/ Javier González de Durana /

El pasado domingo, 12 de febrero, el diario EL PAIS publicó dentro de su suplemento Negocios otro suplemento extra llamado Infraestructuras. El titular de la primera página decía «Pilares para un futuro incierto» con la siguiente avanzadilla: «A pesar de los nubarrones económicos que no acaban de despejar el horizonte, este año será clave para las infraestructuras. Avanzan con fuerza los proyectos de ciudades con propósito (sic), los edificios y viviendas adaptados para frenar el cambio climático, y la modernización de obras que contribuyan a la descarbonización». Los artículos interiores insisten en estas ideas apuntadas, a las que se añaden otras como «sostenibilidad», «escala humana», «medioambiente», «energías verdes», etc. En fin, las grandes constructoras se muestran preocupadas porque temen no ganar suficiente dinero y reclaman «obras que apuntalen una economía errática».
De los artículos interiores me ha preocupado el que, escrito por Ramiro Varea, anuncia la llegada de «dinero americano para Morón y Rota», debido a la necesidad de reforzar esas bases militares a causa de la guerra en Ucrania, y me ha interesado el que sostiene que «es hora de edificar con (buen) propósito», de Belén Kayser, pues contiene un ladillo titulado «¿Verde para quién?» en el que se asegura que «la rapidez hace que se incurra en malas prácticas. En algunos casos, cercanas a la corrupción», reclamando que «las obras tengan ‘licencia social’, un acuerdo con el territorio». Lo cual estaría muy bien que leyeran el Ayuntamiento y el Obispado de Bilbao.
Este suplemento Infraestructuras consta de dieciséis páginas y lo que más me llamó la atención de ellas, aparte de algunos contenidos, claro, fue que cinco de esas páginas estaban completamente ocupadas por anuncios publicitarios de cinco de las más potentes empresas españolas constructoras de infraestructuras. Con mucha seguridad, el pago de esas páginas publicitarias sirvió para costear los gastos en que incurrió la elaboración de las otras once. Pero no es esto a lo que me quiero referir, sino a lo que esas empresas nos cuentan para que las valoremos positivamente. Siempre me ha parecido interesante el lenguaje literario y visual con el que las grandes empresas intentan convencernos de la bondad de sus actividades. En ocasiones anteriores ya he atendido a este asunto aquí. Vamos a examinar ahora esas imágenes de «nuestras grandes corporaciones» dedicadas a la construcción de infraestructuras. Desconozco si el orden en que aparecen en el suplemento de EL PAIS tiene algún valor, supongo que sí, pues el lector no presta la misma atención al que le salta a la vista en primer lugar que aquel que se le presenta en tercera o cuarta posición. Así que voy a describirlos según el orden en que el suplemento los muestra. Algo común en todos ellos, además de ocupar la página completa, es que aparecen en página impar, es decir, a la derecha, página a la que, inconscientemente, la mirada presta más atención.

En la página 5 se encuentra ACS, Actividades de Construcción y Servicios, con el lema «Construimos un futuro mejor». La empresa presidida por Florentino Pérez muestra la vista aérea de un soleado nudo de carreteras que se entrecruzan a diferentes alturas. Los espacios intermedios aparecen cuidados con extremo mimo, pareciendo casi el green de un campo de golf, con lagunas azules, arboledas frondosas y un césped impecable; sin embargo, no muestra el horizonte. Algunas de esa carreteras parecen un tanto retocadas digitalmente. No indica en dónde se ubica tal cruce de caminos. Las tres palabras de su lema -construir, futuro y mejor- definen lo que hacen, cómo lo hacen y hacia dónde se orientan o, al menos, eso es lo que quieren que creamos.

En la página 7 se muestra Sacyr, siglas que responden a Sociedad Anónima de Caminos y Regadíos, una pequeña firma constructora fundada en 1986 y que tres décadas y media después es un grupo global que cotiza en el selectivo español IBEX 35, estando presente en más de veinte países de cuatro continentes y actuando en los sectores de las concesiones, los servicios y la construcción. Su lema es «Sumamos retos, creamos valor» y la preside Manuel Manrique Cecilia. Es la imagen más confusa de todas, pues suma seis franjas horizontales, una encima de otra, en la que se muestran algunas de sus actuaciones, pero sin que ninguna quede clara. Interesante es la suma de los verbos sumar y crear junto a los sustantivos retos y valor. Intercambiando las palabras, salen «sumamos valor» y «creamos retos». No sé cuál pueda ser la intención más verdadera.

La página 9 está ocupada por OLHA Progress Enablers (antes OHL y antes Obrascon, Huarte y Lain, cada uno por su cuenta), la cual dice de sí misma: «Más de 110 años desarrollando infraestructuras al servicio de las personas». Presidido por Luis Fernando Martín Amodio Herrera, tiene a su figura más conocida en Juan Villar-Mir de Fuentes, cuyo primer nombramiento ejecutivo data de 1996. Apelan al tiempo de experiencia que atesora alguna de las corporaciones que se integraron en este grupo -110 años-, y enfatizan los conceptos de desarrollo, servicio y personas. Lo más sorprendente de su imagen es el uso que hacen del edificio situado en la esquina de las calles Alcalá y Sevilla, en Madrid, un edificio de inspiración parisina levantado a finales del siglo XIX. El motivo de esta apariencia tan poco infraestructural y tecnológicamente moderna es que fue, junto con la de los colindantes edificios, la obra urbana más grande y compleja realizada en pleno casco urbano. Relacionan su imagen corporativa con el lujo y lo elitista, pero su trabajo, tras las fachadas, no se contempla porque los interiores se rehicieron por completo. Es la única fotografía de las cinco tomada a ras de tierra debido a que ofrece magnificencia, todas las demás son aéreas, posibilitando amplitud terrestre.

En la página 11 se presenta FCC Construcción, proclamando que llevan «más de 120 años unidos a ti», poniendo énfasis en estas tres últimas palabras. Tiene como Director Ejecutivo de su Consejo de Administración a Pablo Colio Abril. Subrayan su larga experiencia de más de un siglo, planteando el trabajo que realizan como algo personal para el lector. Sin embargo, la imagen que ofrecen causa cierto estremecimiento: un área costera de marismas que está siendo separada del mar por una ancha barrera sobre la que presumiblemente discurrirá una carretera, un muelle o algo similar. El caso es que marismas y mar dejarán de estar unidas. Quizás se trata de otra cosa pero, como no lo explican, confunde. Astutamente ligan su logotipo a los de «Objetivos de desarrollo sostenible» y «UN Global Compact», la mayor iniciativa voluntaria de responsabilidad social empresarial en el mundo.

Finalmente, en quinto lugar, pero ocupando la contraportada (lo cual es importante, pues ofrece una visibilidad mayor y diferente), se manifiesta Ferrovial con el lema «For a World on the Move». Se trata, de nuevo, de un nudo de carreteras con espacios intermedios no tan manipulados como en la imagen de ACS, pero muy respetuoso con la Naturaleza en todo caso. Presidida por el ingeniero Rafael del Pino Calvo-Sotelo, manifiesta su voluntad de actuación global de dos maneras: el lema en inglés y la fotografía que muestra su trabajo realizado en Toronto (Canadá). Llama la atención que no se vea ni un sólo automóvil, seguramente borrados para poner en valor el trazado viario y su ejecución, no su utilidad. Es la única fotografía firmada por un artista, Premio Nacional de Fotografía, José Manuel Ballester, y esa calidad se nota.
Cuatro de estas empresas (ACS no) que con tanta pulcritud medioambiental se presentan ante la ciudadania fueron sancionadas (junto a otras dos, Acciona y Dragados) a mediados del pasado año por la Comisión Nacional de los Mercados y la Competencia (CNMC) por alterar durante veinticinco años (de 1992 a 2017) la competencia en las licitaciones de construcción de infraestructuras. El total de la multa a las seis fue de 203,6 millones de euros: FCC Construcción 40,4 millones, Ferrovial 38,5 millones, Obrascón Huarte Lain (hoy OLHA) 21,5 millones y Sacyr 16,7 millones.
«Desde 1992, las compañías se reunían semanalmente y decidían los contratos públicos en que iban a compartir trabajos técnicos de sus ofertas», aseguraba la CNMC, observando que «también intercambiaban información sobre su estrategia de presentación» a convocatorias para licitar hospitales, puertos, aeropuertos y carreteras, entre otras infraestructuras de interés general. El organismo regulador señaló que durante 25 años las principales constructoras españolas han «alterado miles de licitaciones públicas destinadas a la edificación y obra civil de infraestructuras».
En sus reuniones semanales, las empresas decidían los concursos en que iban a compartir -entre todas o en un subgrupo- una parte o la totalidad de los trabajos que compondrían las ofertas técnicas de las licitaciones y los trabajos se encargaban conjuntamente a empresas externas. Las empresas no podían modificar los trabajos generados en conjunto para presentarlos en sus ofertas sin el conocimiento y la aprobación del resto de miembros del grupo.
La CNMC consideraba que estas prácticas derivaron en una menor variedad y calidad de las ofertas técnicas presentadas y que las empresas competidoras concurrieron a los contratos públicos en desventaja competitiva, ya que tuvieron que acometer un mayor coste para la preparación de las proposiciones técnicas. Además sostenía que, al no disponer las competidoras de la misma información estratégica que las empresas de este grupo, se alteraron los términos de competencia leal entre todas las ofertas. El regulador subrayó el «efecto agregado» de estas prácticas, debido al gran número de obras, el elevado importe y la prolongada duración en el tiempo.
La noticia no hizo temblar al IBEX 35, pues al día siguiente se anotó ganancias del 2% y, en concreto, las empresas sancionadas cotizaron con alzas: Sacyr subió el 2,87 %, OHLA, el 1,86 %, Ferrovial, el 1,41 %, y FCC, el 1,18 %.