Rotterdam – Foster/Uriarte – Bilbao

/ Javier González de Durana /

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El próximo lunes 5 de octubre, a las 19:00 h., tendrá lugar un debate sobre la propuesta de Norman Foster y Luis Mª Uriarte para la ampliación del Museo de Bellas Artes, de Bilbao (véase cartel bajo este párrafo, a causa del covid-19 me comunica la organización ahora mismo -20:00 h.- que este acto se ha retrasado hasta una fecha no fijada de momento). Resultará interesante asistir y escuchar opiniones variadas sobre este asunto que, en general, me parece no concita gran entusiasmo y sí, en cambio, bastante incertidumbre, aunque pocas voces críticas se han escuchado al respecto. Hasta el momento. Muchos compañeros, historiadores y arquitectos, con los que hablé cuando se dio a conocer la idea se mostraron dubitativos y ambivalentes, en lucha consigo mismos: por un lado, compartían con el Museo su deseo de disponer de mayor y mejor espacio para atender las crecientes necesidades museísticas y, por otro lado, se revolvían inquietos ante la drástica transformación que supondría para la imagen del Museo y su entorno.

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Acto retrasado a una fecha no fijada de momento.

Expuse aquí mi opinión a la vista de las seis propuestas elaboradas por los equipos a los que el Museo solicitó un planteamiento de ideas. Mi única crítica entonces fue señalar una circunstancia poco comprensible en la composición del Jurado. Al releer ahora aquella opinión, noto que me encontraba bajo los efectos de la sorpresa producida por la propuesta de Foster-Uriarte. No fuí el único, pues, más allá de que pareciese buen o mal planteamiento, lo cierto que casi todos los que nos interesamos en la ampliación museística quedamos bastante boquiabiertos por su audacia. Por supuesto, nadie creía que ese equipo anglo-vasco fuera a elaborar una banalidad, sino que, por el contrario, se contaba con que algo singular y llamativo vendría a deslumbrarnos.

Cuando todos especulábamos en dónde rayos se podrían conseguir los metros cuadrados solicitados por el Museo -a un lado, en el subsuelo, mitad y mitad…-, al tiempo que se respetaba la integridad de los dos edificios históricos y, a ser posible, los árboles del entorno, Foster-Uriarte encontraron una vía que no era ésta ni aquella ni la de más allá: ¡¡por arriba!!, pero sin tocar los inmuebles de 1945 y 1970. Su plan consiste en crear un nuevo y voluminoso cuerpo por encima de la cubierta del edificio más antiguo, apoyándolo sobre unos gigantescos caballetes que lo alzarían.

Me planteé varias preguntas a la vista de la propuesta: situar una construcción nueva por encima de los preexistentes edificios protegidos ¿es, realmente, una actitud preservadora de sus valores patrimoniales e históricos?; aunque la acción no toque físicamente esas preexistencias, ¿no resulta ser otra manera de alterarlos y/o pervertirlos, inédita hasta ahora y facilitada por la tecnología más avanzada?; escaparse por las alturas ¿no supone, en el fondo, una manera fácil -aunque ciertamente sorprendente- de sortear la comprometida tarea de agregar arquitectura nueva a la histórica, una forma de escapismo?, y por último ¿donde se había visto algo parecido pocos años antes?

No he mencionado como una consecuencia negativa de la propuesta de Foster-Uriarte la anulación de la plaza de Arriaga. No lo he hecho porque tal pérdida esta provocada por el propio Museo, por la solicitud de un número de metros cuadrados imposibles de lograr si no se recurre a esa anulación. De hecho, las seis propuestas finalistas lo hacían. No había otro remedio; la demanda del cliente forzaba a ello. En este asunto de la desaparición de la recoleta plaza para convertirse en atrio interior del Museo, el causante es el Museo. Nadie más. Incluso Foster-Uriarte, elevándose más allá de las cubiertas, esto es, sin gastar suelo, también lo hacen aunque traten de disimularlo con un gran muro de vidrio.

La originalidad de la propuesta no lo es tanto, por otra parte. Entre 2001 y 2008 se construyó en Nassaukade, uno de los muelles portuarios de Rotterdam, un edificio elevado por encima de la cubierta de un histórico inmueble industrial de 1891, conocido como Blue Band y que con el tiempo se ha convertido en la fábrica de mayor producción mundial de margarina y mantequilla. Concebido por Chris de Jonge, de JHK Architekten, este edificio, que recibe el nombre de De Brug (El Puente) por haberse construido a semejanza de algunos de los puentes levadizos existentes en las cercanías, sirve como sede central de la empresa Unilever Bestfoods.  El cuerpo erigido, a 25 metros del suelo, tiene cuatro plantas, 130 metros de longitud y 33 metros de anchura, generando una superficie construida de unos 34.200 m2. El metal y el vidrio son los dos materiales fundamentales de la construcción.

Curiosamente, también Foster/Uriarte apelan a un puente para justificar el diseño presentado: en su caso, el de la pintura de Aurelio Arteta, Puente de Burceña, existente en la colección del Museo; en fin, inspiración un poco traída por los pelos, pero que inequívocamente remite a la holandesa… No es ésta la primera vez que Bilbao toma algo de Rotterdam. A finales de los años 50 Rufino Basáñez y Julián Larrea viajaron a esa ciudad, destruida por completo durante la II Guerra Mundial, para conocer los nuevos modelos urbanísticos vinculados con la construcción masiva de vivienda social y cuyas enseñanzas aplicaron acto seguido en Otxarkoaga, San Ignacio, Altamira…

Unilever, propietaria también del edificio de 1891 y con plena actividad en su interior, necesitaba una mayor superficie para desarrollar sus procesos administrativos y no podía cesar su maquinaria productiva y gestora durante el periodo de tiempo requerido para la nueva construcción. La primera idea era levantar el nuevo edificio en un terreno cercano de su propiedad, pero la propuesta de construir por encima de lo ya existente permitió que ese solar pudiese ser destinado a otros fines inmobiliarios que repercutieron en beneficio económico para Unilever. La solución de Chris de Jonge, además de salvaguardar (no me atrevo a decir el verbo respetar) el patrimonio industrial, consistió en ese prisma acristalado y alzado. Para no interferir en la actividad empresarial, el bloque se construyó en un terreno próximo y, una vez concluido, fue trasladado a su posición final mediante el impulso de rodamientos de baja vibración y lento desplazamiento sobre el suelo, dando finalmente lugar a la sorprendente coexistencia de arquitecturas. La producción de la fábrica sólo se tuvo que suspender un día.

Debido a que el edificio descansa en tan solo tres soportes, las fachadas requieren grandes celosías de acero. Para minimizar las proporciones de las estructuras de acero, se escogió hormigón ligero en lugar del que lleva una base de gravilla para, de ese modo, aligerar la presión sobre el piso. El eje central discurre parcialmente sobre el edificio existente y recibe el gran soporte intermedio para el puente de oficinas.  En este eje central también se incluye el ascensor, las escaleras y las salas técnicas requeridas  para el funcionamiento del edificio.

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Funcional, estilística y materialmente las propuestas de Chris de Jonge y Foster/Uriarte son muy diferentes y sólo coinciden en la idea utilizada para solventar el problema de cómo lograr las superficies de trabajo demandadas por el cliente sin consumir un suelo que se prefiere dedicar a otro uso o si, como en Bilbao, no se tiene suelo suficiente alrededor.

Sin embargo, los resultados logrados en Rotterdam y los que se conseguirían en Bilbao (a tenor de los planos y dibujos conocidos por ahora) serían bastante distintos. En primer lugar el entorno urbano en ambas ciudades es muy diferente. El marco industrial-portuario en la ciudad holandesa admite este tipo de atrevidas mixturas con mayor facilidad que la nuestra, un medio residencial muy consolidado, próximo y ajardinado, donde la más pequeña estridencia resonaría con dureza. Por otro lado, el volumen holandés, grácil y liviano, se distancia del edificio histórico y deja un notable hueco intermedio, de manera que cada inmueble respira por sí mismo, mientras que en Bilbao ese volumen se situaría próximo y aplastante, no trasmitiendo la sensación de estar sustancialmente separado y flotante, sino re-crecido sobre el edificio histórico. Así pues, la idea de que no tocar lo patrimonialmente valioso sería un mero subterfugio para eludir la responsabilidad de salvaguardar la imagen y la arquitectura amparada con la máxima protección por la Ley del Patrimonio Cultural Vasco. Tampoco es lo mismo que debajo del edificio existan goyas, zurbaranes, grecos y artetas… o que se fabrique margarina. Cuestión de tacto y gusto.

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4 comentarios sobre “Rotterdam – Foster/Uriarte – Bilbao

  1. Retuiteo a mi breve grupo de seguidores.
    La solución holandesa me parece una barbaridad, por cuanto desequilibra el conjunto. Un conjunto armónico, y congruente con su espacio y su tiempo.
    Lo de Bilbao me parece peor en su grado inmediato: una barbaridad intolerable. Un pegote excesivo que machacaría una zona de la Villa que ahora proporciona al paseante, al flaneur, al residente, una isla «a escala humana» placentera bajo todos los puntos de vista.
    En su día les propuse (creo que tengo el derecho a proponer dadas mi calidades de ciudadano y financiador de última instancia) que si hubiese que crecer -el condicional no es caprichoso- se explorara la posibilidad de hacerlo HACIA ABAJO.
    En cualquier caso, creo que debemos embridar tanto a Técnicos Estrella como a Políticos Megalómanos

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    1. Muchas gracias por tu opinión, Jabitxu. Dada la exigencia de metros cuadrados requeridos por el museo, me temo que «hacia abajo», además de no conseguir tanta superficie como se demandaba, ocasionaría grandes destrozos, de otro tipo, pero no vemos visibles a ras de suelo.

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  2. Estoy de acuerdo en que el entorno en el que se plantea el proyecto de Bilbao, no tiene nada que ver con el de Rotterdam. No es una solución fácil, pero si se probara por lo más sencillo, aunque no sea lo más llamativo, igual se ganaba espacio sin distorsionar la vista a la que estamos acostumbradas las personas que frecuentamos la zona y visitamos el Museo. Esta de moda ser snob, pero en Bilbao somos muy «de toda la vida» a pesar de quienes gestionan lo público.
    Por otra parte, este no es el momento de emprender ese gasto. Hay cosas mucho mas urgentes en las que invertir nuestros dineros. Todo tiene su tiempo.

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    1. Muchas gracias, Lourdes Arana, por el comentario que has enviado. Mi opinión es que es imposible ganar el espacio que solicita el Museo sin cambiar radicalmente su imagen. Si la demanda de metros cuadrados fuera menor, quizás sería posible realizar algo más discreto y asumible por la mayoría de la gente en Bilbao.

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