Mugak. Palabra de Le Corbusier.

Javier González de Durana

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El pasado 6 de octubre se cumplieron 130 años desde el nacimiento de Charles Edouard Jeanneret-Gris (6 de octubre 1887- 27 de agosto 1965) y hoy, jueves 9 de noviembre, el arquitecto Alain Tavés disertará sobre el «Pabellón Le Corbusier en Zurich». Tavés fue colaborador suyo entre 1959 y 1965, participando en el desarrollo de varios proyectos y responsable de algunos de ellos, como la Casa de la Cultura y Palacio de Congresos, en Estrasburgo, y el Centro de Cálculo Electrónico de Olivetti, en Rho-Milán. Para celebrar tanto esa efemérides como la presencia de Tavés en San Sebastián, traigo aquí una selección de sentencias, frases y aforismos tomados de diversas publicaciones que reúnen los textos, ensayos y conferencias de Le Corbusier.

Tavés describió así el estudio de Le Corbusier en el 35 de la rue de Sèvres en Paris: «El atelier de rue de Sèvres tenía una planta rectangular muy alargada, delimitada en los lados largos por una pared con grandes ventanales y por el muro de una iglesia que formaba parte de un monasterio jesuita. El atelier se encontraba en el primer piso de un viejo edificio que miraba hacia un claustro. Para llegar se tenía que pasar por la portería, cruzar el claustro de los monjes y subir una escalera hasta llegar a la entrada. En la pared de la entrada había un gran dibujo de la Grille CIAM, al lado de la oficina de las secretarias, el estudio de Le Corbusier, luego otra habitación, en la que había estado el estudio de André Wogenscky, y al final un largo espacio, parecido a un corredor, con las mesas de trabajo de los dibujantes y proyectistas.

En la sala había una gran pizarra colgada, donde Le Corbusier y nosotros dibujábamos mientras se discutía sobre los proyectos, y al lado una gran butaca que utilizábamos para dormir, alternándonos cuando había entregas. Cuando esto pasaba, después de haber trabajado toda la noche, la mañana temprano volvíamos a casa un momento, para lavarnos y cambiarnos de ropa, y enseguida volvíamos al atelier y continuábamos el trabajo.

El hecho de que hubiese al lado del estudio un monasterio creaba una atmosfera particular y de gran sugestión, sobre todo durante algunas horas del día. Recuerdo en particular que cada tarde, mientras nosotros dibujábamos en nuestras mesas, en el estudio resonaban los cantos de los monjes que en coro entonaban la oración de la tarde«.

A la pregunta de cómo trabajaba Le Corbusier, Tavés dijo que «el suyo era un trabajo creativo y riguroso. Mientras trabajábamos era normal que se acercara a uno de nosotros y, de repente, nos preguntara de forma provocadora, casi atacándonos: ‘¿por qué has elegido de hacer esto?’. Todos nos quedábamos desconcentrados y no sabíamos bien cómo contestarle. Después, a lo mejor el día siguiente, encontraba en mi mesa un regalo firmado por él con escrito ‘para Tavés, con amistad y afecto’. Podía ser un libro, o algo más especial, como un dibujo.

A veces, para guiarnos en el trabajo, nos daba un dibujo; otras veces, solamente un croquis, y tampoco muy bien definido. A menudo, al principio, era un croquis muy pequeño, formado por pocas líneas donde dentro había representado todo y nosotros teníamos que descubrir los contenidos. Era como un pequeño insecto o un pequeño huevo. Antes de que este ‘huevo’ se abriera para hacerse ‘un insecto que vuela’, teníamos que trabajar mucho. Nos costaba entender cómo llevar adelante el proyecto, ¡era increíble! A veces hablábamos entre nosotros para tener una ayuda y luego Le Corbusier volvía y corregía lo que habíamos hecho. Antes que el ‘huevo’ se trasformara en algo acabado pasaba mucho tiempo, a veces un tiempo muy largo, otras veces en cambio el trabajo iba bastante rápido, como el proyecto para el Hospital de Venecia, que tardó un año.

Jullian (se refiere al arquitecto chileno, Guillermo Jullian de la Fuente, quien entró al estudio al tiempo que Tavés) era muy bueno en desarrollar y transformar los primeros croquis en verdaderos proyectos, y a Le Corbusier gustaba mucho esto.

Le Corbusier venía cada día a corregir nuestro trabajo. Utilizaba grandes hojas de papel sulfurizado que ponía sobre los dibujos, calcaba el proyecto y dibujaba diferentes posibilidades y propuestas. Sobre la hoja luego escribía sus iniciales, LC, y la fecha. Algunos dibujos se quedaban sobre la mesa, otros los cogíamos para estudiar mejor el proyecto. Jullian poseía una gran colección de estos dibujos y de esto vendió también algunos. Yo tengo uno o dos dibujos, que Le Corbusier desde la India me enviaba para explicarme lo que tenía que estudiar y desarrollar del proyecto que estaba siguiendo. Dibujos que luego he conservado«.

Son muy recomendables las dos entrevistas que Silvia Bodei le hizo a Alain Tavés en marzo y abril de 2009.

Estamos asistiendo a la Bienal donostiarra con la esperanza de encontrar, entre sus exposiciones, conferencias, talleres y demás actividades, ideas que iluminen el momento presente de la arquitectura y sus fronteras, de igual modo que las siguientes reflexiones de Le Corbusier arrojaron luz sobre las de su tiempo:

* Entre el horizonte y mis ojos, se ha producido un hecho sensacional: una roca vertical, una piedra de granito artificial está ahí́, enhiesta, como un menhir; su vertical forma, con el horizonte del mar, un ángulo recto. Cristalización, fijación del lugar. Esto es un lugar donde el hombre se detiene porque hay sinfonía total, magnificencia de afinidades, nobleza. Lo vertical fija el sentido de lo horizontal. Lo uno vive a causa de lo otro. He aquí unas potencias de síntesis.

* He experimentado en una vida desprovista de quietud, en una vida llena de incesantes inquietudes, la profunda alegría del cómo y del por qué.

* No he tenido nunca más que un maestro: el pasado; una sola formación: el estudio del pasado. He sacado del pasado la lección de historia, la razón de ser de las cosas. Todo acontecimiento y todo objeto están “en relación a”. La historia se halla inscrita en los trazados y en las arquitecturas de las ciudades. Mis ideas revolucionarias están en la historia, en toda época y en todos sus países.

* La arquitectura es un acto de voluntad consciente. Hacer arquitectura es poner orden.

* Por fin podremos hablar de arquitectura, después de tantos silos, fábricas, máquinas y rascacielos. La arquitectura es una obra de arte, un fenómeno de emoción, situado fuera y más allá́ de los problemas de la construcción. La construcción tiene por misión afirmar algo; la arquitectura, se propone emocionar. La emoción arquitectónica se produce cuando la obra suena en nosotros al diapasón de un universo, cuyas leyes sufrimos, reconocemos y admiramos.

* La arquitectura árabe nos aporta una preciosa enseñanza. Se aprecia en marcha, con los pies; es en marcha, al desplazarse, que vemos revelarse el orden de la arquitectura. Es un principio contrario a la arquitectura barroca que se concibe sobre el papel, alrededor de un punto fijo teórico.

* Hay que construir ciudades enteras pensando en un mínimo de confort, cuya ausencia prolongada hace oscilar el equilibrio de las sociedades. La ciudad no es más que una parte del conjunto económico, social y político que constituye la región.

* La política devora las energías. La política no es una función constructiva; es una criba que solamente actúa por eliminación.

* Organizar es hacer geometría; hacer geometría en la naturaleza o en el magma surgido “naturalmente” de las agrupaciones de hombres en aglomeraciones urbanas, equivale a hacer cirugía.

* Lo maravilloso está en la exactitud. Lo duradero está en la perfección. La vida está hecha con un cálculo exacto. El sueño sólo se apoya sobre realidades esenciales. La poesía sólo procede mediante hechos exactos. La poesía es un acto humano: las relaciones concertadas entre imágenes perceptibles. El lirismo sólo tiene alas sobre la verdad. Sólo lo genuino nos conmueve. La arquitectura se propone emoción.

* No se revoluciona revolucionando: se revoluciona solucionando.

Ahora escuchemos al discípulo.

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