/ Javier González de Durana /

Al repasar las Memorias de proyectos de arquitectura referidos a los edificios que voy comentando en estos post no he encontrado en los párrafos alusivos al «objetivo» ninguna mención explicita de tipo político o ideológico. A lo más, se alude al hecho de que por estar situado el edificio a construir en un punto destacado de la trama urbana -una esquina muy visible, la cercanía a algún lugar relevante o un espacio público- conviene darle una impronta monumental, una singularidad simbólico-artística. Nada más. Al redactar sus Memorias ningún arquitecto rebasaba la estricta descripción técnica del edificio. El aspecto exterior que ofrecerían sus edificios de cara a la vía pública no parecía preocuparles. Otra cuestión es que, a falta de menciones directas, ellos no fueran conscientes de esa importancia dentro del paisajismo urbano o de que los edificios que diseñaban no fueran interpretables en clave política. Y la mayoría, en algún sentido, lo era; la clave está en descifrar los datos visibles y conocer a sus promotores. Veamos algunos casos.
El edificio Delclaux, Alameda de Recalde 30 (actualmente ocupado por diversas áreas de la Diputación de Bizkaia), fue diseñado en las cuatro primeras plantas por Emiliano Amann Amann en el periodo 1933-38 y las dos últimas por su hijo Emiliano Amann Puente en 1953. Fue promovido por el empresario Isidoro Delclaux Aróstegui para las oficinas sus numerosas empresas. Delclaux era miembro de la Diputación Provincial (1937-1947) y vicepresidente de la Junta de Obras del Puerto de Bilbao (1937-1964). Como Presidente del Sindicato Nacional del Vidrio y Cerámica, fue Procurador en Cortes (1943-1946), repitiendo como representante de la Cámara de Comercio de Bilbao (1955-1958), institución que presidió (1964-1968), entre otros muchos cargos políticos y comerciales. Al estallar la guerra, Delclaux había pasado desde Bizkaia a territorio controlado por los sublevados, alcanzando el grado de capitán de requetés. Fue miembro de la Asociación Católica Nacional de Propagandistas, a finales de 1937 apoyó la creación de Museo de Bellas Artes y propuso a la Diputación, presidida por el ultra-católico Luis Llaguno, la creación del Museo de las Tres Guerras Civiles (incluidas las dos carlistas), iniciativa abortada desde el Servicio estatal de Prensa y Propaganda.
El edificio Delclaux se presenta con una sólidez pétrea que jerarquiza los diversos niveles de importancia laboral; los más bajos para los directivos se enfatizan con miradores en voladizo, antepechos de mármol negro, gruesas cornisas y pilastras que enmarcan amplios vanos horizontales, los cuales se reducen a ventanas menores y verticales entre molduras en las dos últimas plantas y se remata, bajo la cornisa, con un friso de triglifos y metopas. Rotundidad compositiva, alusiones clasicistas, ordenamiento vertical de las funciones y definición visual del espacio para la jefatura.

Por otra parte, la nueva sede de la Caja de Ahorros Vizcaína controlada por la Diputación territorial, construida entre 1944 y 1946 según diseño de Anastasio Tellería Arana, no podía sino responder al ideario político de los diputados provinciales que entre 1939 y 1947 estuvieron presididos por José Luis Goyoaga Escario, un abogado y político, fundador del Partido Conservador de Bizkaia en 1909, promotor de la Liga Monárquica y militante de la Unión Patriótica fundada por Miguel Primo de Rivera en los años previos a la instauración de la II República.
Su nueva sede en la Plaza Circular se constituyó sobre una base (planta baja y entreplanta) realizada en granito gris, un cuerpo (cuatro plantas, de las cuales la primera es jerárquicamente principal por su mayor altura y el largo balcón-tribuna ante los cuatro vanos centrales coronados con tímpanos falsos) recorrido por pilastras estriadas y capiteles corintios en arenisca, y un encabezamiento en forma de loggia con seis columnas de liso fuste cilíndrico, capiteles dóricos, aterrazamientos laterales y coronación con balaustrada. Monumentalidad ascensional, definición visual del espacio de autoridad y aristocráticas citas palaciegas.


El mayor edificio de oficinas construido hasta el momento en Bilbao también fue iniciativa de José Luis Goyoaga Escario, como Presidente de la Diputación de Bizkaia y, por tanto, Presidente de la Junta del Patronato de la Caja de Ahorros Vizcaína. Este inmueble (Gran Vía 19-21) para oficinas propias y de alquiler, cine y comercios, fue diseñado por Anastasio Tellería Arana y Gonzalo Cárdenas Rodríguez en 1947. Con esta ubicación, la entidad se acercó geográficamente al palacio de la Diputación, dejando en claro los estrechos vínculos que les unían. Los arquitectos repetían aquí el modelo ensayado en la sede central de la Caja de Ahorros Vizcaina por Tellería, aunque en un solar menos complejo: basamento de aspecto ciclópeo en planta baja y entreplanta de granito, cuerpo de cuatro plantas en arenisca dorada recorridas por diez pilastras de orden gigante, cuerpos semicilíndricos y capiteles jónicos, y encabezamiento sobre poderosa cornisa con dos plantas para oficinas de menor rango adornadas con molduras y arcos de medio punto, levemente retranqueadas. Sólida base de asentamiento, contundente apropiación del espacio urbano y robusto gigantismo formal.



Más cercana aún a la Diputación estuvo la Caja de Ahorros Municipal de Bilbao, diseñada por Adolfo Gil y Ricardo Bastida en 1945 (Gran Vía 23, esquina con Astarloa), la cual no quiso quedarse atrás en cuestión de clasicismos variados y órdenes gigantes, como tampoco Eugenio Mª Aguinaga en 1944 con su trabajo para Bilbao Compañía Anónima de Seguros en Gran Vía 36, esquina con Marqués del Puerto. En muchos casos, por muy historicistas que sean sus diseños, el aspecto de sillería de piedra enmascara un sistema de «aplacado» que tomó auge tras la guerra civil por evidentes razones de tipo económico, justificadas por los medios técnicos disponibles y por ser el aplacado un sistema de uso muy depurado ya para los años 40. En los casos de la Caja de Ahorros Municipal de Bilbao y Bilbao Compañía Anónima de Seguros, al tratarse de reformas de edificios preexistentes, el aspecto original del edificio fue «esculpido» para darle formas de falsas pilastras, cornisas y arcos. Las falsas pilastras, mediante regruesados del muro, y los salientes horizontales, por medio del empotramiento en el muro de zunchos de hormigón armado. El «forrado» posterior con aplacados permite dar la apariencia de sillería, quedando el resultado final como una «piel» perfecta hábilmente montada.



En una linea semejante a la marcada por Tellería en la sede central de la Caja de Ahorros Vizcaína, Rafael Fontán diseñó el Hotel Almirante en 1948-49 para Bilbaína de Edificación S. A. Después de ser hotel, este edificio pasó por las manos de varias instituciones bancarias hasta que finalmente ha vuelto a convertirse en establecimiento hostelero. Se repite el esquema tripartito de base, cuerpo central recorrido por pilastras gigantes con hojas de acanto como capiteles y encabezamiento a modo de torreón de vigilancia sobre el puente de la Victoria (esto es, del Arenal) y los nuevos espacios urbanos que surgieron al otro lado del puente con similares características formales. Al margen de estos detalles epidérmicos, el edificio no oculta las importantes lecciones de orden y lógica compositiva aportadas por el racionalismo de los años 30 y con el que Fontán había logrado antes de la guerra muy significativas realizaciones.

En todo caso, el edificio más singular surgido de las manos de Rafael Fontán en aquellos años dentro de esta tipología constructiva fue la espléndida Central de Oficinas (licencia solicitada por Juan Rementería, a quien no se le conoce afinidad política alguna) levantada entre 1944 y 1947 (Arbieto 8, esquina con Diputación), muy cerca del poder político provincial. Este singular inmueble, híbrido de racionalismo, art-decó y clasicismo monumental, destaca por el torreón en esquina, coronado por una crestería con peristilo de racionalista sabor grecolatino, pilastras estriadas de orden gigante, marcadas impostas, ventanas quebradas en esquina, y la suprema calidad del trabajo en piedra que incluye grandes relieves escultóricos laudatorios del trabajo físico en la mina y la cantera (justo lo que no se hace en una oficina), realizados por Joaquín Lucarini. El ayuntamiento creó algún inconveniente a promotor y a arquitecto con la exigencia de construir aquí un refugio antiaéreo. Uno de los edificios más hermosos, emblemáticos y expresivos de los años 40 que transmite firme autoridad empresarial, justo al lado de la autoridad política.


En 1947 los arquitectos Germán Aguirre e Hilario Imaz diseñaron un edificio para oficinas (Buenos Aires 12, esquina con Colón de Larreátegui) para la empresa La Nervión CAI, a cuyo frente se hallaba Tomás Perosanz Zorrilla, quien había sido alcalde de Bilbao durante el periodo 1941-42. Posee una destacada ubicación urbana, lo que le hace sobresalir en especial por la inclinación de la calle, marcando algunas diferencias con otros ejemplos similares, como que la planta baja se forró con un elegante mármol negro y desaparecieron las pilastras del cuerpo central para restringirse, aunque muy enfáticamente, al torreón en curva de la coronación. Mezcla de referencias clásicas y barrocas: historicismo-racionalista (si se me permite el oxímoron).



Caso muy especial fue el de Manuel Ignacio Galíndez Zabala, un extraordinario arquitecto poseedor de cualidades profesionales al más alto nivel dentro del territorio peninsular. Sin pasado político conocido anterior a la dictadura, tras la toma de Bilbao formó parte, como concejal, de su ayuntamiento en tres mandatos durante el tenebroso periodo 1938-1942: el bienio 1938-1939 bajo la alcaldía de José Félix de Lequerica Erquiza (quien después, como embajador en Francia, tras la invasión nazi, colaboró con el régimen de Vichy y la GESTAPO, llegando a ser condecorado por el Mariscal Pétain); con José Mª de Oriol y Urquijo (carlista radical que recibió de Hitler la medalla Encomienda del Águila del III Reich) durante los años 1939-41; y en el periodo 1941-1942, siendo alcalde Tomás Perosanz Zorrilla, radical católico adscrito al integrismo carlista.
Ante el giro propagandista que tomó la nueva arquitectura del régimen franquista -cuyo máximo responsable fue su amigo Pedro Muguruza-, para Galíndez la elección del lenguaje formal era más una cuestión de presentación y etiqueta que de ideología y propaganda, resultándole más importantes cuestiones relacionadas con el adecuado decoro, la permanencia histórica y el confort ajustado a la dimensión personal del cliente. El regusto germánico de algunos de sus trabajos (anteriores incluso a la guerra civil) tuvo que ver tanto con el espíritu político de la época como con su atracción por Adolf Loos, Otto Wagner y Joze Pleçnic cuyas obras conoció durante los años 20 en Alemania, Austria y Eslovenia. A lo largo de todo este periodo Galíndez estuvo al frente de las oficinas municipales de Urbanismo y de Puentes Fijos de Bilbao.
Mencionaré brevemente sus tres trabajos más notables en estos años: (1) la torre de diez pisos en Bailén 1 (1940-46, junto a José Mª Chapa, así mismo concejal con Perosanz), mediante una interesante operación que incluyó la nueva estación ferroviaria de Portugalete y la creación sobre ella de un jardín con espectacular terraza hacia la ría; arquitectura con aires de Chicago y puntuales notas italianizantes; (2) en 1943 diseñó, también con Chapa, para la Naviera Aznar su edificio-sede a orillas del Nervión, con ocho plantas de altura (dos como base de granito y arenisca, tres como cuerpo de ladrillo y dos de arenisca como coronación), gran lateral curvo a la ría y utilización de la torre, asimilada a la proa de un barco, en fuerte escorzo, si bien es su fachada principal la que muestra el aspecto de un palazzo italiano, y (3) el Banco Hispano-Americano (hoy Banco Santander y Hotel Radisson), Gran Vía 4, con fachadas a Ledesma y Berástegui, en 1945, caracterizado por poderosísimas columnas -no simples pilastras falsas- de orden jónico, basamento de mármol gris, gran patio de operaciones (semejante al de la Delegación de Hacienda, aunque rectangular) y coronación con esquina sobre el chaflán ocupada por una escultura en bronce de Minerva.




