/ Javier González de Durana /
Hasta el 15 de octubre el Museo de Arte Contemporáneo de Barcelona (MACBA) presenta la exposición titulada Forensic Architecture. Hacia una estética investigativa, en la que se plantea la pregunta de si la arquitectura puede convertirse en herramienta con la que incidir en los conflictos actuales. Forensic Architecture (FA) es una agencia de investigación de arquitectura, compuesta también por artistas, cineastas, periodistas y abogados, fundada por Eyal Weizman en 2010. Tiene su sede en la Universidad de Londres y construye pruebas espaciales para ser presentadas en el contexto de conflictos urbanos, bélicos o sociales.
Eyal Weizman entiende la idea de conflictos urbanos como aquellas situaciones propias de nuestra contemporaneidad que abarcan desde las guerras hasta los abusos de los derechos humanos e incluso acciones de violencia ambiental. FA reúne archivos de pruebas sobre esos conflictos y crea metodologías de análisis como manera de intervenir políticamente en el terreno de los derechos humanos.
¿Cómo puede la arquitectura utilizarse para defender derechos? Si se lanza un misil contra una vivienda se estudia el registro visual ese impacto y se utiliza ese dato, visible y/o invisible, a través de herramientas -no solo teóricas- como la animación o el modelado en 3-D, para dar pie a todo tipo de pruebas, las cuales pueden también nacer de testimonios -que son recreados- o registros que se toman a la par que transcurren los acontecimientos gracias a los medios digitales. Cada vez que hoy surge un conflicto son cientos las personas que encienden sus móviles. Se genera así un nuevo concepto de verdad como proyecto frágil, colectivo y de ardua reconstrucción.
Hay que tener en cuenta que, si bien hay legislaciones nacionales muy precisas sobre la manera de recabar información sobre estos conflictos, muchos de los tribunales o foros que los juzgarán no existen antes de cometerse los crímenes, pues se constituyen después de recabar las pruebas. FA piensa que cuando una vía judicial se agota es necesario crear nuevos foros públicos para exponer las conclusiones.
Los investigadores de FA son forenses, aunque no diseccionan cadáveres ni realizan osteobiografías. Forenses de la arquitectura, que no se limitan a emitir informes sobre el alcance de un daño en una construcción. Van mucho más allá. La guerra contemporánea se ha convertido en un asunto urbano. La mayoría de los conflictos actuales tienen lugar en ciudades; la mayoría de los civiles que mueren lo hacen en sus propias casas. Los escenarios urbanos destruidos dejan indicios, huellas y pruebas que pueden ser interpretadas para reconstruir, a partir de ellas, relatos del conflicto bélico, violaciones de derechos humanos y crímenes de guerra. El misil Hellfire fulminó en el acto a los cuatro ocupantes de un pequeño piso de la ciudad de Miranshah, en Pakistán. Para contar su historia no quedó más que su ausencia. Literalmente: el hueco de pared limpio de fragmentos de proyectil. Una aparente nimiedad a partir de la que el equipo de FA reconstruyó la trayectoria del misil hasta el dron que lo disparó y hasta aquel que apretó el gatillo, el gobierno de los Estados Unidos.
El alcance de la validez de estos registros es enorme. Han sido incluso utilizados jurídicamente, presentando pruebas espaciales ante tribunales internacionales, lo que demuestra lo mucho que pueden aportar las culturas visuales.
La arquitectura forense recurre al trabajo de los peritos que tasan los daños y la integridad estructural de los edificios en contextos judiciales. Para estos analistas un edificio no es una entidad estática. Antes bien, su forma experimenta cambios continuos debidos a influencias externas. Los distintos componentes materiales de un edificio -acero, yeso, hormigón o madera- se mueven a distintas velocidades como respuesta a la fuerza constante de la gravedad, la influencia del clima, los hábitos de uso… y también a la fuerza excepcional de un impacto. Los peritos ven los edificios como materia que experimenta complejos procesos de evolución y modificación, es decir: como información. Los edificios constituyen una forma más de comunicación porque registran las condiciones ambientales que los rodean; integran o almacenan estas fuerzas en deformaciones materiales y, con la ayuda de la tecnología, son capaces de transmitir dicha información.
Muchas de sus investigaciones son resultado de peticiones de ONG’s o Comisiones para la Verdad. FA siempre responde por las víctimas, las de todo tipo de abusos. La de FA es una práctica “contra-forense” en el sentido de que proporciona poder al ciudadano y demuestra que éste puede llevar a un gobierno o a una corporación (autoras habituales de los grandes abusos) a juicio, que no es exclusiva de los gobiernos la función de vigilancia.
Es una disciplina dentro de la arquitectura que se encarga de analizar las edificaciones cuando estas quiebran. De ahí el adjetivo “forense”. Eso, por un lado, pero también porque acude a la etimología del término, como lo relativo a lo que ocurría en el foro romano, “forensis”, escenario en el que las personas entraban en el debate. FA se reapropia del significado original.
Los edificios se convierten en testigos de la violencia y en pruebas del delito. El caso de Jerusalén, por ejemplo, es paradigmático. La política del gobierno israelí gira en torno a la arquitectura y el urbanismo; en torno al construir y destruir. Además de su estrategia de ocupación territorial, despliega también una arquitectura de la violencia, donde cada elemento está diseñado para garantizar la separación entre las dos partes de la ciudad y perpetuar el control israelí sobre Palestina.
La presentación en el MACBA se realiza mediante tres capítulos. La primera sala se titula Proposición. Allí se delimita el marco histórico y teórico de la arquitectura forense. Se detallan los principios, los métodos y los conceptos. También se cuentan las contradicciones de este tipo de discurso. Por ejemplo, entender que la verdad a la que quiere llegar un colectivo como FA no es la positivista, objetiva y pasiva, la que un investigador busca de forma neutra, sin claras convicciones sociales y políticas. El investigador de FA no es un tipo desinteresado. Es un activista, un ser comprometido. La limitación mayor es que, muy a menudo al no poder entrar en persona en territorios sobre los que investigan, como la franja de Gaza, lo hacen a través de testimonios e imágenes de otros.
En la siguiente sala, Investigaciones, presenta una serie de casos recientes realizados por FA. Comienza con lo corporal y la exhumación del nazi Josef Mengele, porque dio inicio al giro forense. De ahí se pasa a la escala de una habitación, con el análisis de un ataque estadounidense mediante drones en Waziristán (Pakistán). Se analiza un centro de tortura sirio, el de Saydnaya, del que sólo existía una imagen satélite aérea, pero con declaraciones de los presos, a los que se tenía a oscuras, se reconstruyeron sus interiores a través de técnicas de modelaje 3-D. Se entra en la escala planetaria con “Forensic Oceanography”, con el mar como superficie en la que es difícil rastrear las huellas de violencia. Presentan otros casos, como un hospital de Alepo bombardeado por Rusia mientras Moscú mantenía su inocencia, o un grupo de migrantes en patera abandonados a su suerte mientras decenas de barcos cercanos quedaban mudos. Todos resultan una mezcla de geopolítica, arquitectura y género negro donde la solución se encuentra siempre a un píxel de distancia.
La tercera y última sala se llama Centro de Naturaleza Contemporánea, en la que se analizan los “ecocidios”, en Indonesia, Brasil, Nigeria…, porque la Naturaleza ya es también un sujeto tan violentado como las personas.
Para considerar si lo que hace FA es arte político o no hay que analizar cómo han sido utilizados históricamente los recursos del arte político o los dedicados a la defensa de los derechos humanos, generando compasión o usando como puntos de difusión los centros de derechos humanos. FA intenta entender el potencial de determinadas prácticas estéticas, pero no usa el arte para reflexionar sobre política. No es un intento de mera documentación o de crear un objeto destinado a la especulación monetaria. El fin de la práctica de FA no es el museo, aunque lo utiliza si puede.
Su propósito es luchar contra la propaganda institucional, sin convertirse en una nueva propaganda. La propaganda estaba originalmente destinada a construir hechos, no a documentarlos. Los hechos que FA quiere reconstruir generalmente tienen naturaleza de violencia estatal, son hechos que los Estados deliberadamente ocultan, pero que quedan “registrados” en los edificios. No hacen propaganda porque su papel es exponer la que ya lo es, diferenciándola de la información y los hechos contrastados.
FA aporta valor a los medios digitales y las redes sociales. Las informaciones son recibidas siempre de primera mano. Son fuentes que no han sido destiladas. Son registros de ciudadanos, de sus teléfonos móviles. La cuestión tiene que ver con entender los tipos de fuente, pero, al saber que eso también es manipulable, parte del trabajo de FA consiste en verificar las fuentes. Aunque sean 7.000 imágenes, como en el caso del bombardeo de la ciudad palestina de Rafah por artillería y aviación israelí en 2014, a las que se busca su lugar en una maqueta 3-D. FA establece relaciones espacio-temporales de todas sus fuentes y, así, éstas se van verificando por sí mismas.
Entre la veracidad y la verosimilitud de los resultados, FA sabe que su verdad es una verdad que se construye. No pretende emular a la policía. Apuesta más por una “verdad en ruinas”, frágil.
Esto recuerda el juicio a Adolf Eichmann, quien se derrumbó a la hora de dar su testimonio. En esa incapacidad, ya estaba dándolo. Las lagunas en la memoria, un trauma o una incapacidad de verbalizar algo es una aportación válida en sí misma.
Sorprendente exposición. Me ha gustado saber de ella. En todo caso y aunque entiendo que ‘Forensic Architecture’ esté dispuesta a utilizar todos los medios y lugares posibles para realizar sus demostraciones y denuncias, no llego a comprender bien por qué un museo de arte como el MACBA la incluye dentro de su programación. Los objetivos de unos y otros, ¿no son diferentes?
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¿Qué hace una exposición como ésta en un museo de arte contemporáneo? Como te preguntas tú misma, Teresa, ¿no tienen metas distintas? Si consideramos la historia de los museos desde el punto de vista de cómo mirar y cómo presentar unos contenidos, el hecho de presentarlos en semejante marco cultural hace que el mensaje se amplifique y llega a públicos nuevos. Lo que hace Forensic Architecture es aportar unos modos de comunicar estéticamente sus contenidos al utilizar herramientas que habitualmente son utilizadas por los artistas de hoy. No sólo se sirve del espacios museísticos, sino que también absorbe las estrategias de comunicación habituales en el arte. Por eso la presentación, el aspecto formal y material, de esta exposición no se diferencia gran cosa de lo que un artista hubiera podido hacer con sus propios contenidos estrictamente artísticos (caso de creer que el arte es sólo siempre arte y no también ideología) o de lo que vemos en una oficina tecnológicamente avanzada de profesionales de ingeniería y arquitectura o en un parque-feria-salón de entretenimiento electrónico. El museo, además, es otro tipo de foro: un espacio público, de debate y, sobre todo, un ámbito para el ensayo. Si un museo puede presentar una exposición de coches o de motos, ¿por qué no podría hacerlo también con esto?
La “estética material” son los modos y los medios a través de los cuales los objetos materiales -huesos, ruinas o paisajes- funcionan como sensores y registran los cambios que se producen en su entorno. La materia puede considerarse un sensorium estético, en la medida en que sus mutaciones son indicadoras de las transformaciones y diferencias más mínimas que se producen dentro del campo de fuerzas que las rodea. Así lo razona Weizman.
Sin duda, el museo se mueve hacia otro modelo diferente del que conocimos durante el siglo XX y que la mayoría de los museos prolonga aún en la actualidad. «Forensic Architectura» ya estuvo en la última Bienal de Venecia de Arquitectura y en la Documenta XIV de Kassel.
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Acabo de saber que ‘Forensic Architecture’ va a realizar, en colaboración con el MUAC, Museo Universitario de Arte Contemporáneo, de México DF, una investigación sobre el caso Ayotzinapa, como una cartografía de la violencia.
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