Juan Daniel Fullaondo y la escritura crítica

/ Javier González de Durana /

En diversas ocasiones he dejado constancia aquí de mi admiración hacia Juan Daniel Fullaondo (Bilbao, 1936-Madrid, 1994), por sus ensayos y labor como editor y director de la revista Nueva Forma. Los textos que escribió han representado una guía luminosa y un modelo de rigor desde mis tiempos de estudiante. En ocasiones sus escritos me resultaban intrincados y oscuros, pero siempre encontraba una frase brillante, un pensamiento revelador que me detenía la lectura en seco para repasar aquella idea asombrosa. Sus ensayos -más tarde lo vi claro- eran como elaboraciones barrocas en las que sombras y luces se conjugaban para conformar un retablo complejo que invitaba a reiterar la mirada -en su caso, la lectura- para, a partir de los elementos luminosos, entrar en zonas más profundas y encontrar, en ellas también, la claridad de sus reflexiones. Bernini y Borrimini, dos de sus arquitectos preferidos, parecían inspirarle para escribir.

Además de arquitecto, Fullaondo era historiador de una calidad que yo no había conocido en la universidad, con un lenguaje propio, una mirada penetrante en la esfera creativa -el diseño y la arquitectura histórica y contemporánea- que a pesar de interesarme mucho me fueron sustraídos durante los estudios académicos y con unos conocimientos sobre literatura y arte de tales dimensiones que dejaban a cualquier estudiante -y a mi, en concreto- sumido en la estupefacción más alucinada, pero también impregnado por el deseo de emulación. Lo cierto es que la vastedad de su saber llegaba a ser, de entrada, incluso intimidante: su tesis doctoral de 1961 se fundamentó en las Relaciones entre la Música y la Arquitectura a través del compositor Arnold Schoenberg. Sorprendente.

La biblioteca de la Delegación del Colegio Oficial de Arquitectos Vasco-Navarro (COAVN) fue en aquellos años 70 un cálido refugio -lo sigue siendo, por fortuna- donde encontrar y leer sus publicaciones hasta que pude empezar a comprarlas. Resultaba problemático acceder a un conjunto abundante de sus ensayos, pues se encontraban diseminados en diversidad de publicaciones y si bien la revista Nueva Forma aglutinó la mayoría de ellos también aquí aparecieron dispersos en multitud de números y hacerse con ellos no era fácil ni barato. De vez en cuando, por medio de algún librero de segunda mano podía acceder a un ejemplar o dos de Nueva Forma y me daba con un canto en los dientes si se trataban de monográficos que me ponían en contacto con los temas que me interesaban más directamente.

En 1972 la editorial Alfaguara publicó un volumen en el que recopilaba decenas de artículos de Fullaondo bajo el título de arte, arquitectura y todo lo demás, dentro una sección llamada «nueva forma / colección de crítica y problemas interpretativos» (con clara aversión hacia las letras mayúsculas). Allí estaban bastantes escritos dados a conocer en Nueva Forma, otros aparecidos en revistas diversas e incluso algunos inéditos. Con esfuerzo económico lo compré y fue mi libro de cabecera durante…. muuuuucho tiempo. Tenía unas breves palabras introductorias del propio Fullaondo y en las solapas se reproducía una presentación de Santiago Amón, otro de mis héroes de entonces.

Sin embargo, claro está, en aquel grueso volumen no estaba todo Fullaondo, ni siquiera todo el anterior a 1972. En 2007 María Teresa Muñoz, arquitecta, profesora en la ETSAM y coautora con Fullaondo de diversos ensayos y conversaciones, publicó una nueva reunión de textos de su colega que dio en llamar Juan Daniel Fullaondo. Escritos críticos, que ahora ve su segunda edición y que se presenta este jueves en la Delegación bilbaína del COAVN, que ha sido, en esta ocasión, co-editora de la publicación junto con ediciones asimétricas. Sirva como muestra del agradecimiento que Bilbao le profesa a este hijo ilustre de la Villa, aunque las autoridades edilicias no se hayan enterado todavía. Ya lo harán algún día en la medida que se merece.

Algún ensayo en esta reedición ya había aparecido en la publicación de 1972, pero no otros y, naturalmente, ninguno de los escritos después de aquel año, aunque sean solamente dos. Si Amón escribió que «Juan Daniel Fullaondo es espíritu humanista, hombre afincado en el suelo firme de la cultura, entendiendo por cultura antes que un bagaje, una actitud: la tensión, la apertura diáfana del espíritu a aquello que es al espíritu es conveniente», ahora Muñoz nos asegura que «es un ensayista marcado por la erudición más que por la pretensión de construir un cuerpo compacto de teoría de la arquitectura que a menudo se ve desbordada de sus límites para adentrarse en otros territorios».

Hay dos aspectos a señalar en esta última publicación. La primera es que los escritos se presentan en estado, digamos, puro, esto es, texto y sólo texto, salvo alguna ilustración. Esto hace que se pierda la manera en que a Fullaondo le gustaba presentarlos. Él no escribía sólo con palabras, sino que lo hacía también con la composición gráfica de cada página, con las ilustraciones que lo acompañaban (también la manera en que estas aparecían), con las diferentes tipografías y tamaños de letra que empleaba y con las frases de poetas y artistas que, a modo de ladillos, incluía junto a sus escritos: James Joyce, Jorge Oteiza, Miguel de Unamuno, Blas de Otero (estos dos últimos en su estudio del urbanismo y la arquitectura de Bilbao), entre otros, les añadían un sentido suplementario sólo con aparecer a su lado, sin necesidad de utilizarlos como apoyo a las ideas que exponía. Sus escritos eran la suma de todo ello, una unidad de lectura y composición visual. Por razones editoriales es imposible o muy complejo reproducir aquello, así que queda lo que puede ser leído. Es más que suficiente.

Si en ello hay una pérdida, existe una ganancia en otro registro: las introducciones que María Teresa Muñoz elabora acerca de cada ensayo. Con brevedad, pero con sopesado criterio, explica el momento y circunstancias en que Fullaondo escribió lo que a continuación se va a leer, «la sensibilidad dominante del momento en que fueron escritos», dice ella. Una contextualización que enfoca al lector y desde nuestro momento presente le predispone a la mejor comprensión de lo que pensaba el arquitecto respecto del asunto que abordó.

Al releer los artículos que había venido publicando a lo largo de una década, Fullaondo decía sentirse «ligeramente desconcertado» porque «el tiempo, las opiniones, transcurren ahora demasiado rápidamente y cuesta, en ocasiones, reconocerse a través de expresiones que uno había ya olvidado», Su desconcierto estaba causado por una conmoción cultural de carácter vertiginoso que incapacitaba para reaccionar con la rapidez de reflejos necesaria para conseguir estructurar aquellas convulsiones con una razonable organización interpretativa. Eso lo dijo en 1972, cuando apenas habían transcurrido unos pocos años tras haberlos escrito. Hoy, sin embargo, medio siglo después los leemos y constatamos la gran riqueza que permanece activa, útil, en ellos, más allá de algunos detalles circunstanciales propios de la época. Por eso es tan pertinente esta segunda edición.

La presentación de este libro tendrá lugar en la Delegación del COAVN en Bizkaia (Alameda de Mazarredo 71) el próximo jueves 14 de marzo, a las 19:00 horas. Le acompañarán Carles Muro y Peio Aguirre.

Retrato de Juan Daniel Fullaondo (© Paco Gómez / Fundació Foto Colectania).

2 comentarios sobre “Juan Daniel Fullaondo y la escritura crítica

  1. Desde muchos años atrás, se dice y se repite que «La arquitectura es música congelada». No es, pues, intimidante el título y el tema de la tesis de Fullaondo. Desde Vitrubio, algunas proporciones musicales han sido adoptadas como criterio de armonía arquitectónica en una u otra época, con más o menos intensidad. Pero la teoría musical es poco conocida en nuestro país, desgracia que nos lleva a valorar mal su utilización en la crítica artística.

    De hecho, todas las teorías del arte que tiendan hacia la fusión de la experiencia incluyen la música de una u otra manera. En español existe obra de Juan Eduardo Cirlot que aplica los principios básicos del serialismo musical de Schoenberg a la creación poética, y con éxito.

    En aquellas fechas de la tesis de Fullaondo, además, existía una idea tomada de la musicología alemana de entreguerras según la cual la estructura de la música representaba la estructura social. En un ambiente de tímidos movimientos antifranquistas, la música de Schoenberg, con su desjerarquización de los sonidos musicales, representaba por tanto la desjerarquización de las clases sociales, y despertaba por ello mucho interés, al menos teórico (luego, al oírla, a lo mejor no tanto, pero entonces apenas se tocaba en público y no había acceso tampoco a su obra teórica más que sabiendo alemán y teniendo mucha formación y posibilidades de comprarla).

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    1. Muchas gracias por tu comentario, Lisa, espléndido comentario. Lo de intimidante se refería al conjunto de sus conocimiento, no sólo al aspecto arquitectónico-musical, y desde luego con lo de intimidante estaba haciendo alusión al joven de 20 años que era yo cuando tuve primera noticia del tema de su tesis, la cual, por cierto, me gustaría conocerla de estar publicada ¿Lo está? Más tarde tuve oportunidad de enterarme de los vínculos entre arquitectura y música a lo largo del tiempo y, en concreto, a mediados del siglo XX. Un saludo.

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