PGOU de Bilbao, no nacido y ya muerto.

Javier González de Durana

Plano general: Pandemias y ciudad neoliberal.

En un momento en que se requiere que las personas se queden dentro de sus casas, la Naturaleza más allá de nuestras puertas adquiere cada vez más aprecio e importancia. Sin embargo, está bajo amenaza como nunca antes lo estuvo. Hemos sufrido décadas de disminución y extinción de muchas especies de nuestro entorno, así como de parques, jardines públicos y espacios libres, especialmente en las áreas urbanas, y necesitamos urgentemente aprender mucho más de lo que sabíamos -incluso olvidar bastante de lo que suponíamos bueno y se ha demostrado que no lo ha sido- sobre cómo mitigar los desafíos ambientales apremiantes como el cambio climático, la pérdida de biodiversidad y la calidad de las ciudades.

Para el año 2030, nueve de cada diez de nosotros viviremos en áreas urbanas o «ciudades globales», lo que significa que la Naturaleza estará creciente y literalmente arrinconada en una esquina a medida que las ciudades se densifiquen y expandan. Deberíamos centrarnos en futuros proyectos de Naturaleza Urbana que no solo impulsen a las personas a comprometerse con la Naturaleza más allá de las puertas de sus casas, sino que, basándose en el trabajo colectivo de científicos, entidades públicas (municipios, diputaciones, gobiernos…) y asociaciones privadas sin ánimo de lucro (vecinales, culturales, AMPA’s…), desencadenen un movimiento que finalmente ayude a revertir estas disminuciones y extinciones.

El concepto “ciudades globales” se popularizó en los años noventa para explicar el papel estratégico de los centros urbanos en la articulación de la efervescente globalización neoliberal del capitalismo. Casi tres décadas más tarde, el espacio transnacional en las ciudades globales ha cambiado sustancialmente. Este nuevo escenario invita a interrogarnos sobre la noción de ciudades globales y, en particular, sobre sus modelos asociados de gobernanza, creación de ciudad y regulación urbana.

El patrón predominante de desarrollo urbano neoliberal ha puesto el énfasis en las «marcas-ciudad», impulsando la competencia interurbana de forma feroz, buscando inversores inmobiliario-financieros y “talentos” suficientemente precarizados de las “clases creativas” globales. También ha generado un proceso de gentrificación urbana y ha profundizado el desarraigo de las ciudades respecto a sus entornos.

Plano medio: PGOU de Bilbao.

Las exigencias ciudadanas en torno a su “derecho a la ciudad” ponen de relieve las disputas existentes acerca de la apropiación del espacio urbano y a su formalización. La expresión «futuro urbano» parece cada vez más un oxímoron cruel. La escena urbana neoliberal ha fabricado una situación en la que el futuro se cierne como una partida cuyo final se desconoce. Por el momento, es clave interrogarse acerca de todas y cada una de las medidas emprendidas hasta ahora en nombre de la salud y la seguridad, el desarrollo y la modernidad, la eficiencia y la rentabilidad del gasto, y las inversiones previstas de cara a poder evaluar sus implicaciones a medio plazo para los habitantes.

Bilbao 1

Dentro de las medidas locales previstas para ponerse en marcha próximamente se encuentra, en un lugar destacado, el Plan General de Ordenación Urbana de Bilbao un documento que se ha redactado durante los últimos años desde las premisas del crecimiento económico neoliberal basado en el desgaste urbano y el deterioro de las relaciones ciudadanas: turistización, gentrificación, elevadas densidades de habitabilidad, aprovechamiento exhaustivo del suelo edificable…

Pero, de pronto, llegó el covid-19 y todas las previsiones han quedado alteradas. Me pregunto si el ayuntamiento considera válido un documento urbanístico redactado desde unas premisas que ya son historia pasada, aunque estuvieran vigentes hasta anteayer. ¿Pretenderá la Corporación aplicar a Bilbao unas normas concebidas en un momento que no tiene nada que ver con la situación a la que deberemos enfrentarnos en un futuro que empieza hoy mismo? Si todos los presupuestos ideológicos, económicos y urbanísticos con los que se ha venido trabajado hasta ahora -en todo el mundo, no es sólo un asunto local- han saltado por los aires y han quedado fuera de juego por la peligrosidad que entrañan -uno de cuyos resultados es la pandemia-, habrá de considerarse que el PGOU de Bilbao ha quedado asimismo obsoleto. No nacido aún, pero ya muerto porque ha sido elaborado sin tener en cuenta que esta catástrofe epidémica que estamos viviendo, sus causas y sus más que seguras consecuencias, no han podido ser previstas. Ni ésta ni las siguientes catástrofes que previsiblemente vendrán más adelante, sobre todo si desde documentos como los PGOU no se les taja el paso.

No digo que todo este planeamiento sea del todo inservible. Buena parte de él seguirá siendo útil y una herramienta de provecho, pero indudablemente otra buena parte de él debería ser revisada a la luz del modelo que se ha seguido hasta el presente, a la luz de sus desastrosas consecuencias y a la luz de las soluciones que deberán implementarse para articular un modelo nuevo de ciudad, un modelo más saludable, habitable y verde.

La aprobación provisional del nuevo PGOU de Bilbao está prevista para mediados de 2020, mientras que su aprobación definitiva es probable que se produzca a finales del primer trimestre de 2021. Estas previsiones se han ido al garete, no porque todos hayamos estado confinados durante dos meses y esto vaya a suponer un retraso equivalente, sino porque todos los presupuestos como sociedad urbana han quedado desarbolados. La revisión crítica hacia el pasado y sus secuelas es una exigencia ineludible.

La página del Ayuntamiento decía en una fecha tan reciente como el 30 de enero de 2020 que «el Documento de Revisión del PGOU se someterá a una nueva exposición pública –por plazo de 45 días naturales–, con la incorporación de las modificaciones no sustanciales que se deducen del informe de valoración de la fase de información pública. El nuevo documento es resultado de la estimación parcial de las alegaciones y de los informes sectoriales, así como de los reajustes propuestos por la Oficina para la Revisión del Plan General«. ¿De verdad cree alguien que este PGOU no tiene por qué ser sometido a «modificaciones no sustanciales» después del covid-19?

Mi opinión es que el PGOU debería (1) frenar su proceso administrativo y político de aprobación actual, (2) entrar en una etapa de receso crítico y (3) ser redactado en ajuste a otros horizontes diferentes, en gran parte, a los que han guiado hasta ahora las decisiones políticas y técnicas.

Bilbao 2

Primer plano: Colegio Público Cervantes y espacialidad urbana libre.

Con toda su preocupación por el espacio público, las conquistas de una ciudadanía activa pueden hallarse en las aparentemente caóticas e incompletas configuraciones de edificios, infraestructuras y actividades que continúan existiendo en muchas ciudades. En vez de centrarse en “arreglar la ciudad” o en poner las cosas en el “lugar adecuado”, es importante para la organización espacial mostrar cómo los habitantes, los materiales, las infraestructuras y los entornos construidos se moldean unos a otros, día tras día. Lo que resulta importante es la capacidad de los habitantes de ver cómo sus aspiraciones y actividades cotidianas repercuten en sus entornos, y cómo estos entornos, a su vez, moldean lo que ellos perciben, sienten y consideran posible.

Serie Playground, de James Mollison sobre patios escolares en distintas ciudades del mundo.
El fotógrafo James Mollison eligió para su serie Playgrounds un conjunto de imágenes tomadas en diferentes ciudades del mundo que revela la riqueza de las relaciones sociales que, entre colegiales, tienen lugar en el breve tiempo de un recreo.

El programa arquitectónico escolar representa la materialización de una pequeña ciudad en la que la democracia, como principio universal, debería realizarse, resultando así que el colegio es el mejor ejemplo cuando se habla de lo público. La consideración del colegio como una urbe de pequeñas dimensiones obliga a formalizar sus espacios, tanto interiores como exteriores, desde la perspectiva de lo colectivo, el muy específico colectivo de la infancia. La identidad colegio=ciudad conlleva la de patio escolar=plaza. Así, a pesar de que muy a menudo el patio de recreo ha sido relegado a espacios menores y colaterales del edificio (los del Colegio Cervantes son buena prueba de ello), este lugar de encuentro es decisivo para el desarrollo de la amistad, la coexistencia, la fraternidad o la ecuanimidad. Estos son los temas de aprendizaje que tienen lugar fuera del aula, donde no hay libros y profesores no están encima, por lo tanto, el patio de recreo es uno de los espacios públicos más decisivos y constructivos de la infancia -y el entorno del edificio escolar sería su potencial anillo verde-.

Serie Playgrounds, de James Mollison sobre patios escolares en distintas ciudades del mundo.

La arquitecta Virginia Navarro ha analizado recientemente el papel que desempeñan los patios de recreo escolares y, partiendo de la reflexión del pedagogo Loris Malaguzzi, quien afirma que “el espacio es el tercer profesor”,  se pregunta si no deberíamos cuidar especialmente su diseño, ya que en él los valores sociales y ambientales se aprenden desde el “habitar”, y si la calidad que se da a esos espacios para la infancia no anticipará lo que, cuando llegue a la edad adulta, demandará a los espacios públicos de su ciudad.

La dimensión urbana del patio -continúa Virginia Navarro- se hace especialmente visible a través de algunos proyectos concretos que difuminan los límites entre ciudad y escuela. Uno de ellos es la apertura de patios escolares al barrio fuera del horario lectivo y, también de forma inversa, el uso de plazas como espacio de recreo en colegios que cuentan con pocas áreas de juego exterior. Simultáneamente estrategias de participación ciudadana, habitualmente empleadas en proyectos de escala urbana, se están implantando en los colegios como una herramienta eficaz para la construcción colectiva. En ellos intervienen los arquitectos asesorando de manera profesional e incluso desarrollando talleres educativos para el alumnado.

Si el patio escolar es el primer espacio público de la infancia, deberíamos procurar que fuera el mejor modelo posible, no olvidando nunca que su diseño debe incluir las formas específicas en las que niños y adolescentes establecen sus relaciones.  Quizás eso permita exigir y mejorar los espacios comunes de nuestras ciudades en el futuro, ya que como diría Karl A. Meninger: “Lo que se dé a los niños, los niños darán a la sociedad”.

patio

 

 

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