La isla del tesoro (I). Literatura inmobiliaria.

Javier González de Durana

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Se podrá afirmar que es un vicio incomprensible, cierta desviación aberrante del gusto o un tipo infame de atracción por perversiones anti-natura, pero debo confesarlo: leo los boletines de comunicación de las promotoras inmobiliarias y, lo que es peor, encuentro interesante hacerlo. De momento estoy bien de salud; gracias. Me sorprendo con la literatura que estas empresas acompañan las ventas de sus pisos, casas y urbanizaciones. Con esos textos los constructores quieren animar a la compra de aquello que indudablemente la gente necesita para vivir y también a que lo hagan quienes quizás no lo necesitan pero pueden ser convencidos de que están adquiriendo otra cosa diferente de un piso, quizás un status social, un privilegio, un modo de vida diferente y mejor que el que ya tiene…, en suma, una fantasía.

El caso es que desde el punto de vista de quienes construyen y venden inmuebles residenciales un piso nunca es sólo un piso, sino algo más: un paraíso, una oportunidad para ser en verdad quien se es frente al individuo frustrado que hasta entonces se ha sido, una liberación, un sueño hecho real… Por lo general, quien construye y vende pisos quiere convencer al comprador de que no va a adquirir sólo un espacio doméstico; aspira a persudirle de que va a comprar felicidad.

El asunto no es disparatado. Si una persona se siente a disgusto o incómoda en la casa que vive resulta obvio que esa situación le aleja de ser feliz durante muchas horas a lo largo del día, pues en ella duerme, está con la familia, tiene intimidad, se alimenta…, y puede que sea infeliz todo el día, ya que incluso cuando está fuera de la casa su recuerdo y la necesidad ineludible de tener que regresar a ella tarde o temprano le puede ocasionar una amargura constante. Cierto es que la felicidad está constituida por otros muchos aspectos además de la vivienda y, por supuesto, se puede llegar a ser feliz en un piso pequeño, destartalado y poco acogedor, pero el espacio doméstico confortable, para la generalidad de la gente, es uno de los elementos constitutivos del bienestar, base sólida sobre la que alcanzar diversos grados y tipos de satisfacciones humanas conducentes al estado de felicidad o a algo semejante a lo que creamos que eso es.

Sin intención de criticar esta estrategia, entendida como herramienta publicitaria que funciona, quiero comentar algunas de esas declaraciones referidas al «espacio de oportunidad residencial» (como se dice ahora) que representa Zorrotzaurre, verdadera isla del tesoro inmobiliario sobrevenida tras el declive industrial, los intereses de las constructoras y la acción de las retro-excavadoras. No se trata de cuestionar esa fraseología, sino de examinarla, viendo cómo funciona y por qué resulta empresarialmente operativa.

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Entre dos aguas.

De momento, la única constructora-inmobiliaria que tiene licencia para actuar en la isla es Jaureguizar, concretamente en la Punta Norte.  Espero que Jaureguizar no se moleste por utilizar los textos que publica en la sección «Actualidad» de su web. No hay segundas intenciones, sólo un mero análisis de texto. Manejaré los dos que se deducen como redactados por la empresa constructora, descartando las noticias dadas a conocer por otras fuentes o medios de comunicación y que también incluyen en su web. En el futuro, cuando los haya, podré utilizar los textos de otras empresas constructoras, quizás los de Balzola, que ya intervino en la sede de IDOM, quizás los de Lurgoien, Amenabar, Altuna y Uría…, empresas que, entre otras, se presentaron al concurso para la urbanización del primer paseo de ribera, esto es, interesadas en intervenir ahí. Ya veremos.

En uno de esos textos se habla de «la experiencia fascinante que será habitar y disfrutar la isla«, basada en «el revolucionario concepto de vivir en una isla en el corazón de la ciudad» gracias al “mejor ejemplo del urbanismo del siglo XXI; un urbanismo sostenible y dinámico sin estructura de manzanas repetitivas, sino en contacto con el agua, con la naturaleza, con su pasado (…) inspirado en los mejores ejemplos de ciudades europeas«, todo lo cual dará lugar a «un futuro barrio innovador, conectado, dinámico, sostenible y creativo» («Bienvenidos a la isla», 25-octubre-2018, el texto es más largo, pero resalto, sin cambiar su sentido, las frases que me parecen más significativas).

Fascinante y revolucionario, de una parte, son los conceptos más contundentes, sobre todo el segundo, a todas luces excesivo. Conexión con la naturaleza (la ría) y el pasado (edificios industriales supervivientes), esto es, con el agua como metáfora del Tiempo que fluye y con la Historia material que permanece, de otra parte. Reiteración en las ideas de sostenibilidad y dinamismo, unidas a las de innovación y creatividad. Finalmente, acercamiento a lo mejor de Europa (Londres, Amsterdam, Burdeos) como modelo y alejamiento de lo peor (lo repetitivo) como norma. En resumen, vivir y habitar aquí será sinónimo de disfrutar.

En un texto posterior se insiste que, concretamente, «la innovación y la sostenibilidad son protagonistas» en ese futuro barrio de la Punta Norte, configurado como «centro de lo que se denomina Industria 4.0, basada en la Creatividad y la Innovación«, pues estará «junto al Campus de As Fabrik y al Parque Tecnológico«. Retomando el enlace con la Historia, se asegura que «en este punto el pasado industrial se transforma en una industria digital e industria del conocimiento«, conducente a un barrio que «será el polo de atracción de las start-ups, del trabajo en red, de emprendedores«, unas personas que «vivirán en la zona y disfrutarán de sus parques«. De nuevo, residir aquí será sinónimo de disfrutar y si, además de vivir, se trabaja en la zona… mayor satisfacción.

Se vuelve a incidir en las ideas de Innovación y Creatividad (ahora con mayúsculas) como pareja natural, además de vincular la primera también con la sostenibilidad. Esa suma vendrá dada por la vecindad «de lo que se denomina Industria 4.0«, en este caso la cercanía de un campus universitario y un parque tecnológico, cuya orientación y contenidos no considera necesario precisar, tan sólo los menciona. La sostenibilidad  (sin mayúscula) «ordenada y dinámica» es el fuerte de Jaureguizar como empresa «involucrada en diseño medioambiental y urbanismo sostenible» desde hace mas de diez años, pues, según proclama, su actividad se centra en «edificaciones y viviendas con calidades medioambientales altamente eficientes con mínima demanda energética, cubierta por energía procedente mayoritariamente de fuentes renovables con mínimas emisiones. Viviendas pasivas que aprovechan las condiciones del clima, temperatura, sol de la zona sin necesidad de utilizar activamente la energía y recursos para calentar o refrigerar el edificio«. Ahorro económico, energía natural sin contaminación, aprovechamiento solar…, ¿quién descartaría tales virtudes? Llama la atención que en estos textos se utilice simultáneamente los tiempos verbales presente y futuro, y que las ideas de Innovación, Sostenibilidad, Creatividad, Dinamismo y Conexión (con mayúsculas o sin ellas) se relacionen en emparejamientos diferentes que terminan por encadenar un conjunto trabado.

Para el entorno de las viviendas «se creará un paisajismo con arbolado y vegetación a la escala del ser humano, que genera espacios cambiantes, separando usos activos y pasivos. Las viviendas recordarán a los barcos amarrados antaño en la Ría, mientras el trajín de tranvía, paseantes y bicis recordará que es el Bilbao del futuro, un futuro sostenible y cercano«. Con independencia de qué cosa sea la escala del ser humano en relación al arbolado y la vegetación (ya me referiré a la curiosa política de arbolado en la isla en otro post más adelante), la cita aporta un toque nostálgico al evocar los barcos amarrados en los muelles de la ría, unos muelles que existieron en muchos puntos del curso fluvial excepto, precisamente, en esa margen derecha, frente a Olabeaga, de muy poco calado. No importa, lo relevante es que esa imagen del pasado náutico será recordado, metafóricamente, en el Bilbao del futuro mediante la forma de las construcciones. De nuevo, el guiño naval. A tenor de las veces que se menciona, el uso de la bicicleta en esa isla será muy elevado, lo que tiene mucho sentido ya que implica cuestiones interesantes: deporte, juventud, ecologismo, entorno saludable…, es decir, clientela futura. Este asunto no es para un mañana más o menos alejado, pues el próximo mes de febrero el servicio de alquiler de bicicletas de pedaleo asistido  Bilbaobizi instalará un nuevo punto de acceso a sus máquinas en la isla, apenas habitada de momento.

La creatividad se convierte en «un concepto esencial del proyecto«, ya que con ella «se está creando una nueva sensación, la de habitar en una isla en el centro de la ciudad; una sensación fascinante» y que tiene que ver con el activismo cultural que se le intuye a ese territorio en el futuro. El redactor del texto no entra a especificar en qué consistirán los componentes creativos, pero al haberlo mencionado tras citar el Campus As Fabrik y el Parque Tecnológico sugiere que se trata de algo relacionado con esto («Punta Norte, conectada e innovadora», 19-noviembre-2018).

Es curioso que Jaureguizar apenas ponga énfasis específico en el aspecto de la creatividad cultural, dejándolo en una simple mención entre otras. Lo considera importante, una nota sugerente, pero parece pensar que no le concierne y que al comprador tampoco le interesarían esos detalles, aunque agradecerá un ligero acento cultural. Demasiada cultura puede ahuyentar a la clientela, se diría.

Las especificaciones culturales más rotundas quedan en manos de los organismos oficiales, en particular en las de la Comisión Gestora de Zorrotzaurre, bajo cuyas directrices y supervisión los promotores inmobiliarios actúan y desarrollan su negocio. Los textos de uno y otro se complementan, van en la misma dirección, puesto que, con intereses distintos, son coincidentes en el (desde su punto de vista) exitoso desarrollo de la isla. ¿Qué es el Campus As Fabrik? ¿Cuál fue el inicio de la orientación cultural independiente en el barrio? ¿Cuándo decidieron las instituciones implicarse en este entorno cultural? ¿Hasta qué punto la actividad cultural ha sido utilizada como una herramienta de revalorización de la zona al tiempo que ha servido de puente funcional o hilo conductor entre la actividad industrial anterior y el futuro uso residencial y terciario? ¿Qué quedará en el futuro «fascinante» de esa cultura independiente que se sirvió de espacios industriales abandonados para poner en marcha actividades alternativas? En un próximo capítulo.

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