoyado en el turismo, el comercio y la agricultura de exportación. En la arquitectura de Tenerife, ya Luis Cabrera y Rubens Henríquez se anticiparon al oponerse con actitudes modernizantes a la arquitectura de posguerra. Javier y Vicente colaboraron con ambos en dos iniciativas clave. Con Rubens Henríquez en el Concurso Internacional de Ordenación Turística de Maspalomas, 1961, desarrollado en el sur de Gran Canaria sobre un ámbito de 2.000 hectáreas, obtuvieron un accésit y orientó su trayectoria. Con Luis Cabrera trabajaron en el desarrollo de la ciudad turística de Ten-Bel, durante el periodo 62-75, en donde recogieron la experiencia de las viviendas modulares españolas, el funcionalismo escandinavo de Utzon aplicado a la urbanización Kingohusene en Helsingor, 1957-58, y las arquitecturas del sol de Georges Candilis, Alexis Josic y Shadrach Woods concebidas para Toulouse-Le Mirail, 1961, así como las directrices teóricas de los CIAM y la propuesta de Alison & Peter Smithson para Berlin-Hauptstadt, 1958.

La manera en la que utilizaron el hormigón armado como elemento visible de las estructuras y el acabado de sus edificios supera cualquier comparación que pueda hacerse con otros colegas. La fuerza y contundencia de ese material alcanzó en sus manos ligereza y poesía, no sólo simple aspecto de modernidad. Sus construcciones fueron ejemplo de excelente diseño, buen oficio y sensibilidad hacia el entorno. Las geometrías angulares repetitivas sobre las que permanecen las huellas de los moldes de madera que se emplearon para dar forma al material manifiestan ritmos que no cansan, con sutiles cambios y texturas ricas en matices. Su estrategia para afrontar los encargos desde el método -y no desde el estilo- les permitió desarrollar una obra amplia y de gran calidad, en la que puede reconocerse el saber hacer de quienes son capaces de resolver brillantemente trabajos de muy diferente tipología y escala. Todo ello ha hecho de su trayectoria profesional un referente para generaciones posteriores de arquitectos, consolidando una manera de hacer que bien podría denominarse Escuela de Tenerife.

A partir de presupuestos adelantados por Le Corbusier en los proyectos de viviendas para Neully sur Seine y las Maisons Jaoule, el brutalismo se desarrolló en Inglaterra asociado a utopías sociales igualitaristas, objetivos que nunca lograron alcanzar, a pesar de las tentativas del primer James Stirling y de Denys Lasdum. No obstante, en Tenerife las urbanizaciones diseñadas para las vacaciones por Diaz-Llanos y Saavedra fueron quizás el resultado que más cerca estuvo de conseguir ese objetivo, al menos durante unas cuantas semanas al año, uniendo el escenario paradisiaco a un mini-urbanismo moderno, en cierto modo conectado con lo vernáculo local, en donde nadie era más ni menos que cualquier otra persona. Las urbanizaciones de Ten-Bel, en la Costa del Silencio, un lugar semi-desértico al Sur de Tenerife, como las denominadas Carabela, Drago, Eureka, Frontera, Géminis y otras (Santa Ana y Santa María, junto con Luis Cabrera) fueron idealizaciones -casi utopías- perfectamente materializadas en base a un desarrollo modular con el que se buscaba la más amplia diversidad formal al superar la monotonía repetitiva a partir de una estructura de base muy racional: la cuadrícula. Encontraron inspiración en la arquitectura popular de las islas y en el mediterranismo de Josep Luis Sert. La superposición de volúmenes cúbicos y prismáticos dan lugar a que sus edificios construyan paisajes formados por espacios y niveles escalonados.
Con Louis I. Kahn como referente, Diaz-Llanos y Saavedra defendieron «la necesidad” como generador de la forma y la forma como generadora de la función… Así, la forma nace asociada al material, a sus capacidades expresivas y estructurales, a su resistencia contra la gravedad y su sistema constructivo, mientras la densidad matérica, la vibración entre materiales, su ensamblaje y junta, y el valor de lo artesanal en el diseño refrendan un acercamiento empírico, concreto y sensible a lo habitacional. Federico García Barba, la persona que mejor analizó la obra de estos dos arquitectos («La poética artesanal del hormigón», en BASA, nº 10, julio de 1989, pp. 44-61), escribió que «el tratamiento generalizado de las masas de hormigón armado como volúmenes independientes, la enfatización horizontal de los elementos estructurales donde los remates de forjado sirven de marco al desarrollo competitivo libre y con ritmo variable de los huecos de iluminación, la prefabricación de los elementos de corrimiento mediante módulos verticales muy ligeros, el tratamiento escultórico de los sistemas de circulación vertical como contrapunto formal que ofrece un balance a la composición general de los edificios, el concepto de arquitectura en expansión, etc., son rasgos formales (…) fervientemente asumidos por Saavedra y D. Llanos como muestra de su admiración hacia la alta calidad de esa arquitectura«.

La inquietud y perspectiva interdisciplinar de ambos arquitectos los llevó a participar muy activamente en los movimientos para la integración de las artes plásticas con los que se inició una nueva etapa cultural que, recuperando el espíritu universalista de las vanguardias de los años 30, logró entre otros acontecimientos relevantes la memorable Exposición de Esculturas en la Calle de 1974 en Santa Cruz de Tenerife para la que contaron con la participación de Henry Moore, Ossip Zadkine, Joan Miró, Marino Marini, Alexander Calder, Pablo Gargallo y Alberto Sánchez, entre otros muchos, junto a nuestros cercanos Remigio Mendiburu, Néstor Basterretxea y Ricardo Ugarte.
La exposición presentada en TEA sobre los 50 años de trayectoria profesional de Díaz-Llanos y Saavedra ha sido la mejor exposición de arquitectura que he visitado en los últimos tiempos. Más de 300 obras originales (no reproducciones), perfectamente enmarcadas, complementadas con fotografías históricas y actuales más esculturas y pinturas de aquellos artistas con los que trabajaron (Martín Chirino, Pepe Abad, Manolo Millares, José Guinovart…) permiten conocer en profundidad un momento dorado de la arquitectura en la isla. Sus comisarios, José Manuel Rodríguez Peña y Rafael Escobedo de la Riva, arquitectos, han sabido poner el énfasis y la elocuencia en las obras más significativas, sobre todo Ten-Bel y la sede de Colegio de Arquitectos de Tenerife (una joya superlativa), pero sin dejar de mostrar con dibujos, apuntes y maquetas todo un amplio repertorio de tipologías constructivas, y que van desde capillas fuertemente influidas por Ronchamp hasta elevadas torres de contenida organicidad, pasando por medidos expedientes aaltianos.
La exposición Materia contemporánea se estructuró en cinco ámbitos: “Viviendas individuales”, “Viviendas colectivas”, “Equipamientos”, “Ten-Bel” y “Obra no construida”. Las piezas que conformaron esta muestra, exhibidas por primera vez, pertenecen en su mayoría a los archivos profesionales (y también personales) de los propios arquitectos. Un ejemplo a imitar, un comisariado modélico en exposiciones de arquitectura.

Post scriptum, 6 de Julio de 2020. Es un motivo de enorme satisfacción para mí informar desde este blog que los arquitectos Javier Díaz-Llanos y Vicente Saavedra van a recibir la Medalla de Oro de Tenerife, establecida por el Cabildo Insular de la isla, como reconocimiento a la extraordinaria aportación que su trabajo representa para la cultura arquitectónica de Canarias y, en especial, de Tenerife. La satisfacción es doble para mi porque la solicitud elevada al Pleno del Cabildo para el otorgamiento de dicha Medalla y presentada por el portavoz del grupo político Coalición Canaria-Partido Nacionalista Canario, Carlos Alonso, establece su argumentación a partir de varios párrafos extraídos de esta entrada en el blog ArquiLecturA. Un honor.
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