/ Javier González de Durana /

El libro, sea como pieza original única o sea en edición múltiple impresa, es un excepcional posible marco de actuación para artistas que desbordan su trabajo más allá de los límites ofrecidos por la pintura, la fotografía, el dibujo, el grabado, el vídeo… Lo viene siendo desde hace muchos años, no es novedad, pero en tiempos recientes está fecundado con una vitalidad extraordinaria. El libro de artista posee una distinguida genealogía que atraviesa la obra de Goya y Picasso, entre otros muchos, en forma de cuadernos de dibujos, depósito heteróclito de imágenes susceptibles de ser reutilizadas más tarde en obras de otra dimensión y técnica, como objetos en sí mismos que recogían variaciones e ideas sobre un tema, un lugar, un objeto, un viaje… El cuaderno de apuntes se convirtió en libro impreso y alcanzó una inicial madurez durante las primeras décadas del siglo XX alimentado por movimientos artísticos que aspiraron al logro de la obra de arte total (constructivismo ruso -El Lissitzky-, Bauhaus -Kurt Schwitters-, simultaneismo -Sonia Delauney-…). En ellos el artista expandía su obra personal sobre un territorio más íntimo, delicado y multiplicador: las hojas de papel impreso cosidas o plegadas.
En ámbitos y tiempos más cercanos a nosotros el libro de artista ha venido siendo entendido, sobre todo, como catálogo visual en el que, junto a textos del propio artista o de escritores invitados, se incluyen reproducciones de las obras creadas por el autor en otros soportes. En estos catálogos el diseño editorial constituye la parte creativa, siendo el contenido una mera transmisión informativa, más o menos acertada, de obras de arte existentes en otros lugares.
Sin embargo, también hay artistas que consideran el formato libro como un soporte ideal para la creación directa, no subsidiaria de otros factores y sin renuncia de los componentes conformadores de todo libro: textos, imágenes y un relato intencionado. En Bilbao trabajan esta fructífera y singular línea Jesús Mari Lazkano, Roberto Aguirrezabala y Txuspo Poyo, tan diferentes entre sí y atractivo cada uno en su manera.
Hoy me voy a referir a Txuspo Poyo porque acaba de publicar Gran Hotel Nazareno, libro con el que realiza un singular repaso a la historia del Colegio Nazareno construido por José Calasancio en Roma el año de 1630. Primera institución educativa, pública y gratuita en Europa, su creación formó parte del plan de reconstrucción de la ciudad planeada por el papado tras los daños sufridos durante «il sacco de Roma» en 1527. Esta decisión docente, innovadora y científica, fue una respuesta específica dentro de la gran operación de la Contrarreforma orquestada para hacer frente a la escisión luterana dentro del catolicismo.
En este libro su autor plasma el proyecto realizado durante su estancia en la Academia de España en Roma el año 2021. La historia que se cuenta aquí es la que ofrece un artista con su peculiar visión, pues se distancia de la minuciosidad y abundancia de los datos constructivos, personales y cronológicos para aproximarse al universo de imágenes generadas en torno al mencionado colegio y algunas de sus singularidades. No es, por tanto, un libro de historia, sino un libro de arte que contiene una historia visual relacionada con un edificio barroco romano.

Planta del Colegio Nazareno en el siglo XVII. El cuerpo edificado delantero orienta su fachada al Largo del Nazareno. Tras él, originariamente, se abría un espacio ajardinado a dos niveles que hoy se mantiene como patio abierto, pero habiendo perdido jardines, fuentes y el gran nicho semicircular.

Una de las estancias principales del Colegio Nazareno en sus momentos de esplendor educativo.
En realidad, el libro contiene dos trabajos o acciones de apariencia y ejecución muy distintas, pero que aparecen relacionados y entremezclados a lo largo de sus páginas, del mismo modo que esos contenidos han servido, en paralelo, para la realización de una película homónima, de unos 20 minutos. Uno de los trabajos indaga sobre la identidad del edificio, el otro se esfuerza en la recomposición de un aspecto parcial de sus descartados contenidos. La labor creativa del autor desborda los formatos, pues su idea se plasma y completa en varios registros.
El Colegio Nazareno se abrió con la intención de dar educación a niños pobres de gran capacidad intelectual para lo cual se contó siempre con un profesorado excelente que solía ser reclamado por universidades y centros de estudio en otras ciudades. El nivel educativo era tan bueno que poco a poco fue admitiendo alumnos de pago para terminar convirtiéndose en un centro para los hijos de la élite nobiliaria romana.
Uno de sus activos más relevantes eran los laboratorios o gabinetes centrados en diferentes disciplinas que los alumnos podían estudiar por medio de las piezas coleccionadas: mineralogía, zoología, botánica…, ciencias naturales, algo habitual en los colegios de la orden de san José de Calasanz. Esta capacidad para coleccionar todo tipo de animales disecados, minerales y plantas raras o exóticas venía facilitada por los envíos de hallazgos que desde diferentes lugares del mundo hacían los misioneros escolapios repartidos en diáspora colonial. El gabinete de Roma era nominalmente de mineralogía, pero había conservado el esqueleto completo de una ballena cazada en las costas de Groenlandia en abril de 1843. Su biblioteca científica también era espectacular.
La evolución social y docente (ya no hay suficientes niños en el centro histórico de Roma) hizo que este colegio clausurase su actividad hace cuatro décadas, quedando desde entonces el edificio ocupado con oficinas y despachos, entre ellos los del Partito Democrático Nazionale, sucesor del Partido Comunista de Italia. Cierta degradación del conjunto colegial se fue haciendo patente, quedando en el abandono muchos de los elementos que constituyeron los gabinetes y la vida colegial. El esqueleto de ballena se guardó en cajas y fue depositado en otro lugar de Roma, al igual que la biblioteca. Recientemente se hizo público que una cadena hotelera había comprado el inmueble para instalar en él un hotel de lujo de cinco estrellas. Las turistificación del centro de Roma, que saca la habitual vida ordinaria y mete temporales usuarios con dinero, se acentúa.
El trabajo de Txuspo Poyo registrado en su libro consiste en explicar la vida del colegio a lo largo del tiempo mediante imágenes entre las que ha introducido vistas de otras áreas urbanas que, como sucedió en el siglo XVII con el Colegio Nazareno, intentaron una resignificación de la ciudad: el monumento a Vittorio Emanuele II, el EUR… No es una simple acumulación de imágenes ordenadas según algún criterio formal, sino el modo en que Txuspo Poyo «narra» esa evolución concreta -el edificio- y general -la ciudad- lo que presenta un neto perfil de creación artística.
Para ello, el autor se sirve del traslado de los huesos de la ballena desde el lugar donde se conservan hasta la Academia de España en el Gianicolo romano para «reconstruir» el cetáceo en la medida de lo posible dentro del gran salón de actos de la Academia. Ese traslado, llevado a cabo en un furgón Citroën Type H (circa 1964), obligó a un recorrido por las calles de la ciudad que permitía ir encontrando e introduciendo en la «narración» esas otras Romas con las que se intentó insuflar nuevas vidas urbanas en diferentes momentos históricos y que siempre, como durante el contrarreformista siglo XVII, eran intentos ideológicos y políticos (la monarquía, el fascismo…).
Ese traslado óseo y la reconstrucción del esqueleto animal constituye una performance en la que intervienen una máquina rodante, una ciudad y unas personas que, delicadamente, portan en sus manos huesos, vértebras cervicales, torácicas, lumbares, el cráneo… Unos huesos que usualmente en ciertas culturas servían para ser tallados en su superficie y transmitir hechos ocurridos que, en opinión de sus promotores, merecían ser recordados. Del mismo modo que la columna Trajana y el obelisco Marconi cuentan acciones que los romanos debían recordar, fuera la conquista de Rumanía, fuese la de Abisinia.
El libro de Txuspo Poyo, en una edición de 300 ejemplares, forma parte de una obra de arte coral en la que su voz adquiere simultáneamente varias tonalidades, registros y timbres hasta conformar una vibrante y multiforme acción. No los firma y numera, pero estaría bien que lo hiciera. Un relato de tránsitos, mudanzas y desplazamientos, de resignificación y descontextualización, de creación y desaparición, de pérdidas y abandonos, de encuentro entre el arte, la arquitectura y la ciencia. Es un relato, son dos acciones artísticas… y muchas pequeñas historias plasmadas en antiguas fotos, grabados y dibujos, subyaciendo bajo el tiempo eterno de Roma que, como en ocasiones anteriores, también superará el adinerado poder del turismo reconversor de antiguos palacios en nuevos hoteles.


Estado actual del patio del Colegio Nazareno, antiguo jardín.