/ Javier González de Durana /


Hace un par de semanas, al referirme a la capilla de Nôtre Dame du Haut, en Ronchamp, diseñada por Le Corbusier, dije que hace mucho tiempo creía que la buena arquitectura tenía la capacidad de mejorar a la gente que vivía en y con ella, pero que después, con el transcurso de los años y mucho pesar, había constatado que eso no se cumplía y que ahora me limito a abrigar cierto estado de ánimo próximo a la esperanza de que tal mejora suceda ocasionalmente, aunque lo considere improbable. Pues bien, acabo de conocer un caso perfecto en el que tal posibilidad se ha convertido en hecho gozoso: el centro de día para jóvenes con trastornos del espectro autista (TEA), inaugurado en octubre del año pasado en Derio, con diseño del estudio barcelonés AV62 Arquitectos para APNABI Autismo Bizkaia en convenio con la Diputación de Bizkaia.
Conocí a Toño Foraster, director del estudio AV62, hace doce años, cuando él y su socia de entonces, Victoria Garriga, acababan de inaugurar el Museo Cristobal Balenciaga, en Getaria, y yo recién entraba a dirigir esa institución. En los años anteriores, a Foraster y Garriga les tocó resolver el gigantesco galimatías engendrado por un tipo que había convencido a los responsables públicos en el proyecto museístico de que era arquitecto, no siéndolo. Tras lograr que se le encargara el proyecto mediante adjudicación con visos prevaricadores, diseñó (es un decir) un edificio con pocos pies y escasa cabeza, pero con muchísimas fachadas acristaladas. Al bodrio inconcluso, disparatado y megalomaniaco, parido por aquel sujeto tuvo que darle AV62 un tratamiento final razonablemente museístico y un aspecto de modernidad que con el embaucador no habría sido posible de ninguna manera. Interviniendo en apenas el 15% final de la obra, el estudio barcelonés consiguió que el Museo pareciese algo espléndido.
El de Derio es un centro polivalente que hace el número once de los que existen repartidos por este territorio y nació como servicio de atención diurna, aspirando a ser sede de muchas oportunidades de inclusión para las personas usuarias del mismo, oportunidades especialmente vinculadas a la empleabilidad. Inició su actividad el pasado mes de octubre y ofrece apoyo a veinticuatro personas adultas con autismo a través de un equipo profesional de siete personas. Los principios de intervención del centro están vinculados a la vida saludable y al bienestar de los usuarios, al apoyo a la autonomía personal, a los aprendizajes y las experiencias para la inclusión, al impulso a la participación comunitaria y al trabajo en red.


Las instalaciones tienen un diseño arquitectónico vinculado con la sostenibilidad energética, la conciencia ecológica y la sensibilización medioambiental. Disponen de 5.000 m2 de espacio natural al aire libre para cultivos o actividades de ocio y una construcción tipo invernadero de 425 m2 con una plaza interior, huertos y semilleros, espacios multiusos, zonas de estar, cocina y comedor, entre otros. Gracias al sistema de construcción en seco, su creación ha sido más económica, rápida y eficiente de lo que habría resultado mediante otros procesos tradicionales. El edificio, además, responde a criterios de accesibilidad física y cognitiva en busca de un recinto amigable para las personas con autismo y sus requerimientos específicos. En él se desarrollan dinámicas relacionadas con la sensibilización ambiental y el desarrollo sostenible a través de la jardinería y la agricultura. Se trata de un equipamiento con un gran espacio exterior donde los jóvenes tendrán una experiencia muy cercana al conjunto de técnicas y conocimientos de la agricultura y la jardinería.
La arquitectura propuesta, por tanto, responde a conceptos vinculados con la conciencia ecológica, el respeto al Medio Ambiente y la sostenibilidad total (energética, ambiental, social, cultural, y económica). Este planteamiento conforma el escenario adecuado para que, junto con los programas educativos específicos, se puedan dar mayores oportunidades de desarrollo y crecimiento a un colectivo tan sensible. Así se da cumplimiento a la misión de APNABI de proporcionar apoyos y estrategias que garanticen una respuesta integral y personalizada a los afectados con TEA, facilitando su desarrollo individual y social en el marco de su vida diaria y de forma colaborativa.
El primer proyecto para este centro de día data del año 2011, pero debido a diversas causas (cesión de la parcela por parte del ayuntamiento, cercanía a la autovía y al aeropuerto lo que obligó a lograr permiso foral y de AENA, demoras en las ayudas económicas de la Diputación, BBK y ONCE…) se fue retrasando hasta que en 2017 se reelaboró, iniciándose los trabajos en agosto del 2021. Aunque algunas diferencias entre el primer y el segundo proyecto son patentes, la idea central se ha conservado, al tiempo que el conjunto se ha enriquecido con elementos nuevos.
El programa del edificio se divide en dos áreas; por una parte, un gran espacio exterior, aunque cubierto, que funciona como “plaza” y, por otra parte, una serie de talleres o módulos “interiores” conformados con estructuras y paneles de madera en los que se desarrollan las actividades educativas más un espacio polivalente, un espacio de estar y de descanso, una cocina accesible solamente para el personal a cargo, un comedor, y espacios comunes interiores y exteriores.
El proyecto plantea un volumen interior para los talleres dentro de un volumen tipo invernadero. Este sistema ofrece varias ventajas para el conjunto, desde un punto de vista espacial, experiencial y de sostenibilidad.
El edificio cuenta con una “envolvente bioclimática”, un sistema comparable al de un invernadero agrícola, que regula mediante aperturas y cierres automáticos la captación de la radiación solar y la ventilación. La piel exterior se adapta domóticamente, abriéndose o cerrándose en función de la temperatura, la humedad, el viento y la radiación solar exterior para conseguir en cada momento las mejores condiciones bioclimáticas e higrotérmicas. Esta piel blanca derrama una luz homogénea y clara por el interior del «invernadero». Se consigue así un espacio intermedio con una temperatura que oscila entre los 16 º y los 30ºC, que hace de cojín térmico y ayuda a mantener un confort en los espacios de trabajo (los módulos de madera), reduciendo la demanda energética y mejorando la temperatura en el interior de manera totalmente natural. Dentro de los módulos, en virtud de los materiales utilizados, se logra que la luz sea más cálida.
La creación de un espacio interior/exterior (la plaza) permite la ampliación del espacio a disposición de los usuarios, consiguiendo así mayor flexibilidad de uso y un doble carácter: uno más privado e interior para el desarrollo de actividades de formación y capacitación de los usuarios, y otro más abierto, público y extrovertido para el despliegue de actividades comunitarias con el municipio de Derio y su ciudadanía. En un lateral de la «plaza» existe otro volumen menor, tipo «contenedor», alargado, negro y dividido interiormente en secciones para guardarropa, una oficina y un pequeño almacén. Otros dos contenedores semejantes se hallan en el exterior del edificio, cercanos a los semilleros y huertas, para cumplir con funciones de guardarropía, aseos y almacén de herramientas de jardinería. La instalación se autoabastece con energía suministrada por paneles solares, consiguiendo toda la que necesita y bastante más de la necesaria.
Lo más importante del proyecto consiste en haber generado un espacio agradable y capacitador para sus usuarios, integrando un espacio de acogimiento y de aprendizaje más íntimo (los talleres o módulos) y la zona exterior cubierta, la «plaza», que ofrece un ámbito de más libertad que el anterior, pero también protegido, donde los jóvenes pueden correr y moverse a su aire sin estar expuestos a un exterior quizás más hostil en ocasiones. Me contaron que el día de la inauguración uno de los chicos, gran enamorado de las aves, las estaba dibujando en su cuaderno dentro de una de las salas interiores, cerca de la ventana, protegido y sin interferencias exteriores, pero que luego salió al espacio «plaza» y emuló el baile/vuelo de un pájaro, resultando un momento de gran emoción. Durante la visita que hice hace una semana pude ver la felicidad en las caras de los jóvenes que allí plantaban, sembraban y podaban o leían, hablaban y preparaban guacamole junto a atentos y cercanos educadores. No puede evitar relacionar la arquitectura con el cariño y el afecto.
Arquitecturas como ésta, sencillas, económicas y que no dejan huella permanente en el terreno, sí pueden mejorar a las personas al hacerlas más dichosas al tiempo que tienen en cuenta sus características personales y les ayudan a alcanzar su plena dimensión como individuos.
La asociación de familias de personas con autismo de Bizkaia, APNABI, es una entidad sin ánimo de lucro, declarada de interés público, orientada a la atención especializada a personas con TEA. Tras casi 45 años de trayectoria, hoy cuenta con 1.500 familias asociadas. APNABI ofrece una atención integral e individualizada a través de un equipo 270 profesionales. Así, garantiza la asistencia en diversas áreas que van desde la detección y el diagnóstico precoz, la atención temprana, la educación, la atención a la vida adulta, el ocio y tiempo libre, el empleo o la vivienda. Todo ello con el fin de lograr la mejora de la calidad de vida, el desarrollo personal y la inclusión social de las personas con autismo.

Todas las fotografías fueron realizadas y pertenecen a José Hevia.

