Ramiro Tapia, muralista en el cine Capitol

/ Javier González de Durana /

Acabo de saber que el pasado 11 de febrero falleció en Salamanca el pintor Ramiro Tapia, a los 93 años. Fue el autor de un enorme mural -70 metros cuadrados de superficie- en el vestíbulo del cine Capitol, en Bilbao, inaugurado el 6 de abril de 1958, Domingo de Resurrección, con el estreno de la película musical Ellos y ellas (Guys and Dolls, 1955), de Joseph L. Mankiewicz. Tanto el cine como el edificio que lo acogía formaban parte de un proyecto diseñado por el arquitecto zarauztarra José Luis Sanz-Magallón con la ayuda del entonces joven Álvaro Libano. Tapia había abandonado pocos años antes los estudios de arquitectura para dedicarse a la pintura y el diseño textil, un abandono que a continuación seguiría el propio Sanz-Magallón para entregarse también a la pintura. Los adjetivos usados por la prensa bilbaína para describir el nuevo local estaban en la línea de «espléndido», «digno de Bilbao», «modernísimo», «elegante y confortable sala», destacándose «la riqueza de materiales», «su doble vestíbulo, en la planta baja y primer piso», «un jardín interior bajo la escalera», las «figuras vitrificadas con plástico» y «la iluminación». La importancia arquitectónica del Capitol fue perfectamente estudiada por Bernardo I. García de la Torre en su libro Arquitectura para el cine en Bilbao, que en su día comentamos aquí.

A la inauguración de la sala de cine asistieron las primeras autoridades civiles, militares y religiosas de Bilbao. El alcalde, Joaquín de Zuazagoitia, pronunció un breve, pero «ameno y enjundioso», discurso acerca de la importancia artística del cine en sociedades modernas como la ciudad que él dirigía, la cual, con éste, pasaba a disponer de 28 establecimientos. Eran tiempos en que importaba el número de cines y no el de turistas. La crítica cinematográfica estuvo de acuerdo en que la calidad del envoltorio (el local) era muy superior a la calidad del contenido mostrado para inaugurarlo (la película).

Mural La Ría, de Ramiro Tapia, en el cine Capitol. Estaba situado junto a la escalera exenta que por el costado izquierdo del vestíbulo comunicaba éste con el vestíbulo del piso superior, en donde había otro mural de Tapia, de 180 x 1000 cm, del que por desgracia -que yo sepa- no se conservan imágenes. Ambos murales desaparecieron no recuerdo bien si en 1983 a causa de las inundaciones por el desbordamiento de las aguas de, precisamente, la ría o si fue por su reconversión en cuatro mini-cines en 1992.

En un radio 500 metros alrededor de la casa mis padres había diez cines y fue precisamente dentro de ese perímetro donde se instaló el Capitol. Yo era muy pequeño cuando se inauguró, así que a pesar de la proximidad no recuerdo nada de aquel día que, sin duda, debió de ser memorable por la abstracta geometría que insertaba el edificio de Sanz-Magallón en un entorno urbano caracterizado por inmuebles de finales del siglo XIX, esto es, balcones y miradores. Disponía de 1710 asientos y el precio de las entradas, tanto para el patio de butacas como para «gallinero», era el más caro de todos los cines que había entonces en la ciudad. Sin embargo, pagar el precio valía la pena porque el interior era espléndido y dolía menos que la película pudiera defraudarte. Como se dice ahora de algunos restaurantes pretenciosos, no ibas sólo a ver una película, sino a disfrutar una experiencia, sólo que entonces no te dabas cuenta. Frente a otros cines de estreno importantes construidos durante la década anterior, elegantes, pero oscuros y pesados, el Capitol ofrecía una amplitud, unos espacios y un colorido netamente modernos. Entrabas en él y sabías que penetrabas en otra época, en un tiempo nuevo, otra dimensión. El interior de la sala, curiosamente asimétrica en su planta, tenía pegada al muro del costado derecho una larga escalera, en desarrollo curvo y ensanchamiento creciente según bajaba, que permitía comunicar la zona de arriba con la del patio de butacas. Tenía una elegancia hollywoodiense y si Audrey Hepburn vestida por Hubert de Givenchy hubiese descendido por sus escalones cualquiera habría encontrado este hecho de lo más natural.

Muchos años después me hice consciente de que en este local fue donde por primera vez me llamó la atención, sentí interés y curiosidad hacia la relación entre arquitectura y arte, a su convivencia. Mis padres me llevaban al Museo de Bellas Artes las mañanas de domingo, pero por las tardes mis hermanas mayores lo hacían al Capitol y a otras salas de cine. Así creo que empezó todo…

Ramiro Tapia había nacido en Santander y se trasladó pronto a vivir en Madrid. Tras abandonar los estudios de arquitectura en 1953 y empezar sus primeros pasos como artista, fue fichado por el bilbaíno Guillermo (Willi) Wakonigg para elaborar diseños destinados a tejidos que vendía en Gastón y Daniela, su histórico comercio de las Siete Calles. El encuentro entre Tapia y Wakonigg se produjo tras abrir el comerciante una delegación de su negocio en Madrid en 1955. Tapia ganó un premio en el concurso de bocetos para telas estampadas a mano convocado por Gastón y Daniela; Wakonigg hizo una exposición en un local contiguo a su establecimiento, lo decoró y tapizó con todas las telas realizadas con los bocetos y los premios de los pintores. Contrató como encargada a Elena Santonja, a la que vistió con el modelo confeccionado con un tejido de Tapia titulada Pájaros

En 1956 Ramiro Tapia vino a Bilbao reclamado por Wakonigg para ocupar el cargo de Director Artístico de la empresa Ceplástica y, de paso, trabajar para Gastón y Daniela. Uno de los ejecutivos de Ceplástica, José Gangoiti, estaba casado con una hermana de Wakonigg. Ceplástica tenía la patente de Formica y con este material se hizo el mural plastificado del cine Capitol. Escribí sobre esta empresa aquí hace algún tiempo. A partir de entonces Tapia realizó varios murales más, para la Feria de Muestras bilbaína, para Ceplástica en sus instalaciones de Ariz-Basauri, para Distiplás en Madrid, para la sala de fiestas Las Vegas en Barcelona, para el portal del inmueble 32 en la calle General Moscardó (hoy Edgar Neville) en Madrid y para otros establecimientos. Tapia dejó Bilbao en 1961, el clima húmedo no le convenía, trasladándose a vivir a una finca rural de Salamanca.

Tres fragmentos del mural realizado por Ramiro Tapia para el cine Capitol.

El mural consistía en una representación idealizada del curso bajo del Nervión, desde Bilbao hasta su desembocadura. La sugerencia de tema debió de venir de los promotores del cine (Alejandro Beitia y Julián Reyzábal, presidente y consejero delegado de Comercial Cinematográfica S. A.), dada la cercanía de la propia ría. Tapia había realizado con anterioridad algunos paisajes muy esquemáticos con elementos geometrizados y vivos colores, pero nada de semejante envergadura. La visión de ese territorio mostraba aspectos característicos de ese entorno, como fábricas y agrupaciones de casas al borde del curso fluvial, barcos de varias épocas, obreros junto a chimeneas, grúas y ruedas, las estructuras verticales del Puente Colgante…, pero también montes, huertas, praderas, árboles… bajo dos seres entre fabulosos y angélicos, todo ello resuelto con un carácter naif y onírico. El resultado final del conjunto iba más allá de lo que representaba cada elemento concreto para terminar ofreciendo un mundo surgido de la imaginación, lejos del realismo. La poesía del sueño estallaba en microescenas locales, quizás al recuerdo de algunos relatos de la infancia, temas míticos, legendarios, que se confabulaban para metamorfosear la realidad. 

Ocho fragmentos del mural realizado por Ramiro Tapia para el cine Capitol.

Tres reyes magos, felicitación de Navidad del año 1956 para Ceplástica.

3 comentarios sobre “Ramiro Tapia, muralista en el cine Capitol

  1. Gracias, Javier, por ampliar mi conocimiento sobre Ramiro Tapia, del cual, la única referencia que tenía era la de los murales para nuestro querido Cine Capitol. Saludos.

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  2. Del otro mural de Tapia, de 180 x 1000 cm, afortunadamente sí quedan imágenes en la película “El amor de ahora”, (1986) del director Ernesto del Río. El cineasta rodó una secuencia entera desde el piso superior hasta el vestíbulo, dejando amplia huella de todo el trabajo del muralista. Saludos

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    1. Muchas gracias, María José. Lo desconocía y me alegra saber que de ese mural queda constancia visual en la película de Ernesto del Río. Voy a intentar localizar el fotograma en el que se vea bien. Si lo consigo lo subiré a la entrada del blog. La fecha de la película resuelve otra duda: no fueron con las inundaciones cuando desaparecieron los murales, sino con su reconversión en mini-cines.

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