Javier González de Durana
Ayer ofrecí el listado completo de los equipos admitidos que presentaron su candidatura para la selección de los seis finalistas. Habría que añadir el nombre del estudio suizo Herzog & DeMeuron, a quien se le dio -junto a otros dos equipos aspirantes- un aviso y plazo para completar/enmendar la documentación presentada, pero por el motivo que sea no lo hizo y, por tanto, quedó fuera de juego, no admitido. Una lástima.
Al analizar el éxito de la convocatoria se me ocurren dos razones que lo explican. Por una parte, el atractivo de Bilbao como escenario para la arquitectura contemporánea provoca que los más relevantes profesionales, con estudios en cualquier lugar del planeta, deseen tener una obra suya en esta ciudad. En segundo lugar, imagino que Miguel Zugaza ha desplegado gestiones personales para animar a ciertos profesionales a que presentaran su candidatura.
Es sorprendente que haya habido una respuesta tan buena porque la obra a acometer no es grande ni tendrá mucha visibilidad. Sin embargo, sí será difícil y, por ello, alcanzar todos los objetivos con brillantez procurará mucho prestigio profesional. La mayor parte de la actuación ocurrirá puertas adentro y en el subsuelo. Se promete un edificio nuevo, exento o adosado, pero por fuerza no podrá tener un gran volumen, aunque aspirará a ser -tendrá que serlo- una obra maestra, una pequeña joya, por dentro y por fuera.
Me gustó mucho que, en la composición del equipo que habría de formar la empresa adjudicataria, las bases del concurso exigieran que hubiese, entre otros responsables técnicos, “una persona especialista en restauración y/o historiador/a del arte, titulado/a en Conservación-Restauración o Bellas Artes, Historia del Arte”. La constitución de un equipo con un amplio grado de conocimiento y capacitación en el ámbito museístico y de la rehabilitación de edificios históricos requería de la participación no sólo de técnicos y arquitectos, sino también de una implicación desde las humanidades, la historia o el conocimiento de la vida material de las obras de arte.
El Jurado que deliberó en la selección de los seis equipos finalistas estuvo presidido por el propio Zugaza, siendo los otros componentes la gerente del Museo de Bellas Artes, Leire Jaureguibeitia, como secretaria (con voz, pero sin voto), y como vocales, Matxalen Acasuso, arquitecta, decana del COAVN Colegio Oficial de Arquitectos Vasco-Navarro; Zuriñe Antoñana, restauradora, jefa del Servicio de Patrimonio de la Diputación Foral de Bizkaia; Luis Antonio Fernández Galiano, arquitecto; Miren Lorea Bilbao, ingeniera, gerente de la UPV/EHU; Gorka Martínez, abogado, director de la Obra Social de la BBK; José Ángel Muñoz, historiador del arte, viceconsejero de Cultura, Gobierno Vasco; Mikel Ocio, arquitecto, director del Área de Planificación Urbana, Ayuntamiento de Bilbao; y Patricia Urquiola, arquitecta.
Puedo imaginar las consideraciones de todos ellos en los debates que se debieron de plantear durante la deliberación del Jurado. Sin embargo, también supongo con mucho fundamento que las opiniones de Fernández Galiano no fueron las de menor peso e influencia, ni mucho menos. Elegir sólo seis nombres en un abanico tan amplio y prestigioso de nombres no tuvo que ser fácil. Me gustaría ahora observar con cierta atención al grupo seleccionado para la fase final.
Seis equipos entre los que hay dos españoles (Moneo y Nieto Sobejano), uno británico (Foster), uno danés (Bjarke Ingels), uno noruego (Snøhetta) y uno japonés (SANAA).
Snøhetta tiene estudio en Oslo, pero también en Nueva York, Innsbruck, San Francisco, París y Hong Kong. Foster mantiene equipos operativos en Londres, Abu Dabi, Bangkok, Pekín, Buenos Aires, Dubai, Hong Kong, Madrid, Nueva York, San Francisco, Shanghai, Singapur y Sydney. Bjarke Ingels posee sedes en Copenhague, Nueva York y Londres. Nieto Sobejano trabaja con estudios en Madrid y Berlín…, en fin, se trata de estudios que actúan en cualquier lugar del mundo; de hecho, son empresas globales.
Sólo Moneo tiene un edificio construido en Bilbao, la Biblioteca de la Universidad de Deusto. Foster fue el autor del Metro, por supuesto, pero no es un edificio. Le falta.
Hay tres Premios Pritzker: Moneo (1996), Foster (1999) y SANAA (2010). Hay dos mujeres liderando equipos (Fuensanta Nieto y Kazuyo Sejima). Cuatro estudios vascos son colaboradores: Luis Mª Uriarte con Foster, Iñaki Aurrekoetxea con SANAA, José Ramón Foraster con Snøhetta y AZAB (Cristina Acha, Miguel Zaballa, Ane Arce e Iñigo Berasategui) con BIG.
Aurrekoetxea ha tenido alianzas anteriormente con otros estudios foráneos en Bilbao: lo hizo con Arata Isozaki en Uribitarte y con Robert Krier en la Plaza Euskadi. No me consta que Uriarte, Foraster y AZAB hayan tenido este tipo de colaboraciones.
Uriarte fue el arquitecto que llevó a cabo la remodelación del museo de 2001 y en su equipo estaba entonces Foraster. Ahora cada uno va por separado, pero buscan la oportunidad de volver a trabajar en el edificio para el que ya lo hicieron hace casi veinte años.
Por su parte, Zugaza no sólo se ha entendido con estos dos últimos, sino que también lo ha hecho con Moneo (claustro de los Jerónimos) y con Foster (proyecto del Salón de Reinos), en ambos casos desde el Museo del Prado. En fin, si tuviera que aventurar una plancha ganadora en función de los nombres mencionados creo que lo tendría claro, pero no me arriesgaré. Todos tienen la capacidad necesaria para presentar un magnífico proyecto, sin duda, pero algunos pueden contar con la ayuda de influencias políticas. Esperemos que esto último no afecte en nada y sólo primen la calidad, la idoneidad y el diseño. Vamos a ver las ideas que presentarán de aquí a pocos meses.
Otro día me referiré a algunos de los llamativos equipos que, habiéndose presentado como candidatos, quedaron fuera de la selección final.