Rafael Moneo, premios y H-muebles

/ Javier González de Durana /

Hace pocos días se hizo pública la noticia de que Rafael Moneo (Tudela, 1937) ha sido galardonado con el León de Oro de la Bienal de Venecia de Arquitectura. Sin duda, es uno de los arquitectos españoles más prestigiosos y premiados. Ha desarrollado una intensa labor docente y es autor de una extensa obra arquitectónica en numerosos países, por la que en 1996 le fue concedido el premio Pritzker. Dicho reconocimiento lo recibirá Moneo el próximo sábado 22 de mayo -el sábado de esta misma semana- durante la ceremonia de entrega de premios e inauguración de la Biennale Architettura 2021.

«Rafael Moneo es uno de los arquitectos más transformadores de su generación -ha dicho Hashim Sarkis, comisario de la Bienal de Arquitectura 2021-. A lo largo de su extensa carrera, ha hecho gala de una gran destreza poética, recordándonos el poder de la forma arquitectónica para expresar y perdurar. Como practicante, y a través de su amplia gama de edificios, como el Auditorio Kursaal, el Museo del Prado, la estación de tren de Atocha y la Catedral de Los Ángeles, ha destacado la capacidad de cada proyecto arquitectónico para responder a las contingencias del sitio y el programa, trascendiéndolos. Como educador, ha guiado rigurosamente a varias generaciones hacia la arquitectura como vocación. Como académico, ha combinado su destreza visual y sus rigores analíticos para ayudar a reinterpretar algunos de los edificios históricos más canónicos con una nueva mirada. Como crítico de la escena contemporánea, ha escrito sobre fenómenos emergentes y proyectos clave, estableciendo algunos de los diálogos más importantes del panorama actual de la arquitectura con colegas de todo el mundo. A lo largo de su amplia carrera, Moneo ha mantenido una destreza poética, recordándonos el poder de la forma arquitectónica para expresar, dar forma pero también para perdurar. También se ha comprometido tenazmente con la arquitectura como acto de construcción. El León de Oro a la trayectoria es digno del arquitecto que participó en el proyecto de viviendas para la Giudecca de 1983, que ganó el concurso para un nuevo Cinema Palace en el Lido di Venezia en 1991 y que ha aprendido muchas lecciones de arquitectura en Venecia».

Para homenajear a Rafael Moneo, el comisario Sarkis ha montado una pequeña exposición dentro del Padiglione del Libro en los Giardini di Castelo: una selección de maquetas e imágenes más singulares de los edificios realizados por el arquitecto español, la cual puede entenderse como una respuesta a la pregunta central que la Biennale se hace a sí misma y nos a hace a todos: ¿Cómo viviremos juntos?

Tras una trayectoria de 60 años, este reconocimiento es mucho más que merecido, pero quiero recordar ahora cuál fue su primer premio, aquel que logró en 1961, el mismo año en que se tituló como arquitecto en la ETSA de Madrid. Fue una sencilla y modesta silla. La presentó al 1er concurso de Diseño del Mueble convocado por H-muebles, una de las empresas del constructor navarro Juan Huarte. Con la mente puesta en Walter Gropius, «…el proceso de proyectar un gran edificio o una simple silla difiere sólo en grado, no en principio», H-muebles declaraba que «deseando fomentar entre arquitectos y artistas, individuales o en grupo, el estudio del mueble eminentemente industrial, inicia hoy una serie de concursos anuales que estimulen y faciliten la incorporación de los mejores artistas a este importante campo. Para 1960 H-muebles convoca dos primeros concursos: uno dedicado a premiar una silla y una butaca ligera confortable y otro a una mesa de comer». La ambición de H-muebles quedó definida con la elección de Jorge Oteiza como orientador del concepto de diseño a desarrollar, pidiéndole que diera charlas a los empleados y diseñadores. H-muebles difundió un diseño depurado y funcional, que en el mobiliario para oficinas de la propia empresa, diseñado por Juan Daniel Fullaondo, Jesús de la Sota y Gregorio de Vicente Cortés, alcanzó un grado de riqueza y complejidad inusuales en la época.

El jurado que decidió la cuestión estuvo integrado por José Antonio Coderch, Ramón Vázquez Molezún y Javier Sáenz de Oiza, arquitectos, así como por Juan Huarte y Gregorio Vicente, representando a la empresa, el primero como propietario y como diseñador habitual de la casa, el segundo. Al proclamar los resultados, H-muebles se alegraba por el «éxito rotundo, tanto por el número y calidad de los modelos presentados como por la resonancia internacional» alcanzado por el concurso. El ganador del premio de 100.000 pesetas en el primer concurso (silla y butaca ligera) fue Rafael Moneo Vallés.

Proclamación de ganadores en el 1er concurso convocado por H-muebles, publicado en el ABC, Madrid, 12 de julio de 1960, p. 12.

El producto era una pieza fabricada con madera que se curvaba y se resolvía con la introducción de arriostramientos metálicos, estudiando con particular cuidado las uniones entre los distintos elementos y consiguiendo un objeto único. Utilizaba formas orgánicas y estructuras metálicas tomadas del diseño nórdico y del norteamericano respectivamente. Las patas de madera laminada curvada de la mesa, reforzadas por unas varillas metálicas, mostraban una solución constructiva derivada de esa doble influencia y constituían, como las sillas del Equipo 57 desarrolladas a partir de preocupaciones semejantes, un excelente cierre para una etapa -la de los años 50- que no encontraría herederos hasta la década de los 80. A pesar de recibir el premio, este modelo de Moneo no se incorporó al catálogo de muebles fabricados por la empresa. No obstante, algunas de sus ideas sirvieron para otros modelos que sí entraron en la producción industrializada de H-muebles. El objetivo de los empresarios navarros era entrar a competir con sus productos mobiliarios de autor en un campo que en aquellos años y en Madrid estaba dominado por DARRO y Biosca, dos establecimientos que compaginaban el comercio de objetos domésticos con la venta y exhibición de obras de arte contemporáneo.

Años después Moneo declaró que «de los muebles me interesa la precisión y la prontitud de respuesta, la inmediatez y la rapidez que no tienen los edificios construidos. Los muebles tienen una larga vida y requiere que sea capaz de aguantar la expresión justa y mínima del arquitecto para hacerlos vivir». Su repertorio mobiliario ha terminado por incluir notables sillas, Iesu OndarretaOria… y su butaca más conocida, Maternidad.

Proyecto ganador de Rafael Moneo, tal como lo mostró la revista Arquitectura, nº 21, Madrid, septiembre de 1960, p. 54.

Pero este pequeño premio no fue el más importante que Moneo logró aquel 1961, pues, junto con su compañero Fernando Higueras, también consiguió el Premio Nacional de Arquitectura con un anteproyecto de Centro de Restauraciones Artísticas a emplazar en la Ciudad Universitaria de Madrid. La idea se basaba en un gran edificio de planta circular -rehundido en el centro que, como un anillo, funcionaría a modo de claustro- fragmentado en secciones de diferentes alturas. Su contorno tendría algo de castillo con grandes lienzos rotos por penetraciones de luz. El desarrollo lineal, válido en otros equipamientos similares, fue sustituido en este caso por uno radial, capaz de definir un espacio externo más atractivo y siendo igual de eficiente. La cubierta fue concebida a modo de catarata escalonada de tejas que filtraría la luz y de la que sobresaldría una torre de ocho plantas. En los años siguientes este tipo de edificio, de un marcado geometrismo expresionista, caracterizó mucho más a Higueras -con rasgos organicistas también en ocasiones- que a Moneo. La idea premiada no llegó a materializarse, pero en otro proyecto posterior, de 1965, Higueras y Antonio Miró mantuvieron el esquema circular del anteproyecto premiado, disminuyeron su tamaño y formalizaron el sistema constructivo mediante una modulación más regular de la estructura. El comienzo de la construcción tuvo lugar en 1967 y este si se culminó, funcionando como sede del Instituto del Patrimonio Cultural de España, popularmente conocido como «Corona de espinas».

Aquel mismo año de 1961 Moneo entró a trabajar en el estudio de Sáenz de Oiza. Desconozco si el premio se concedió mientras ya trabajaban juntos o si lo que les puso en contacto, dando paso a la colaboración profesional, fue precisamente alguno de estos dos premios. 

Hace 30 años, en 1991, representando al Departamento de Cultura del Gobierno Vasco, tuve el privilegio de ser miembro del jurado en el concurso internacional que seleccionó el proyecto de Rafael Moneo para la construcción del Kursaal de San Sebastián. Creo que he escrito este artículo, aprovechándome del premio veneciano al arquitecto navarro, tan sólo para poder decir esta última frase.

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