Javier González de Durana
Una exposición por sí misma no hace una Bienal, pero en ocasiones sólo una exposición es suficiente para justificar la existencia de una Bienal. Naturalmente, hay otros componentes interesantes en Mugak, pero esta exposición tiene tal nivel que a los ojos de algunos puede empequeñecer otras acciones que al amparo del evento se desarrollan estos días. En particular, deja a mucha distancia las otras exposiciones que conviven con ella en el Palacio de Miramar, salvedad hecha de la dedicada a Luis Peña Ganchegui. Creatividad compartida nos muestra el trabajo realizado por el equipo RCR Arquitectes (Rafael Aranda, Carme Pigem, Ramón Vilalta), ganadores del Premio Pritzker, durante los últimos 25 años, prácticamente toda su existencia desde que se constituyeron en 1988.
Si bien lo que puede visitarse es una fusión que reutiliza contenidos y museografías de tres exposiciones anteriores celebradas en el Palau Robert y el centro Arts Santa Mónica, ambos en Barcelona, y el Museo ICO, en Madrid, cualquiera diría que el montaje y los materiales fueron diseñados específicamente para el Palacio de Miramar. Sorprendentemente, dada la complejidad espacial y exuberancia decorativa de Miramar, el contenido expuesto encaja como anillo al dedo con el lugar y la arquitectura histórica no incide para perjudicar ni pesar en la visualización de lo expuesto. Es más, tenidas en cuenta las características formales de la museografía específica -radicalmente distintas de las palaciegas- se podría decir que no sólo conviven muy bien, sino que empatizan y se fortalecen mutuamente.
La exposición se organiza en torno a los siete temas que RCR considera básicos y principales en su trabajo: (1) la mediación con el paisaje, (2) el espacio, (3) la presencia del tiempo, (4) la función pública y social, (5) la estructura y la materialidad, (6) el sistema y, finalmente, (7) la desmaterialización y la transparencia. En todo caso, al contemplar su trabajo se detecta que estos principios no funcionan de manera separada unos de otros, sino que se superponen. Si hubiera que resaltar uno de los aspectos citados podría asegurarse que la simbiosis con la naturaleza, sin límites, el puro espacio, es el más trascendental porque RCR busca realizar una arquitectura que sea naturaleza, no algo construido en la naturaleza con la que mas o menos dialoga, sino naturaleza misma. Nada es más perfecto que la naturaleza, dicen, y aspiran a estar en ese nivel en el que la fusión de lo artificial y lo natural haga indistinguible lo uno de lo otro. Un nivel en el que buscan tanto hacer arquitectura como ser paisaje. Paisaje y arquitectura se conciben de forma integrada; la naturaleza se capta, se interpreta y se realza.
Hasta tal punto aspiran a ser paisaje que cuando les encargaron una silla de trabajo acorde a las características de determinado afamado escritor lo que les salió fue una ‘chaise-longue’ como un micro-paisaje singular, una antropografía, esto es, una tumbona de topografía orgánica ajustada exactamente a las formas del cuerpo y gestos habituales del escritor en sus momentos laborales.
La vivienda se piensa y se proyecta para un nuevo sujeto contemporáneo, que RCR entiende como el hombre-nube y la mujer-nube, un ser en el que están presentes el deseo de vuelta a la naturaleza y la consciencia del vacío, y que a la vez vive la intensa utilización de los nuevos medios electrónicos para la comunicación y transmisión de información. Un ser humano al que la era electrónica le ha de permitir volver a la naturaleza, natural o artificial. Tras este pensamiento hay una exigencia permanente: volver a aprender a vivir. Como en el cuento de Julio Cortazar, dentro de Historias de cronopios y famas, en el que se enseñan «las instrucciones para subir una escalera«, RCR nos dice que debemos hacer todo de nuevo, no sólo el proceso iniciático de subir una escalera, sino también los de cocinar, comer, guardar, ir al baño, lavarse o dormir. Por ello atienden también a la invención de elementos de diseño industrial: bancos, lavabos, duchas, un inodoro que se esconde en un muro…, lo cual los emparenta con el empirismo norteamericano de la casas de Frank Lloyd Wright, los inventos y artilugios imaginativos de Ray y Charles Eames y, sobre todo, los diseños de Mary y Russel Wright.
Para estos tres arquitectos las escasas palabras que definen las obras son metáforas. La arquitectura no la entienden como un tratado de geometría y construcción, sino como la materialización de un sentimiento, de un instante vital, de una idea, de la sensación que toma forma y valor desde la vida. La imaginación es el principio de su proceso creativo. RCR imagina ideas y conceptos, no formas, en todos los terrenos posibles y hacen visible lo imaginado al convertir lo imaginario en líneas, en representación. Así, la idea se convierte en forma y la representación de lo imaginado en materia manifiesta que, a su vez, deviene en la obra de arquitectura.


Un buen proyecto necesita razones, explicaciones y comentarios. Un proyecto profundo toca los sentidos y en ese punto los pensamientos se disparan a otros lugares. Un proyecto hermoso, al mostrarse, sólo se siente y despierta el deleite, no dejando lugar para la mente. Hay un perceptible eco de filosofía oriental en su modo de pensar y expresarse, consecuencia de sus relaciones laborales con Japón.
En la práctica arquitectónica de RCR Arquitectes, desde el inicio, el dibujo y el boceto han tenido un papel primordial en el proceso de proyección y materialización de sus trabajos. Primero, realizados con lápiz y tinta china. Luego con el paso del tiempo, la aguada de tinta se convierte en un instrumento privilegiado para fijar y capturar ideas y pensamientos. La exposición muestra una amplia selección de esos papeles creativos, poniendo énfasis en las aguadas de tinta como bocetos expresivos de conceptos y primeras ideas. En el inicio de todo proyecto, antes de consensuar con el cliente nada, cuando le muestran la primera idea, lo que enseñan son estas acuarelas casi abstractas, en las que el fluir de la mano y la creatividad no han encontrado los obstáculos de herramientas plásticas duras. Las acuarelas y tintas chinas les dan total libertad, aunque el resultado sea irreconocible respecto a lo que ese edificio será. Sin embargo, es así como convencen a los clientes. Con pura emoción visual; más tarde viene el oficio.
El espacio es la materia de la arquitectura de RCR, el espacio tratado de una manera secuencial, relacionando el interior con el exterior. Una omnipresencia del espacio que se manifiesta en los grandes vacíos y un énfasis en las cualidades del espacio que acerca estos arquitectos a la tradición de la topofilia, esto es, a la capacidad de creación de espacios felices que, por sus materiales, forma, iluminación y proporción, funcionan adecuadamente para las personas.

RCR tiene un especial interés por el edificio público y la función social de la arquitectura, de lo que es buen ejemplo la Biblioteca y centro de mayores en Barcelona: se basa en la persona que pasea, que percibe y utiliza los servicios del edificio, potenciando las visuales y las relaciones, sumando tres funciones (lectura, recreo en el jardín y actividades de jubilados) y favoreciendo el encuentro entre generaciones. Se crea una especie de bosque, denso y translúcido, lleno de atmósferas, a la vez que re-interpreta la estructura del Ensanche de Cerdá.
La esencia de cada intervención es la materialidad, la materia, los materiales, como las interesantes exfoliaciones, puras texturas de madera, hierro, acero, greda… exfoliaciones que son también capas de reflexión que se rebanan y se muestran, que contienen todo el proyecto y en las que todo el proyecto puede adivinarse. Cada obra comporta una visión cercana a partir del carácter táctil, rugoso, perceptivo. El Musée Soulages, en Rodez (Francia), es la demostración culminante de ello, una arquitectura musical, vibrante, como un acorde único, en donde todo está pensado para ser sentido. Inmejorable solución para un pintor que hizo del color negro un acorde cromático único.
RCR se esfuerza por captar, mostrar y atesorar la presencia del tiempo en sus espacios. Su materialidad está pensada para integrar el tiempo, tal como lo hace el acero Corten o las tiras de chapa de hierro que traen desde los desguaces de barcos en la India. Este transcurrir se expresa, en unas bodegas de Palamós, en los ciclos de la naturaleza manifiestos en las viñas en el exterior y en la percepción del paso del tiempo en el interior, con la franjas de luz natural y las sombras del sol y la luna, que se van desplazando, como en un templo.
Cada obra de RCR atesora unas características y se evoluciona a partir de ellas, mediante síntesis que da lugar a un nuevo paso. Existe un método, un sistema, en el que se resuelve la complejidad: la relación viva con el paisaje; la composición a base de secuencias espaciales; la función social, espiritual y comunitaria; el paso del tiempo; la fuerte presencia de la estructura, volumen y materialidad, así como la búsqueda de la ligereza, la transparencia, la inmaterialidad y, al mismo tiempo, su contraste con lo telúrico y tectónico.
En el largo mural retro-iluminado que explica la biografía del equipo se observan unos inicios geométricos y minimalistas, como consecuencia de la formación académica y el influjo de la Escuela de Barcelona, que poco a poco derivaron en comportamientos organicistas y matéricos de amplia apertura. En la actualidad no se sujetan a reglas y cada proyecto responde a las circunstancias específicas del lugar y el programa. A cada problema su solución. Nada de fórmulas.
Vista la exposición, se comprende bien por qué estos gerundenses, sin grandes aspavientos y desde Olot, ganaron el Premio Pritzker.
