Museo del Calzado, en Waalwijk (Holanda)

/ Javier González de Durana /

Conjunto arquitectónico del Ayuntamiento de Waalwijk alrededor de la Raadhuisplein en los años 50, antes de que agregaran los pabellones anexos.

Estado actual, al fondo e izquierda asoma el pabellón nuevo, ocupando el espacio de un anterior patio cerrado.

Doy inicio aquí a una serie de artículos -no sé cuántos saldrán, así que no los voy a numerar- sobre museos habilitados más o menos recientemente en edificios históricos, con remodelaciones interiores respetuosas, a los que se ha agregado un inmueble nuevo por necesidad espacial y funcional para acoger colecciones y actividades. En algunas ocasiones los edificios históricos reconvertidos en museos son piezas de épocas antiguas y estilo notable, cuya conservación nadie pone en duda al haberse constituido en señas de identidad de sus respectivas localidades, y en otras ocasiones se trata de inmuebles no tan significativos en edad, materiales y diseño, pero elocuentes, en otro nivel, respecto al momento de su construcción y que ya forman parte de un paisaje urbano consolidado. En paralelo a lo anterior, lo interesante de los ejemplos que mostraré es la manera en que lo reciente y lo histórico se combinan, sin renunciar ninguno a su naturaleza, para crear un cuerpo edificado con una nueva función.

En Bizkaia vamos a ver próximamente dos casos que se aproximarán a esto, la ampliación del Museo de Bellas Artes y la creación en Gernika y Murueta de un equipamiento museístico derivado del Guggenheim bilbaíno en unas aprovechables instalaciones industriales. Conozcamos cómo lo han hecho y están haciendo otros museos -no todos de arte, necesariamente- en diferentes ciudades para, llegado el momento, valorar lo que se realice en nuestro territorio.

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Empiezo con el Museo del Calzado (Schoenenkwartier Museum). Localizado en la antigua casa consistorial (stadhuis) de Waalwijk, este encantador conjunto fue diseñado por Alexander Kropholler. Formado en el ambiente de la Escuela de Arquitectura de la Universidad Técnica de Delft, pero no instruido académicamente en tal Escuela, Kropholler fue en origen un ebanista que pudo desplegar una destacada carrera profesional como arquitecto autodidacta. Tras colaborar con varios estudios en un estilo cercano al Art-Nouveau, a partir de 1913 se especializó en el diseño de iglesias y ayuntamientos. El de Waalwijk fue concebido en 1930, construido entre 1931-32 y ampliado en fases posteriores, la mayor y última de las cuales tuvo lugar en 1980. Inspirándose en la arquitectura doméstica de los Países Bajos, Kropholler creó un estilo en el que la simplicidad y el ladrillo desempeñan un papel central, por un lado, y los contrafuertes y los hastiales escalonados de grandes dimensiones, por otro. Este estilo (característico de la Escuela de Delft) fue adoptado, principalmente, por arquitectos católicos muy tradicionalistas. 

Aunque respetado, Kropholler no suscitaba muchas simpatías entre sus compañeros arquitectos y habitualmente tenía dificultades con clientes que le contrataban. Las opiniones sobre otros arquitectos acostumbraba a expresarlas en términos duros, su afán fanático por la tradición y su aversión hacia la innovación lo llevaron, políticamente, hacia el autoritarismo en los años treinta y a formar parte del pro-nazi Zwart Front. Después de la guerra, los arquitectos del funcionalismo, seguidores de las doctrinas de la Bauhaus, condenaron a Kropholler por colaborar con el nazismo, lo cual le apartó un tanto de la profesión, aunque siguió trabajando. Un personaje ideológicamente detestable, pero con buenas cualidades para el diseño. He considerado importante decir algo sobre la personalidad del autor del edificio en el que se ha actuado museísticamente hoy, pero no siempre lo haré, pues en Kropholler hubo una singularidad ideológica que, en parte, explica su arquitectura. Dejando por completo a un lado lo político y lo caracterológico, fue un arquitecto paralelo y contemporáneo a nuestro Manuel Mª Smith, con otra diferencia: el bilbaíno supo evolucionar hacia el racionalismo.

Como otros ayuntamientos holandeses construidos en los años 20 y 30 del siglo pasado, éste de Waalwijk ilustra el orden social existente y la tradición holandesa a través de composiciones en las que combina lo simétrico con lo asimétrico, incorporando una entrada majestuosa, ornamentación de piedra natural, sobriedad casi románica en el interior, fachadas con ladrillos de gran tamaño, estructura del techo de madera y altos hastiales. Las esculturas de una vaca y un buey de piedra arenisca a ambos lados de la terraza de entrada simbolizan las industrias locales: la ganadería y la industria del cuero. Waalwijk es conocida por ser, precisamente, la ciudad holandesa del cuero y el calzado.

La industria del cuero aplicado al calzado ha sido potente desde hace siglos en esta localidad holandesa.

Voy ya con la intervención realizada por los holandeses de Civic Architects entre los años 2018-22. El Museo del Calzado se fundó en 1954 y estuvo situado en un pequeño edificio de la ciudad al que sólo podían entrar unos pocos visitantes a la vez para ver tan sólo las asombrosas colecciones atesoradas por Antoon Hendriks, un zapatero y profesor de zapatería. En sus nuevos locales el museo es un centro para el conocimiento del diseño, la producción y la moda del calzado, albergando una colección de 12.000 objetos, varias exposiciones permanentes, un centro de conocimiento con biblioteca para lectura, estudio e investigación, espacio para talleres y auditorio y laboratorios de diseño y creación de prototipos, además de una cafetería. 

Modelo diseñado por JUDITHvanvliet y Amber Ambrose Aurèle, a partir de una idea de Piet Mondrian (2018).

El Museo del Calzado se encuentra en el corazón del centro histórico de la ciudad, en el Raadhuisplein. En el siglo pasado aquí se ubicaba el ayuntamiento, pero con el tiempo devino en un área menos dinámica al desplazarse la administración municipal a otro lugar de la ciudad. El complejo de edificios, protegido por ley desde tiempo atrás, ha sido parcialmente renovado, transformado y ampliado, buscando dar un impulso al viejo centro urbano. Tanto la planificación y el diseño del edificio como su interior apuntan hacia un futuro construido sobre valores del pasado local.

Los granates más oscuros son los edificios originales de Kropholler para el ayuntamiento; tras ellos, en diferentes rosas, ampliaciones realizadas hasta los años 80 en las que se han llevado a cabo las mayores transformaciones interiores; en azul, el cuerpo nuevo, de vidrio y ladrillo, donde antes hubo un patio abierto.

Edifico de oficinas municipales construido en los años 80 tras los edificios originales de Kropholler. La planta baja saliente ha sido eliminada, los muros con ventanas rectangulares tienen ahora grandes ventanales circulares que iluminan las dos plantas superiores. El patio ha sido cubierto para convertirse en un vestíbulo de distribución.

Planta baja.

Primera planta.

Segunda planta.

Cubiertas.

Sección longitudinal.

Los pabellones traseros y laterales son los construidos en tiempos posteriores a Kropholler para servicios municipales, oficinas, despachos… Entre el cuerpo de estos pabellones y los originales existía un patio a cielo abierto. Los pabellones redujeron su ocupación en planta al despojarse de parte del ala de oficinas, se remodelaron por completo en su interior y se abrieron grandes óculos de cinco metros de diámetro para dar paso a la luz y hacer visibles las actividades desde el exterior. El patio fue cubierto y cerrado, convirtiéndose en un amplio vestíbulo-distribuidor. Una pequeña parte de él asoma por encima del edificio histórico y se hace visible desde la plaza delantera, sin resultar contradictorio con lo demás gracias a su contenida modernidad. 

El museo fue diseñado de manera que cada visitante pueda decidir su propio camino y ritmo, sin verse conducido por un itinerario obligado. Las escaleras y rutas hacen posible tomar atajos y pasar sólo por los puntos destacados o recorrer toda la ruta. El tono del conjunto lo marcan materiales familiares como el ladrillo, el acero, el hormigón y la madera, los cuales refuerzan la atmósfera del edificio histórico.

Los ladrillos de gran formato y la mampostería escalonada en diagonal toscamente articulada se inspiran en formas y detalles preexistentes. Al tiempo, se introdujeron notas sutiles de diseño para compensar los vanos muy pequeños y estrictos de Kropholler, como las aberturas de ladrillo completamente redondeadas y los ritmos escalonados. Como tal, la adición no es un icono de moda o contradictorio a su entorno, sino un nuevo capítulo en la evolución históricamente estratificada del edificio.

Cuánto se agradecería que localidades como Arnedo (15.000 hab.), en La Rioja (por lo del calzado), o Éibar (27.000 hab.), en Gipuzkoa (por múltiples motivos), se aproximaran mínimamente a este ejemplo de una ciudad holandesa que ronda los 45.000 habitantes.

La parte más noble del antiguo ayuntamiento no ha sido alterada.

A la derecha, pabellón de oficinas de los años 80 al que se le ha sacado el ladrillo y la estructura de hormigón. El muro resultante se ha perforado con grandes vanos circulares. El antiguo patio ahora está cubierto, acristalado a la izquierda y convertido es vestíbulo.

Una de las salas de exposición en la bajocubierta de una sección del ochenteno pabellón de oficinas.

Convivencia de lo histórico y lo actual, sin conflictos; el pabellón acristalado ocupa el espacio que antes fue patio entre los edificios de Kropholler (años 30) y el de oficinas al fondo con cubiertas gemelas muy inclinadas (años 80).

Las imágenes han sido tomadas de las webs de Civic Architects (realizadas por Stijn Bollaert) y del propio museo.

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