La arquitectura nazi en Bilbao: lo institucional (I)

/ Javier González de Durana /

Este primer post de hoy y el segundo dentro de una semana se referirán a la arquitectura institucional, el tercero -ya en septiembre- lo dedicaré a la edificación corporativa, el cuarto, más adelante, estará centrado en lo residencial, a continuación habrá un quinto post en el que recogeré arquitectura religiosa y, finalmente, un sexto post abordará los diseños efímeros y conmemorativos. Un amplio epílogo fotográfico cerrará esta serie.

Antes quiero aclarar lo que entiendo por «arquitectura nazi en Bilbao». Algunos arquitectos que mencionaré al citar sus obras pudieron tener una ideología nazi o fascista. ¿Adictos, sumisos o contemporizadores con el régimen franquista? Por supuesto, todos los que mencionaré. Es que si no lo hubiesen sido no habrían podido trabajar en las importantes obras que diseñaron. En este sentido, fueron tan adictos, sumisos o contemporizadores como gran parte de la sociedad española durante los años 40 y, sin duda, como la práctica totalidad de aquellos que se desenvolvieron profesionalmente entre grandes capitales y fuertes inversiones económicas, fueran suyas o estuvieran implicados en las de otros. Por tanto, como sujetos ideológicos no creo que todos aquellos arquitectos fueran estrictamente filo-nazis, aunque en su trabajo se vieran impelidos, consciente o inconscientemente, a acercarse a formas cercanas al gusto del régimen nazi, del cual el franquista fue apéndice.

Más que los arquitectos -trabajadores empleados al servicio de otros, al fin y al cabo, o funcionarios públicos- lo fueron en mayor grado los promotores que financiaron sus obras al incitar y/o aceptar un tipo de diseño que vieron ajustado al gusto político «dominante». Por supuesto, en el ámbito político-institucional no caben dudas acerca de sus estrechos vínculos con la deriva local de la grandilocuencia imperial hitleriana (Franco fue aliado de Führer hasta casi finalizar la II Guerra Mundial). Es necesario recordar esto: los promotores y consumidores de esos productos arquitectónicos formaban parte del poder político, económico y social franquista; por tanto, no es extraño encontrar afinidades.

La arquitectura alentada por aquel régimen político no configuró un estilo propio, sino que, revolviendo en el legado grecolatino, utilizó sus formas con fuerte sentido escenográfico y enfática solidez, intentando configurar una visionaria y germánica actualización imperial. En España ese comportamiento no se dio tal cual siempre porque aquí la idea de Imperio remitía al Renacimiento y Barroco locales, así que fue el repertorio decorativo de estos estilos lo que se observa en la arquitectura nazi-franquista. Una cuestión epidérmica, no las tipologías constructivas. Y quizás también la irruptiva manera de ocupar el espacio público. En general, los arquitectos inmersos -por voluntad propia o por presión de las circunstancias- en edificios ideologizados se movieron entre una linea herreriana derivada del Escorial y otra linea ecléctica tendente a una expresividad clásico-barroca en la que se jugaba con mayor grado de libertad al combinar ambas corrientes.

De ninguna manera debe entenderse que una arquitectura caracterizada como nazi, fascista o franquista, en mayor o menor grado, fue mala arquitectura per se. Surgidas en un contexto histórico de degradación moral y ética, despreciables fueron la ideología y las políticas de sus impulsores, no necesariamente los edificios que realizaron. Aquella arquitectura fue inocente, los que la promovieron, no. Quizás porque quienes la querían y proponían manejaban abundantes recursos económicos, el caso es que, sin ser arquitectura fértil e innovadora, en algunas ocasiones fue una arquitectura de gran calidad, representando una forma no-lineal de entender lo moderno. No mencionaré todo lo existente -lejos de pretenderlo- y como este asunto daría para muchas consideraciones, me limitaré a describir ahora brevemente, apoyado en imágenes, dos ejemplos destacables de promoción institucional: el Museo de Bellas Artes y la Delegación estatal de Hacienda. En el siguiente post mencionaré otros casos.

Delegación de Hacienda en Bilbao. Arq. Antonino Zobaran Manene (1943-53).

Primer caso. El Museo de Bellas Artes de Bilbao fue concebido en plena guerra civil (noviembre de 1938) por los arquitectos Fernando Urrutia Usaola (Amurrio, Alava, 1908 – Madrid, 1960) y Gonzalo Cárdenas Rodríguez (León, 1904 – Madrid, 1954), inaugurándose en 1945. En el momento de la firma de los planos el alcalde de Bilbao era José Félix de Lequerica, en los meses anteriores lo había sido José Mª González de Careaga y hasta comienzos de aquel año lo fue José Mª de Areilza, probable encargante inicial del proyecto, los tres militantes de la FET y de las JONS. En la Vice-presidencia de la Diputación de Bizkaia, la otra institución impulsora del museo, estaba Lorenzo Hurtado de Saracho, asimismo miembro de la FET y de las JONS desde su fundación en 1931. Ninguno ocultó su ideología en aquel momento, bien al contrario, y tampoco ocultaron su sincero interés por el arte, pues en unos momentos de gran penuria social decidieron que el museo era necesario, encontrando el emplazamiento urbano adecuado y los medios suficientes para realizarlo.

Se trata de un sobrio edificio compuesto por dos cuerpos con planta en forma de L, combinando el ladrillo caravista en los grandes paños con sillares de arenisca en esquinas, recerco de huecos, cornisa, basamento-zócalo y amplio entorno de la puerta de acceso con hornacinas a sus lados, sobre la que se lee la palabra MVSEO. El cuerpo frontal aparenta ser pabellón de una sola altura, pero esconde dos; el cuerpo lateral, más bajo, es sólo de una. Se accede a su puerta principal tras ascender unos peldaños de modo que, con intención simbólica, el cuerpo del visitante toma distancia de la vulgar realidad cotidiana, la calle, preparándose para la elevación espiritual que vivirá en el museo. Dentro, iluminado por la gran ventana frontal, presidido por una escalera de dos tramos y un rellano, el amplio vestíbulo de mármol organiza los itinerarios. El cuerpo lateral ofrece exteriormente una galería de columnas -fuste cilíndrico, liso, y capitel toscano- abierta hacia un estanque de agua para la instalación de réplicas de esculturas clásicas. Esta galería recuerda la existente en Casa del Arte Alemán, diseñada y construida para Munich por Paul Ludwig Troost entre 1933 y 1937. Orden, simetría, sobriedad y evocaciones neo-clasicistas caracterizan un resultado de notabilísima calidad. Esta inspiración clásica pudo tener dos fuentes de inspiración: la arquitectura nazi que depredaba las formas grecolatinas, pero también el neo-clasicismo español de Juan de Villanueva en el Museo del Prado, aunque asimismo podría citarse el de Karl Friedrich Schinkel en la Altes Museum, de Berlín (1823-29).

Proyecto del Museo en una imagen del acceso frontal.
Proyecto del Museo en su parte posterior y lateral.
Espacio conformado por los dos pabellones del Museo con estanque. La escultura y su pedestal (una historia tormentosa) no formaban parte del proyecto original.
Galería de columnas con gliptoteca.

Segundo caso. La Delegación de la Hacienda estatal, diseñada por Antonino Zobaran Manene (Bilbao, 1891-1967) en 1943 con finalización en 1953 e inauguración oficial el 19 de julio de 1954 (estas inauguraciones solían tener lugar alrededor del aniversario de la sublevación franquista). Zobaran era arquitecto del Registro Catastral en Almería. Se trasladó en 1939 a Bilbao, donde fue nombrado arquitecto de 1ª clase del Ministerio de Hacienda en Vizcaya. De su obra en Euskadi destacan rehabilitaciones civiles en la bombardeada Gernika, pero, sobre todo, el monumental edificio de Hacienda en la Plaza Moyúa bilbaína, a donde se orienta su fachada principal, haciéndolo las laterales a las calles Alameda de Recalde y Ercilla.

El ministro franquista de Hacienda en 1943 era Joaquín Benjumea, miembro de una aristocrática familia andaluza (Cárdenas también lo era de otra leonesa), fue nombrado presidente de la Diputación de Sevilla tras el estallido de la guerra civil en 1936 y jefe del Servicio Nacional de Regiones Devastadas y Reparaciones en 1938, donde debió de entrar en contacto con Zobaran (por la reconstrucción de Gernika), en supuesto de no haberle conocido antes en Sevilla, pues este arquitecto había contraído matrimonio en esa ciudad en 1924 con Virginia Gómez Spencer, perteneciente una notable familia local de militares.

La Delegación de Hacienda en Bilbao -híbrido entre barroco y clasicista- es un grandioso bloque granítico que le da «un color gris que armoniza con la atmósfera bilbaína», dijo el Boletín del Ayuntamiento, situado en el centro neurálgico de la ciudad. Frente a ella, orientada también a la Plaza Moyúa, se encontraba la sede del Gobierno Civil (actual sub-delegación) y a su espalda estaba la sede del sindicato vertical, configurando entre estos tres puntos una genuina «zona nacional».

Con planta trapezoidal, su fachada trasera es medianera con edificios residenciales en la misma manzana, pero las otras tres ofrecen una imagen majestuosa sobre el espacio público. La fachada principal, casi wagneriana, corta y convexa, con portada de granito rosado, se halla flanqueada por dos cuerpos salientes a modo de torreones que protegen la puerta de acceso, dándole un aspecto de bastión amurallado. El despliegue barroco más expresivo se encuentra en ella. Entre ambos torreones al nivel de la primera planta discurre en amplio balcón-tribuna a partir del cual dos falsas pilastras planas rematadas con capiteles desornamentados recorren cuatro plantas del edificio que, unidas a la sótano, la baja y a la situada por encima de los capiteles, hacen siete plantas en total. Pequeños frontones entrecortados, pináculos y guirnaldas florales decoran aquí y allá el exterior, en particular su frente. Las fachadas laterales repiten el esquema de pilastras entre ventanales a lo largo de cinco pisos, mostrando una identidad más abstracta y laboral, rigurosa dentro de lo neoclásico. La cornisa sobre la plaza estuvo rematada con un enorme escudo de España respaldado por el águila imperial. Este relieve escultórico estaba a escala con las proporciones del inmueble, pero en virtud de su inconstitucionalidad, se procedió a la retirada del águila, rompiéndose la escala y quedando el escudo residual en algo perfectamente ridículo (aunque necesario).

Interiormente es prodigioso, resaltando tres elementos: (1) el patio circular delimitado por diez esbeltas columnas de sección cuadrada y mármol verde con bronces dorados en basamentos y capitales corintios (más o menos), triple altura de 15 metros y cubierto por una gran vidriera, (2) la escalera imperial de mármol blanco y (3) el despacho del Delegado de Hacienda, anexo al balcón-tribuna, uno de los ámbitos laborales unipersonales más amplios y fastuosos que he visto en mi vida, pues en cierta ocasión estuve en él (ahora la seguridad hace imposible visitar al edificio; una pena).

2 comentarios sobre “La arquitectura nazi en Bilbao: lo institucional (I)

  1. Ahora mismo,no me permite su blog mandarle ningún escrito.Me lo borra automáticamente nada más escribirlo.Ya veo en que régimen está Vd . Medrando

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