/ Javier González de Durana /
En los últimos meses han tenido lugar dos noticias importantes referidas a las instalaciones del campo de fútbol de San Mamés: el premio recibido por la ampliación de la cubierta y la presentación del museo del Athletic Club. Hoy me referiré a la cubierta y en otro momento, más adelante, escribiré sobre el museo.
La cubierta. Con la Liga 2013-14 se empezaron a jugar los partidos en el nuevo estadio de San Mamés, aunque todavía no estaba completamente acabado. La Fase II con la que se remataban las obras se dio por concluida en marzo de 2015. Casi desde el mismo día de la inauguración se pudo comprobar que parte del público sentado en sus gradas se mojaba los días de lluvia. Se había prometido que esto apenas sucedería o que afectaría a muy pocos. Lo que tiene una ciudad en la que llueve a menudo es que este tipo de afirmaciones poco exactas quedan en evidencia enseguida: mucha gente seguía mojándose y la razón era que, a pesar de que este inconveniente podía haber sido tenido en cuenta y resuelto por tratarse de un estadio nuevo, la apertura de la cubierta era demasiado amplia.
Las obras del nuevo estadio, con un coste de 173 millones de euros, capaz de acoger a más de 53.000 espectadores, fueron dirigidas por el arquitecto César Azcárate y los ingenieros industriales Armando Bilbao y Óscar Malo, siguiendo un diseño de ACXT-IDOM y fachada ideada por Proiek Habitat & Equipment.
Frente al viejo estadio de San Mamés, cuya estampa final evidenciaba el haber sido construido a lo largo de años, por partes, ampliando esquinas, cubriendo graderíos, agregando pieza sobre pieza…, con resultado de una imagen global fragmentada y sin mucho carácter, únicamente vencida por el fuerte poder icónico del arco de la Tribuna principal, el nuevo estadio es resultado de una actuación unitaria y compacta, con personalidad singular y definida en toda su extensión, tanto interior como exterior; nunca mejor dicho, un campo de una pieza, sobresaliente.

En un tiempo en el que los estadios de fútbol se equiparan con los museos de arte como tipo constructivo donde dejar una huella formal espectacular por parte de un arquitecto-estrella, sorprende que en Bilbao no se eligiera otro nombre rimbombante para añadirlo a su catálogo de celebrities, sino que optara por profesionales de casa. Imagino que el motivo fue que no había razón para pagar una cantidad de dinero desmesurada por un proyecto al que no se le podían sacar muchas chispas de rendimiento económico. Un estadio es un estadio, te pongas como te pongas, y eso significa que no hay necesidad de una elevada edificabilidad ni negocio de venta por partes una vez acabada la obra. La ventaja ha consistido en poder demostrar que no hacen falta arquitectos foráneos, famosos o no, para llevar a cabo una importante obra como ésta y que el resultado deje satisfechos a todos…, menos a los que se mojaban los días de fútbol y lluvia.
La extensión de la cubierta para reducir los efectos indeseados de la lluvia sobre los espectadores se realizó durante el verano del año pasado. El 5 de mayo iniciaron las obras y el 8 de agosto el césped estaba disponible, lo cual implicó que a mediados de julio ya no se pudo trabajar sobre el terreno, sino sólo en las alturas, reduciéndose a dos meses el plazo de tiempo real para operar a ras de suelo. Realizó la obra la constructora BYCO, perteneciente a la ingeniería INBISA que ya formó parte de la UTE que antes había levantado el nuevo estadio, junto con Acciona, Murías y Altuna y Uría. Esta mejora del comportamiento del estadio respecto de la lluvia, con la reducción del 55% de la extensión del hueco de la cubierta y una rebaja del 70% de las localidades afectadas, costó alrededor de 13 millones de euros. La extensión de la visera se hizo a 40 metros de altura, en donde llegaron a trabajar hasta 200 personas.
La extensión de la cubierta originalmente diseñada y ya existente supuso la prolongación de la misma desde los 13 metros en los puntos medios de las tribunas laterales hasta los 24 metros en los cuatro vértices del estadio. El diseño de este suplemento vino aportado por IDOM, respondiendo formal y estéticamente a la imagen previa del estadio, al que se incorporó con naturalidad, sin impostaciones.
La obra requirió (1) el refuerzo de la estructura metálica original –que lógicamente no estaba preparada para recibir un suplemento de 400 toneladas de peso-, (2) el desarrollo y ejecución de la estructura metálica tridimensional en mes y medio, (3) diferentes hitos parciales de fabricación y montaje en obra, y (4) el desarrollo y ejecución del sistema de cables.
Todos los aspectos de la obra fueron singulares, pero especialmente el izado y tensado de la estructura de cables de alta resistencia que sustenta toda la prolongación de la cubierta. Esta actuación tuvo lugar entre el 15 de junio y el 15 de julio de 2016. Su ligereza permite prolongar la cubierta reforzando únicamente la estructura existente y en un plazo que no afectaba al calendario de partidos del Club. Antes de que finalizase la temporada 2014-15 se realizaron los trabajos de refuerzo de la estructura y a comienzos de la siguiente temporada se desarrollaron las actuaciones pendientes, sin que esto afectase al terreno de juego.
Además de la estructura de cables, la mayor complejidad residía en la fabricación y montaje del denominado anillo de compresión -300 toneladas-, una estructura tridimensional de acero con perfiles tubulares que se realizó en el plazo récord de dos meses. Para poder introducir algunas de las piezas del anillo en el estadio se emplearon grúas de gran tonelaje que elevaron dichas piezas desde el exterior por encima de la cubierta actual.
Al adosar una cubierta a otra preexistente que tenía pequeñas deformaciones obligó a que para cada punto del perímetro hubiera que fabricarse piezas especiales. Sin duda, aunque menos icónica que el arco, esta obra de ingeniería no es de menor audacia y sofisticación tecnológica que la lograda en 1953 por los arquitectos, Carlos de Miguel González, Ricardo Magdalena Gayán y José Antonio Domínguez Salazar, y el ingeniero Carlos Fernández Casado.
Como reconocimiento de esos valores, la obra recibió a comienzos del pasado verano el Premio ACHE a la mejor estructura de fachadas y cubiertas durante los III Premios de Ingeniería de ACHE, enmarcados en el VII Congreso de la Asociación Científico-Técnica del Hormigón Estructural, entidad de carácter no lucrativo y declarada de utilidad pública.
El Museo del Athletic, entre los interesantes objetos e imágenes que ya comentaremos, presenta una fotografía que yo desconocía y no me resisto a mostrar. Se trata de una vista área tomada hacia 1955-56 en la que se observa el estadio con la nueva Tribuna principal y su arco, la maravillosa Escuela de Ingenieros en construcción muy avanzada (fue inaugurada en marzo de 1958) y con los primeros movimientos y levantamientos de la no menos espléndida primera Feria de Muestras de Bilbao, inaugurada en agosto de 1957. Al fondo, la ría con numerosos barcos atracados en la orilla izquierda. Esta dos obras (escuela y feria) fueron diseñadas por el arquitecto Jesús Rafael Basterretxea en un momento pletórico de su trayectoria, colaborando con él en la Feria de Muestras sus colegas José Chapa y Francisco Hurtado de Saracho. Este conjunto de Tribuna+arco, Escuela y Feria, realizados en el plazo de muy pocos años, configuró uno de los momentos más interesantes y decididamente modernos del siglo XX en la arquitectura de Bilbao. La Feria de Muestras ya no está, el campo de futbol es otro, encontrando el arco una nueva vida en Lezama, y la Escuela de Ingenieros ha sido alterada hasta casi convertirse en algo irreconocible… y todo ello en poco más de medio siglo.
A la vista de la fugacidad de lo moderno -todo lo sólido se desvanece en el aire-, uno no puede dejar de preguntarse cuánto tiempo durará este nuevo estadio.