Javier González de Durana
Utilizados inicialmente como materiales aislantes eléctricos en la década de 1890, los laminados fueron una de las primeras formas de plástico aplicadas a productos de construcción. General Electric y Westinghouse basaron la fabricación de sus electrodomésticos en este material, pero pronto comenzaron a proporcionar laminados plásticos para usos arquitectónicos.
A mediados del siglo XX, el uso del vinilo -específicamente, el PVC o cloruro de polivinilo- en materiales de construcción se disparó cuando los fabricantes recubrieron pisos y revestimientos de paredes con derivados plásticos. Otra expansión llegó al mercado cuando los científicos de materiales reforzaron el plástico con hilos de fibra de vidrio, creando la fibra de vidrio. Los paneles translúcidos también capturaron el mercado, encontrando un uso generalizado en aplicaciones residenciales y comerciales.
Sin embargo, entre nosotros su uso tardó algún tiempo en generalizarse: «Durante los últimos años, y principalmente como resultado de las necesidades de la industria, se ha investigado profundamente en el campo de los cuerpos no cristalinos, y se ha conseguido sintetizar una serie de nuevos productos de características revolucionarias, que se han llamado materiales plásticos. Esta rama de la química, que está en sus primeros pasos, promete ser de una riqueza asombrosa, puesto que las combinaciones entre propiedades de los productos obtenidos son innumerables, ya que estos materiales se prestan extraordinariamente bien a los procesos industriales modernos.
Es curioso notar que la industria de la construcción no ha aceptado inmediatamente estas innovaciones, sino que, en los países donde más se han difundido, los constructores han tardado años en utilizarlas. Este retraso puede explicarse como resultado de la falta de información o un exceso de prudencia por parte de los proyectistas de obras arquitectónicas, o atribuirlo a que los fabricantes de materiales plásticos no han captado, hasta tarde, las posibilidades de sus productos en la construcción. En cualquiera de los casos, refleja la existencia de un fallo, que la utilización de los materiales plásticos está remediando al despertar en el proyectista la curiosidad y la imaginación para el empleo de materiales nuevos de origen industrial (…). No quiero decir con esto que estamos entrando en una era del plástico. Como todos los materiales, éste también tiene sus limitaciones. Pero lo que sí creo es que, empleado con imaginación y conocimiento, nos proporcionarán soluciones interesantes para un gran número de problemas«.
Así decía un artículo titulado «Los plásticos y la construcción», abril de 1955 (nº 160), en las páginas de la más importante revista de arquitectura existente en España. Mientras tanto, el plástico inundaba con centenares de objetos los países más desarrollados que el nuestro, en particular, Estados Unidos, no ya sólo con materiales de construcción para casas, sino las habitaciones interiores de dichas casas.
A los tres meses de publicadas aquellas reflexiones, la revista LIFE, 1 de agosto de 1955, ofrecía un ejemplo de la saturación plástica que empezaba a colaborar en la felicidad del modo de vida americano moderno. En la página 43 se publicó una singular imagen sobre la nueva forma de vida con un jugoso texto que proclamaba con alegría que así era como se vivía entonces y que, desde luego, las cosas no serían igual en adelante.
«Vida de usar y tirar» (Throwaway Living) prometía un mundo de artículos desechables que reducirían las tareas domésticas. En la imagen se ve una pareja joven que podía encarnar los valores de LIFE, así como su imaginaria hija, saludando este nuevo amanecer con los brazos abiertos mientras los artículos desechables vuelan por el aire: platos y cubiertos, palomitas de maíz en su propio empaque, vasos, bandejas y recipientes de alimentos congelados, bolsas de basura, ceniceros, jarras y botellas… Todos los elementos de la imagen, afirmaban, tardarían 40 horas en limpiarse, «pero ninguna ama de casa necesita molestarse«. Úselo una vez y luego deséchelo, afirmaba. Todos esos objetos llenarían una cocina, como la mostrada en la página 35 (ver en el encabezamiento de este texto), cuyo mobiliario y suelo, por supuesto, eran también de plástico.
Durante bastante tiempo, todo fue jolgorio. No se puede negar que este material revolucionó nuestras vidas, desde la forma en que empaquetamos y almacenamos los alimentos para prolongar su comestibilidad hasta en cómo ha ayudado a la industria de la salud a reducir enfermedades infecciosas o al desarrollo de procedimientos y dispositivos médicos innovadores. Esta, nadie lo duda, fue una maravilla del ingenio y la ciencia.
Pero también traía un problema grave: el plástico es prácticamente indestructible. Todo el plástico que se ha fabricado desde que fue inventado hasta hoy todavía se encuentra a nuestro alrededor (salvo incineración, nefasta para el medio ambiente). Se necesitarán 450 años para que se biodegrade, si es que lo hace porque no lo sabemos, sólo lo suponemos. Así que en 1955, ¿quién lo sabía realmente?
Aquel mismo año de 1955 la empresa Compañía Española de Plásticos S. A., más conocida por Ceplástica, localizada en Galdakao, estaba preparando la producción de Formica, que sacaría al mercado al año siguiente, y cuya licencia de producción había conseguido de su propietario, la estadounidense Formica Corporation. Este producto de plástico estratificado, laminado de alta presión, aislante, fácil de limpiar… iba a ser una estrella del mobiliario y de ciertos aspectos de la construcción y el diseño durante las décadas siguientes.
Ceplástica surgió en 1953 de la unión a partes iguales de varias industrias previas: Firestone Hispania, Sintética S. A. e Iberplástica, estas dos últimas filiales creadas por la Unión Química del Norte de España S. A. (Unquinesa), a su vez fundada por los hermanos Federico y José Lipperheide Henke en 1939, junto con otros socios. Los Lipperheide, además de Unquinesa y Ceplástica, tenían vínculos con otras empresas químicas, como Penibérica y Agra, y, junto con Rafael Guzmán, habían fundado a finales de los años 20 la primera de sus empresas, Refinerías Metalúrgicas, casi una chatarrería en Asúa dedicada, como decía su publicidad, a la «compra de residuos, minerales, desperdicios metálicos, etc.«, los cuales reelaboraba y transformaba.
Para esa Iberplástica fundada en 1948 el arquitecto Ricardo Bastida había proyectado un interesante conjunto de edificios (1948-50) con la finalidad de dedicarlos a la transformación de materiales plásticos, barnices y compuestos de impregnación. En 1956 comenzó la producción de Formica en las instalaciones que hasta entonces habían sido de Iberplástica, así como los siguientes productos: * «Sintafilm», telas plásticas para tapicería, marroquinería, impermeables, mantelería…, * «Sintasol», suelos de plástico; * «Sintamold», balones y pelotas de plástico; * «Glasspack», láminas de PVC rígido sin plastificar para envases y embalajes; * «Glassidur», planchas y tubos de PVC, barnices y aislantes, piezas moldeadas por compresión, inyección -poliestireno, polietileno, plásticos vinílicos y celulósicos- y extrusión -recubrimientos aislantes y protectores de cables-; más tarde vinieron, como laminados a alta presión de tableros industriales, el * “I-Tex”, para productos a base de papel, tejido, amianto y mica, y el * “I-Glass” para vestidos impermeables, recubrimientos de suelo, empaquetado de artículos… Todo ello venía explicado por su abundante y atractiva publicidad. En 1964 la empresa estadounidense Formica Internacional Limited y Ceplastica crearon Formica Española S.A.; era el comienzo de su absorción internacional.


La Formica fue un producto clave en los muebles de cocina europeos durante la posguerra y de los vascos en la época del desarrollismo de los años 60 y 70, época en la que se vivió un notable crecimiento del bienestar entre las clases medias, convirtiendo su laminado en un producto querido por las amas de casa para sus hogares y, en concreto, para las cocinas. Su resistencia al desgaste, lo fácil de su limpieza y mantenimiento, y la posibilidad de ser muy decorativo fue enorme. La publicidad insistía en que lo fabricado con plástico duraría «siempre«, que eran productos «indestructibles«, «eternos«… ahora que el plástico nos ahoga comprendemos los inconvenientes de aquellas cualidades que fueron presentadas como ventajas.
En 2007 Formica España pasó a manos de su actual propietario, el grupo neozelandés Fletcher Building. En medio de fuertes protestas protagonizadas por los trabajadores, las instituciones local y territorial, y la población de Galdakao y Basauri, las instalaciones industriales diseñadas por Bastida cerraron definitivamente en diciembre de 2012 y posteriormente fueron demolidas (excepto el pequeño edificio de administración), lo cual fue lamentado por muchos, incluida la Asociación Vasca del Patrimonio Industrial y Obra Pública (AVPIOP).
The Building Technology Heritage Library dispone de un amplio y fantástico conjunto de catálogos históricos publicados por las industrias del plástico en Estados Unidos que pueden consultarse página a página on line aquí.
Una curiosidad para los cinéfilos de cierta edad: en 1956 el pintor Ramiro Tapia entró a trabajar en Ceplástica como Director Artístico, dando a la empresa una imagen actualizada; desde ese puesto realizó los maravillosos y enormes (70 m2) paneles pintados -con una representación moderna de la ría de Bilbao- para el vestíbulo y las escaleras del no menos maravilloso cine Capitol (obra del arquitecto José Luis Sanz-Magallón), los cuales fueron plastificados en su acabado final por la empresa de Galdakao en 1958. El arte y el plástico empezaban a convivir entre nosotros.
Escaleras del Cine Capitol.
Extraordinario artículo. Grcss. Enviado desde mi smartphone Samsung Galaxy.
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Muchas gracias a ti, Javier. El próximo miércoles 23 pasaré por Lumbreras. Hasta ese día he estado fuera de Bilbao.
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Formidable recorrido de los plásticos domésticos desde Estados Unidos hasta su fabricación local. Este _post_ debería hacernos pensar cómo muchas de las cosas que nos ofrecen «por nuestra comodidad» acaban siendo nuestra condena; en este caso, planetaria.
Sobre las obras desaparecidas de Bastida mejor me callo, porque me cabreo.
Como te dije por otra vía, Javier, los colores del mural de Ramiro Tapia no eran los de las fotos. Eran verdes, azules, ocres, algún amarillo y negro, nada de rosas y violetas. Lo aclaro para que todas aquellas personas que no tuvieron la oportunidad de verlo no se hagan una idea equivocada.
Qué bonito y a la vez extraño era el cine Capitol. Y ahora es una tienda Decathlon, repleta de los plásticos más modernos.
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Gracias por tu comentario, Joseba. Bonito y extraño el Capitol, dices que era. Añadiría más, su escalera interior, adosada en el lateral derecho y que rompía la habitual simetría de las salas de proyección, era de genealogía hollywoodiense y por ella parecía que en cualquier momento podía descender Hedi Lamarr o Carl Lombard. El reloj fluorescente, verde, al pie de la misma y que se mantenía encendido durante as proyecciones, incorporaba una sutil nota espacio-tiempo que atrapaba sin saber -éramos unos niños- porqué. Fue el primer gran cine moderno de Bilbao. ¡Qué lástima tan grande su desaparición!
Le voy a enviar a Ramiro Tapia -aunque muy mayor, aun vive- el post y le preguntaré si los colores que muestran esas fotografías (que he tomado de su página web) son reales o están virados a tonalidades ensuavecidas. Yo recuerdo bien el mural, pero no los colores. ¡Qué cosa!
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No he visto tu respuesta hasta ahora (cosas de WordPress, ya sabes). A ver qué te dice Ramiro Tapia y salimos de dudas, aunque yo tengo muy pocas. También es verdad que los recuerdos suelen ser muy puñeteros y muchas veces nos confunden.
Dos fotos de la escalera interior del cine Capitol (seguro que las conoces y sabes de dónde han salido, pero por si acaso no es así):
https://drive.google.com/file/d/1IG5i5O6emOfuKpAyLwNv8yTmmBLlTK6M/view?usp=sharing
https://drive.google.com/file/d/1hdvVZYWEAnmqoh6wvGZrgENrKtc_l748/view?usp=sharing
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Gracias, Joseba, ya le escribí a Ramiro Tapia, pero aún no me ha contestado. Te contaré cuando lo haga, si lo hace. Magníficas las dos fotos del interior del Capitol, me ha encantado recordar aquel lugar.
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