Javier González de Durana
La semana pasada una amiga me dijo «¿Sabes qué? Me voy a construir una casa de paja en el campo y viviré en ella«. Pensando que la cosa iba de broma le contesté «No te lo recomiendo, ni siquiera aunque, en vez de paja, la hagas de madera. Sin duda, es con ladrillos como deberías construirla. Recuerda lo que les pasó a los tres cerditos. Hay muchos lobos sueltos por ahí«. Ella, mirándome de arriba a abajo como si me perdonara la vida, respondió «No es un chiste, ¡merluzo!. Ya lo comprobarás, pero no el día de la inauguración; acabas de ganar que no te invite«.
Pues resulta que es una tendencia creciente y que tiene grandes ventajas. En Karrantza (Bizkaia) ya existe un par de ellas diseñadas por el estudio de SG2 Arquitectos, sucesores de los históricos hermanos José y César Sans Gironella. Como ellos mismos afirman, fue trabajo enormemente singular y, aunque desde que las levantaron ha pasado tiempo, con seguridad, aún se trata de una de las escasas edificaciones construidas en España únicamente con materiales naturales, cumpliendo todos los trámites y requisitos legales, incluido el visto bueno del Colegio Vasco-Navarro de Arquitectos.
Como cabe suponerse, tanto en este caso como en el de mi amiga, los clientes son personas con una elevada conciencia ecológica que desean vivir en una casa integrada en la naturaleza, respetuosa con el entorno y que no sólo deciden cómo desean los espacios interiores, sino que incluso quieren construirla con sus propias manos. No siendo arquitectos (caso de mi amiga y su pareja), el asesoramiento técnico es imprescindible tanto para los cálculos estructurales como para la redacción del proyecto y su Memoria que el COAVN debe examinar y, si procede, darle el visado. Esto último es fundamental, pues el uso de la paja puede ser limitante en algunos lugares, debiendo adaptarse el proyecto a las normas de construcción existentes en el municipio para obtener el permiso pertinente, ya que la paja es un material alternativo y poco convencional.
En el caso de Karrantza, se trata de dos casas, de dos plantas y 130 m2 cada una, que se edificaron sobre una losa de cemento blanco; encima de la losa se levantaron columnas de madera de abeto y, en el centro de cada edificio, un pilar de roble para sustentar toda la estructura. Los muros están levantados con fardos de paja prensados sobre una primera capa de ladrillos de arcilla, para protegerlos de la humedad del suelo, pues, un problema para el uso masivo de este método es que la paja de ninguna manera debe estar en contacto directo con la humedad de la tierra, lo que permitiría que esta subiera a las paredes. En efecto, dos problemas importantes relacionados con la construcción de muros de balas de paja son, por tanto, la humedad y el moho. Si se expone al agua, la paja puede absorber agua y expandirse, provocando incluso grietas en la pared. Para evitar esto, los cimientos deben elevarse al menos 20 cm por encima del suelo. Además, incluso en climas secos, los aleros de un edificio de paja deben ser relativamente amplios, manteniendo las paredes lo más protegidas posible de la humedad. Esas paredes del exterior se hallan revestidas de cal y las del interior, de adobe.
«El suelo -declara SG2- se compone de varias capas de tierra, paja prensada, adobe y una fina capa de estiércol barnizado con aceite de linaza y cera de abeja, que le da una apariencia de piedra«. El tejado lleva una capa de tierra en la que crece la hierba, con la idea -más poética que realista- de compensar el terreno ‘robado’ a la naturaleza; ese tratamiento ayuda a armonizar las viviendas con su entorno. La filosofía ecológica se extiende a todo. Cuentan con sus propios aerogeneradores de energía y placas fotovoltaicas, y los residuos orgánicos se tratan y se devuelven a la naturaleza a través de un estanque cercano. La certificación energética de las viviendas es A, la más alta posible.
Como sustancia, la paja es un desecho agrícola, remanente de la producción de cereales, generalmente trigo, arroz o cebada. Como material potencial para la construcción de muros ofrece buenas características térmicas, acústicas e incluso estructurales. Por otra parte, es un recurso renovable. Los edificios de paja, por tanto, pueden ser sostenibles, cómodos y, sobre todo, sólidos y resistentes. Lo ecológico va de oficio.
Tras recolectar el grano del cereal que sea, esa parte que se convertirá en alimento, los tallos suelen terminar empacados para alimentación de animales estabulados durante el invierno, pero en muchos casos son desechados y, a menudo, quemados. La idea es que, en lugar de desperdiciarlos, los tallos, tras compactarlos en pacas rectangulares, se puedan apilar y usar como rellenos o incluso como paredes autoportantes. Los estudios y análisis realizados con este material revelan que una paca llega a soportar alrededor de 900 kg por metro lineal, pero los bloques de alta densidad hechos con el mismo material y comprimidos por máquinas son capaces de soportar hasta casi 6.000 kg/m.l.
Lo habitual es utilizar la paja compactada como material de sellado y aislamiento, pero no por sí solo, sino junto con otros materiales estructurales, como madera o acero. De proceder de esta manera, una estructura sin paja permite la construcción de un techo antes de que se instalen las pacas de paja, lo que puede proteger la pared de daños por agua durante la construcción.
La paja, sobre todo, es aire. Por ello, proporciona un excelente aislamiento térmico en la construcción. Se estima que una nave de balas de paja bien construida puede ahorrar casi un 75% en costes de calefacción y refrigeración. En relación a la inercia térmica, los fardos de paja son equivalentes, poco más o menos, a paredes de adobe y troncos, siendo notable también su comportamiento respecto al fuego: de acuerdo con algunas pruebas, se encontró que las paredes de paja con cemento o yeso cumplían con éxito las condiciones escritas en el Método ASTM E119 de materiales y construcción de edificios.
De cara a lograr que las paredes permitan la circulación interior-exterior del aire, los acabados de los muros deben ser también enteramente orgánicos, como la paja, de ahí que se aconseje una mezcla de arcilla, arena y paja para ellos, sin desestimar la cal.
Cuando las construcciones de paja se vuelven obsoletas y necesitan ser demolidas, sus muros pueden descomponerse en el suelo sin mayores problemas por ser 100% biodegradable pero, como cualquier otro material de construcción, solo será verdaderamente sostenible si se dispone de él en la cercanía del lugar donde se está construyendo. Por tanto, es un material más adecuado para las zonas rurales, en particular las próximas a las plantaciones de cereales. Si no hay paja disponible cerca del sitio de construcción, el impacto ambiental adicional del transporte podría hacer que otro material fuera más adecuado, tanto por razones ecológicas como económicas.
Parece evidente que se necesitaría algo más que el aliento de un lobo feroz para derribar la casa de mi amiga. Además, conociendo cómo es ella, encantos múltiples aparte, yo, si fuera lobo, ni asomaría el morro. ¡Menuda es!
Retuiteo a mi peña.
La póliza contra incendio saldrá más carilla (mascarilla) pero parece una opción golosa
Y en cuanto a la estética… me gusta. Me parece una construcción «telúrica» que encaja en su entorno
A años-luz de los espantosos adosados o unifamiliares clónicos que han jodido los pueblos.
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Gracias, Jabitxu. Es atractivo el sistema, sin duda. En todo caso, no creo que construcciones como esta funcionen bien en cualquier lugar; en una tierra de clima continental quizás sí, pues son tradicionales, por ejemplo en el sur de Navarra, La Rioja…, pero cerca de la costa y con la humedad, no sé yo…
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