/ Javier González de Durana /

Emotivo homenaje al músico Luis de Pablo, pero no en su ciudad natal, Bilbao, sino en San Sebastián, la de su mujer, la pintora Marta Cárdenas. El arquitecto Juan Daniel Fullaondo y el músico Luis de Pablo fueron dos bilbaínos de la misma generación, extraterritorializados de Bilbao.
Quien fuera galardonado con el Premio Nacional de Música, como compositor, en 1991, y con León de Oro de la Bienal de Venecia en 2021 por toda su trayectoria, falleció en Madrid el pasado 10 de octubre. No me ha parecido que se le haya tributado el reconocimiento que merece dado el trascendental papel que desempeñó en el desarrollo de la música contemporánea en España, pero también en el más amplio territorio de la cultura, durante los años 50, 60 y 70.
Hace unas semanas escribía aquí sobre la relación entre ciertas partituras de música con notaciones gráfico-plásticas y algunas expresiones de la escultura y la arquitectura (Ecos de Ronchamp), trayendo a colación las de John Cage, Morton Feldman y algún otro. Podría haber utilizado también las realizadas por Luis de Pablo en determinada época, pero no las tuve a mano. Salvo en la composición Yo lo ví, tampoco ahora voy a poder hacerlo (es difícil localizar las imágenes de este tipo que, sin embargo, son tan poderosamente visuales), pero creo que, a falta de ello, merece la pena resaltar el esfuerzo llevado a cabo por la Galería Altxerri (San Sebastián) y su actual responsable, Javier Balda, al rendir un pequeño, pero emotivo y sensible, homenaje al músico bajo el título de «Premonición plástica». Junto a carteles de películas en las que intervino aportando la banda sonora –La caza (1966), La madriguera (1969), El espíritu de la colmena (1973), Pascual Duarte (1975)…-, largometrajes fundamentales de la historia del cine español que fueron dirigidas por Elías Querejeta, Víctor Erice, Javier Aguirre y Carlos Saura.
También se muestran carátulas de discos LP grabados por él o con sus composiciones –Soledad interrumpida (1973), Polar (1961), We, para cinta magnetofónica ( 1970) o Portrait imaginé (1980)…-, la muestra presenta obras realizadas por pintores y escultores que mantuvieron relación personal con Luis de Pablo con la música contemporánea o que en sus pinturas y dibujos se aproximaron al tipo de notación musical característica de composiciones electroacústicas, de seralismo libre o aleatorias, como Pablo Palazuelo con dos Cantorales (1978), Eduardo Chillida con dos Homenajes a J. S. Bach (1995), Fernando Zobel con su Trisonata (1982), Elena Asins con dos grabados (1991), Eusebio Sempere con una serigrafía de 2008, José Ramón Elorza con dos dibujos a lápices de colores, Soledad Sevilla con un grabado de 1989, Jaume Plensa con un libro contenedor de un CD y cinco fotografías (1989) o José Igés con un concierto en otro estuche-CD, entre otros artistas. Es decir, artistas que tuvieron afinidad personal con el músico, que coincidieron en el Centro de Cálculo de la Universidad de Madrid en los años 60 y 70 o que estuvieron presentes como participantes en los encuentros de Pamplona.

No puede faltar, como es lógico, su decisiva intervención en los Encuentros de Pamplona de 1972, para los que él y José Luis Alexanco (también falleció el año pasado) habían sido convocados por Juan Huarte con la idea de organizar un festival de música contemporánea que terminó convirtiéndose en la más importante reunión de arte de la segunda mitad del siglo XX en España. Está presente en la exposición, por tanto, la joya bibliográfica que ha venido a ser el catálogo de aquellos Encuentros, diseñado por Alexanco y editado por Alea, entidad musical fundada por Luis de Pablo en 1965. Quien desee conocer más sobre Luis de Pablo puede consultar en internet la tesis doctoral de Israel López Estelche, aquí.
No he encontrado específicas relaciones del músico vasco con la arquitectura, salvedad hecha de haber invitado a José Miguel de Prada Poole a participar en los Encuentros de Pamplona. Es más que suficiente para resaltar su relevancia.
Hay ocasiones en que un pequeño gesto, como esta exposición, tiene más valor cultural que un gran fasto de ringorango, pues toca, en el momento oportuno, sutiles fibras sentimentales y afectivas de largo alcance. Una ciudad demuestra su altura espiritual mediante expresiones manifestadas con discreción y delicadeza, así, como esta sencilla exposición, sin grandes aspavientos, pero con grandes dosis de sensibilidad. La muestra, tras haber sido inaugurada el pasado 18 de febrero, podrá ser visitada hasta el sábado 26 de abril.






Muchas gracias Javier por tu visita y esta reseña tan emotiva como este pequeño recuerdo a Luis.
Abrz
Javier B.
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