Javier González de Durana
El año pasado, 2019, se cumplieron dos siglos desde el nacimiento del escritor Antonio Trueba. El aniversario no fue muy festejado (una exposición, alguna reedición y poco más) a pesar de la gran popularidad que gozó durante el romanticismo tardío y lo muy leídas que fueron sus narraciones, un tanto cándidas y preñadas de suave sentimentalidad. El año pasado, en todo caso, el nombre de este autor fue muy mencionado en los medios de comunicación, pero el motivo fue la problemática situación arquitectónica del Instituto de Enseñanza Secundaria de Barakaldo, denominado como él en su honor y recuerdo.
El edificio, diseñado por Álvaro Líbano en 1964, se construyó durante el mandato del alcalde Luis Ingunza Gorostiza (1963-67), quien promovió algunas importantes actuaciones urbanas que dieron un rostro actualizado a la localidad, tales como el nuevo ayuntamiento, la plaza de los Fueros (incluido su maravilloso y felixcandeliano kiosko de música) y también este Instituto Nacional de Enseñanza Media, en denominación de la época. Pocos años antes Líbano había diseñado la Escuela Normal de Magisterio (ya derribada, donde ensayó el tipo de edificio con un cuerpo central y dos alas ligeramente oblicuas a ambos lados) y se hizo cargo por aquel mismo tiempo de los Institutos de Sestao y Getxo; algo más tarde, junto con Juan Daniel Fullaondo, abordó los dos de Txurdínaga y el de Durango; además, también fue autor del espléndido Centro de Formación Especial La Ola, en Sondika. Se especializó en arquitectura docente, pero realizó trabajos notables en otras categorías, en casi todas.
La construcción de este Instituto mixto de Barakaldo fue contratada en marzo de 1964. La obra se adjudicó por la cifra de 14.607.852,37 pesetas a la empresa Constructora Asturiana S.A. (CASA), de Oviedo, elegida como «el mejor postor» al ofrecer un coste que rebajaba un 3,63 % el presupuesto de 15,1 millones de pesetas que el Gobierno había previsto. La empresa, en aquellos momentos la más importante del sector en el principado, pertenecía a la familia de Enrique Rubio Sañudo, a la sazón, presidente de la patronal asturiana. El instituto puso en marcha su actividad docente apenas un año y medio después de la contratación de la obra, el 11 de octubre de 1965.
El hecho es que recientemente, durante unas obras de ampliación y reforma de las instalaciones docentes, iniciadas en 2017, tras descubrir parte de la estructura de un edificio anexo, se detectaron graves deterioros en sus pilares. Posteriormente la empresa EPTISA realizó una extracción de probetas para determinar la calidad del hormigón de la estructura del edificio principal. El resultado de los ensayos fue que el hormigón estructural del inmueble era de muy baja calidad, escasa resistencia y muy carbonatado, lo que ponía en duda la capacidad de dicha estructura para mantenerse en condiciones de seguridad.

Con el fin de conocer con exactitud la competencia de la estructura para soportar las cargas a las que podría llegar a estar sometida, se encargó a la empresa GEOCISA un estudio de patologías y evaluación estructural del edificio principal, concluyendo que una parte del mismo (el módulo central y el distribuidor) no cumplían con los coeficientes de seguridad exigibles para la sobrecarga de uso que la normativa exige para ese tipo de edificaciones y que, por lo tanto, podría existir un peligro potencial en caso de que la estructura quedase a plena sobrecarga. En pocas palabras, se concluyó que era incapaz de soportar más de 100 kg/m2, es decir, el peso de dos personas adultas hablando una frente a otra.
A partir de este resultado se ordenó el cierre inmediato y alarmante del centro para trasladar la actividad docente a otro centro educativo, tomándose la decisión de demoler el edificio por considerarse inseguro. A quienes han trabajado muchos años en estructuras de hormigón armado les cuesta creer que la demolición sea la opción más razonable. No lo suele ser salvo excepciones puntuales, como en las viviendas con aluminosis, edificaciones que durante la posguerra utilizaron cementos muy deficientes u otras levantadas en los años 60 y 70 para las que se emplearon fabricaciones experimentales o, incluso, algún caso de defectos graves de cálculo…, casi todas las demás circunstancias suelen ser solucionables con refuerzos. Debieron de pesar otras razones, aunque sin conocer el informe técnico de diagnóstico y conclusiones resulta aventurado opinar; por cierto, ¿fueron solicitados dos informes contradictorios o se manejó tan sólo uno? Ni la dirección del IES ni el AMPA ni nadie que lo solicitó al Departamento de Educación del Gobierno Vasco ha podido conocer el único -al parecer- informe que se elaboró.
El edificio principal -el diseñado por Líbano, ya que existen ampliaciones anexas posteriores- constaba (hablo en pasado porque, aunque está en pie todavía, no sobrevivirá a este otoño) de cinco plantas sobre rasante (PB+4). La planta baja estaba construida sobre un forjado sanitario que, en el extremo norte del edificio, formaba un sótano que alojó la sala de calderas y un pequeño almacén a los que se accedía directamente, desde el vial que rodeaba el edificio, gracias al desnivel de la parcela.
El edificio tenía una planta alargada con dos alas -una Norte y otra Sur- unidas a un cuerpo central donde se encontraban las escaleras y el ascensor, funcionando, por tanto, como módulo de distribución. En las alas estaba la mayoría de las aulas y en su planta baja se hallaban la biblioteca, la conserjería y los despachos. En el módulo central, situado tras el de distribución, había despachos, salas, almacenes y algunas aulas. En la planta segunda de este módulo estaba el salón de actos, que era un volumen diáfano de doble altura. La última planta, sobre el salón de actos, estuvo ocupada por aulas. Las plantas de las alas del edificio que albergaban las aulas tenían todas aproximadamente la misma distribución: a lo largo de la fachada Oeste discurría el pasillo de acceso a las aulas que se encontraban alineadas a lo largo del lado Este del edificio. Al fondo de los pasillos estaban los baños. Las alas laterales, simétricas, se unían al módulo de distribución con pequeños desplazamientos diagonales, resultando que ese módulo central quedaba ligeramente retranqueado. La ocupación del edificio sobre el solar buscó el máximo aprovechamiento longitudinal, de extremo a extremo de la superficie disponible, lo cual provocaba que la fachada no estuviera alineada respecto a la calle Aldape ante la que se levantaba.
Vistas del exterior de los edificios: http://bit.ly/2LukCzW
Vistas del entorno: http://bit.ly/2J0YF9Y
Vistas del interior de los edificios: http://bit.ly/2Lv1Mc0
Conocí bien este edificio. Durante tres cursos, de 1977 a 1980, años de transición política, impartí clases en él. La margen izquierda del Nervión ardía por la crisis industrial entre las elecciones constituyentes del 78 y el golpe de estado de Tejero en el 81. Se me llenaron las clases de euskara (voluntarias, fuera del horario escolar y abiertas a no-matriculados) con jóvenes que habían perdido sus empleos como consecuencia de los Pactos de la Moncloa (octubre de 1977). Fue la época en que empecé a interesarme por la arqueología industrial; era inevitable si, como yo, viajabas en tren desde Bilbao a Barakaldo todos los días.
La arquitectura docente de Libano era perfecta aquí, sin alharacas. Los espacios estaban articulados con lógica, la circulación entre las diferentes zonas era clara y cómoda, los servicios se hallaban bien situados, las aulas eran amplias y luminosas, la sala de profesores, espaciosa, el patio abierto, suficiente aunque irregular de forma… Sin embargo, que algo no iba bien ya se sabía desde tiempo atrás al comprobar que puertas y ventanas se desencajaban y aparecían grietas en las paredes. En estos momentos, septiembre de 2020, deben de estar ya derribándola.
Una vez demolido el edificio, la nueva construcción que sustituirá la anterior, según Resolución de 17 de julio de 2020, del Departamento de Educación del Gobierno Vasco, será diseñada por g&c arquitectos -un estudio de arquitectura, urbanismo y paisaje fundado en 1997 por Marta y Martin González Cavia y Jorge Cabrera Bartolomé- tras adjudicársele el contrato del proyecto de ejecución, trabajos complementarios y dirección facultativa de las obras del nuevo edificio. Ojalá su proyecto se encuentre a la altura del edificio de Álvaro Líbano; estaremos atentos.
El contexto sociopolítico que rodea a las construcciones escolares es uno de los principales condicionantes de las características de sus espacios, de las funciones que se le otorgan y, naturalmente, de su calidad constructiva. Como señaló el arquitecto Antonio Fernández Alba («La miseria del espacio escolar», Cuadernos de Pedagogía, Barcelona, 1982, p. 22): «La arquitectura que los arquitectos verificamos es la respuesta de los modelos escolares que trata de configurar una sociedad, un Estado, una política«. Ahora nos ponemos a considerar el escaso año y medio que la empresa constructora empleó en levantar este enorme edificio y las preguntas no tardan en aparecer: ¿no fue un tiempo demasiado corto para un inmueble tan grande? ¿no hubo precipitación en terminarlo? Su demolición actual y las nefastas consecuencias docentes derivadas ¿no son resultado de aquella política educativa, de aquel Estado que infra-dotaba los recursos para la construcción escolar, de aquella empresa que se atrevió a rebajar aún más los costos para asegurarse la contratación del trabajo, de aquellos materiales utilizados que ahora se ha comprobado eran de pésima calidad? Buena arquitectura, mala construcción.
Oportunísimos los versos de la Fábula XXXII, titulada «La educación», del propio Antonio Trueba, publicada en sus Fábulas de la educación (Madrid, 1850): «(…) hizo un palacio: / no construyó cimientos / y vino abajo. / Si no son buenos / los principios, los fines lo son aun menos«.
Javier, conozco el IES Antonio Trueba ya que estudié en él varios años. Coincido contigo en tu apreciación sobre las cualidades funcionales del proyecto de Álvaro Líbano, uno de los grandes arquitectos vascos de la segunda mitad del siglo XX, sin duda.
Es difícil, y puede ser temerario incluso, aventurar cuáles han sido las causas exactas del deterioro estructural del edificio e incluso enjuiciar si ha sido adecuada o no la decisión sobre su demolición sin conocer a fondo los informes y estudios realizados.
Pero hay una cuestión sobre la que vengo reflexionando desde hace años y es el de las bajas económicas (temerarias o no) de los concursos públicos, tanto de proyectos como de obras. No parece lógico que dichas bajas se «puntúen» de forma favorable entre los méritos de las propuestas, sabiendo perfectamente que una rebaja económica sobre un presupuesto de licitación (que ya de por sí suele estar «muy ajustado») provocará de forma irremediable una merma en la calidad de la construcción. No existen milagros en esto. Algunos concursos acaban convirtiéndose prácticamente en subastas a la baja, cuando los méritos a considerar deberían ser otros.
Saludos,
Bernardo.
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Muchas gracias, Bernardo, por tu detenido y bien justificado comentario. Yo tampoco entiendo que contraofertas a la baja sean vistas como «mejoras» -y mucho menos las situadas por debajo de la cifra estimada por el propio cliente- cuando lo que se derive de ellas sólo pueden ser empeoramientos. Por otra parte, ¿no te parece un tiempo imposible el plazo de año y medio para levantar y adecuar aquel edificio tan grande?
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Felicidades, un artículo muy interesante, aunque le tengo que dar un pequeño tirón de orejas y hacer una puntualización:
El tironcillo de orejas: Aunque no sea necesario pedir permiso para incluir las fotografías y los enlaces a las imágenes, si parece adecuado, por cortesía, incluir la referencia a la fuente de donde se obtienen.
La puntualización: cuando se dice que la estructura soporta una carga de 100kg/m2, se refiere a una carga de 100kg por cada m2 de toda la superficie (ej. ilustrativo: un forjado de 100m2 soportaría 10.000kg de personas situadas en esa superficie (unas 143 personas de 70kg en una sala de 100m2…con una persona más acabarían todas en el piso de abajo ;))
Respecto al tema de las bajas en las ofertas, en parte estoy de acuerdo, pero la cosa tiene mucho más miga de lo que parece…
Lo dicho, felicidades y gracias por el artículo. Seguiré pendiente del Blog.
Saludos,
Daniel
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Muchas gracias por la puntualización, Daniel. Ese dato acerca de la carga soportada lo tomé tal y como viene expuesto en el informe técnico elaborado. El supuesto de que con dos personas de 70 kg el piso se vendría abajo es mío, claramente un error de mi parte.
En cuanto al tirón de orejas…, admitido y recibido. Muchas de las fotografías contemporáneas están hechas por mí, otras no, pero suelen estar tomadas de las páginas de internet cuyo enlace ofrezco en el texto, de manera que es fácil saber su procedencia. No pretendo ocultar nada. Las fotos existentes en esta entrada, por ejemplo, son mías, las hice yo; no así el plano ni las secuencias fotográficas enlazadas. En todo caso, procuraré ser más explícito.
En cuanto a lo de la mayor miga existente en las bajas de las ofertas…, cuente, cuente. Estamos interesados, mucho.
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Muy interesante el artículo. Yo También estudié en el instituto Trueba, no sé si la arquitectura de Líbano me influyó en la decisión de ser arquitecto, quién sabe. Yo estudié del 80 al 84, y recuerdo que el trato con los profesores era muy cercano, en COU incluso tomábamos algo con ellos en el bar durante los descansos.
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Gracias, Roberto Laso, por tu comentario, ¡quién sabe lo que influye en nuestras decisiones! Me gusta la idea de que Líbano pudiera haber influido en tu decisión de ser arquitecto -no es mal arranque profesional- y que 40 años después este artículo haya vuelto a reunirnos a nosotros dos, al menos de manera virtual, ya que coincidimos en 1980 en este instituto, yo como profesor de Historia y tú como alumno.
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