Javier González de Durana
Ayer lunes 15 de enero se procedió al desmontaje de la exposición titulada Paisajes y Pasajes, integrada por esculturas de Ángel Garraza y José Ángel Lasa. La oportunidad para haberla visitado había finalizado el sábado anterior, día 13, lo cual significa que, habiéndose inaugurado el 27 de diciembre, la apertura de la sala para disfrutar de su contenido fue de dieciocho días, un plazo de tiempo extremadamente breve para el enorme esfuerzo, artístico y económico, que los artistas tuvieron que desplegar.
Aunque la oportunidad de visitarla presencialmente haya acabado, sin embargo, gracias a la tecnología ahora se puede visitar de manera virtual por medio de una herramienta que permite visualizar cualquier espacio en 360 grados en todas las direcciones, no todas las direcciones de un círculo, sino todas las de una esfera. Es como el Google Street View, pero más sofisticado. Las posibilidades de esta tecnología se han aplicado a Paisajes y Pasajes. El autor de este trabajo, cuyo enlace pongo a disposición de quien quiera verlo (lo recomiendo), es Juan Ignacio Llana Ugalde.
La exposición de Lasa y Garraza fue de arte, pero al haber tenido lugar en un sólo y amplio espacio, la traigo a este blog de arquitectura por la posibilidad de visualizar el espacio arquitectónico con las esculturas en él. Este es el enlace. Y este es otro ligeramente diferente.
A propósito de esta exposición escribí un texto titulado Paisajes sin pais que reproduzco aquí:
La noción de paisaje en el arte implica la representación reconocible de elementos que podemos encontrar en la Naturaleza sin importar lo amplios y significativos que esos elementos puedan ser, pues tal noción abarca desde lo cercano y concreto (el fragmento de un hermoso jardín doméstico, una anodina esquina urbana…) hasta lo distante y general (el territorio abarcado desde una elevada montaña, el horizonte marino visto desde la costa…). También existen los paisajes emocionales, sin voluntad de representación e interpretados como descripciones pasionales o mentales del ser humano porque remiten a estados de ánimo, territorios de sensaciones, demarcaciones que aglutinan impresiones psíquicas…
El paisaje es una construcción cultural. Cuando contemplamos la Naturaleza no vemos paisajes, sino Naturaleza más o menos intervenida por el ser humano. El paisaje es una elaboración mental en la que, por supuesto, interviene esa Naturaleza, pero también toda una larga serie de referencias pictóricas, literarias, musicales, científicas… que nos permiten concluir que tal o cual fragmento del territorio que se abre ante nosotros constituye un paisaje, esto es, un lugar culturalmente elaborado en el que “lo natural” interviene mucho, poco o nada.
Ángel Garraza (Allo, Navarra, 1950) y José Ángel Lasa (Legorreta, Gipuzkoa, 1948) han manejado desde hace décadas materiales que tienen una relación no tanto con el paisaje como directamente con la tierra: Garraza emplea barro, arcilla y fuego, Lasa transforma raíces y ramas. En ambos casos, lo subterráneo y lo aéreo, la oscuridad y la luz. Por tanto, de manera indirecta, estos dos escultores tienen relación con el paisaje y la Naturaleza, al considerar a ésta última como su fuente proveedora de las materias primas que utilizan.
Pero Garraza y Lasa no están en una exposición relacionada con el paisaje por ese motivo, más instrumental que estético. La razón que les vincula al tema de esta exposición es más sutil: la voluntad por construir un paisaje no representativo ni emocional que se ofrece a la mirada para que, al recorrer y penetrar en el signo, otorgue significado y sentido de lugar a lo mirado, no de sitio físico, sino de espacio visual creado culturalmente. Las esculturas de Lasa y Garraza funcionan como vías de acceso o pasajes hacia otra manera de entender el asunto: el de la artificiosidad hecha naturaleza y donde la idea de paisajismo se halla implícita, pero desterritorializada. Son, de hecho, paisajes sin país.
Garraza presenta dos piezas cerámicas principales. Una de ellas recorre la pared en reticulada composición de elementos con aspecto idéntico y que sólo parecen diferenciarse en la división blanco/negro, pero que al observar cada pieza manifiestan complejidades heterogéneas a modo de micro-territorios: superficies montañosas cruzadas por valles y barrancos; relieve mural en el que un orden ortogonal se contrapone a la diversidad individual. En la otra obra, de suelo, una doble formación circular de botas, orientadas hacia el interior del circulo, sugiere un imposible paseo tanto por la realidad como por los micro-paisajes que las coronan, invirtiendo el sentido lógico de ‘botas para caminar sobre el territorio’.

Lasa ofrece un doble registro paisajístico. Por una parte, dibuja horizontes, describe cobijos (aterpeak) y despliega cartografías murales (mapa kognitiboak) con ramas y raíces arbóreas; ya la utilización de términos tan vinculados al territorio como cobijo y mapa apunta a la voluntad de referirse a lugares de observación y a descripciones gráficas de áreas de conocimiento. Por otra parte, el uso de materiales como ventanas de autobús y exhibidores de postales se relacionan con lo territorial como elementos construidos para ver paisajes -ciudad/campo, artificio/naturalidad, en convivencia o contraposición- desde el trayecto de un viaje o para imaginarlos por medio de su representación fotográfica estereotipada, pero que en el caso de Lasa sirven para contemplar lo que Clement Greenberg hubiera llamado “campos de color”.
