Javier González de Durana
Es habitual el tipo de rehabilitación de edificios históricos situados en el centro de las grandes ciudades que lleva aparejado un cambio de función y, en consecuencia, unas ciertas modificaciones en su configuración espacial y formal. Lo que antes había sido un cine, un banco o una amplia y señera sastrería pasan a ser locales de comida rápida, servicios de telefonía móvil o tiendas de ropa “low cost”. La calidad de la vida en las ciudades se ha convertido en sí misma en una mercancía para las clases medias y altas, y la ciudad ha devenido en espacio donde el consumismo, el turismo, la cultura y las industrias basadas en el conocimiento (y la economía del ocio y del espectáculo) se han transformado en los pilares fundamentales de la economía política urbana.
La evidente elitización de zonas afectas al interés económico, turístico o cultural de centros urbanos que ya generan rentas muy elevadas, permite preguntarse si estamos ante un tipo específico de gentrificación. Habitualmente, entendemos este fenómeno como el reemplazo de usuarios y actividades de ingresos medio-bajos por usuarios y actividades de poder económico superior, en un contexto de mercantilización del suelo. La especificidad del caso ZARA-Bilbao es que ese suelo no estaba vinculado a usuarios y consumidores de rentas medio-bajas, sino a las altas. ¿Cuál es entonces la novedad aquí, si es que la hay?
Visto el caso del centro urbano bilbaíno, cobra sentido la hipótesis de que el declive y ascenso de los espacios comerciales no es un proceso natural de evolución y diversificación de las prácticas de consumo, sino la expresión de un proceso más amplio de neo-liberalización y mercantilización intensiva del espacio urbano. Es decir, aquí la peculiar gentrificación no se refiere a la vivienda, sino a la reestructuración de actividades mercantiles en el territorio ciudadano. De tal modo, es posible denominar el proceso en el que ZARA acaba de escribir su página más lujosa como Gentrificación Comercial porque su asentamiento en el corazón de la ciudad, en la integridad de uno de sus edificios más nobles, empuja al entorno comercial a subir precios de productos, cambiar de mercancías, establecerse en otro lugar o modificar contratos laborales, provocando el desplazamiento de comercios, consumidores, actividades, comunidades, relaciones sociales y relaciones salariales.
Una gentrificación específica -más radical porque actúa donde ya existían élites- que persigue que los espacios urbanos cuya rentabilidad es muy elevada la suban aún mucho más con la introducción de actividades comerciales ligadas a negocios globalizados. Mango, Inditex, H&S… tienen en el sector inmobiliario un campo de beneficios importante, sin llegar a tanto como el derivado de la indumentaria que venden… de momento- La pregunta en estos casos es: ¿cuánto tiempo estarán vendiendo indumentaria hasta que tengan claro que los vientos han cambiado y que el mejor negocio resulta ya la venta del edificio revalorizado?

No voy a repetir datos que son conocidos (Mango compra el inmueble y lo alquila a ZARA; longitud de fachadas; metros cuadrados totales; inversión realizada…), salvo recordar que se trata de una de las fincas con el metro cuadrado más caro del centro de la ciudad. Situado en el cruce de las calles Gran Vía y Astarloa, junto al Palacio de la Diputación, el edificio fue sede de la Caja de Ahorros Municipal de Bilbao -luego BBK-, siendo su dirección postal Gran Vía 23. Anteriormente, con un aspecto muy diferente, en este solar estuvo la casa-palacio que la familia Lezama-Leguizamón encargó realizar entre 1906 y 1912 al arquitecto José Mª Basterra Madariaga; su dirección postal era entonces Astarloa 7, donde se situaba la entrada de carruajes. Fachadas de ladrillo con esquinas y marcos de huecos enfatizados mediante sillares sobre un zócalo de mármol negro manifestaban su aspecto exterior.
Incautado durante la guerra, volvió a manos de sus propietarios al finalizar ésta para ser vendido poco tiempo después, en 1944, a la Caja de Ahorros Municipal, quien la reformó completamente bajo la dirección del arquitecto Ricardo Bastida, inaugurándose en 1950. La reforma afectó a todos los aspectos, tanto interiores como exteriores: un palacete familiar no servía a las funciones de una institución bancaria y además se construyó un nuevo edificio anexo en la parte trasera, donde se encontraba el jardín, con fachada sólo a Astarloa, tan grande como el propio palacio. Todo ello recibió un mismo tratamiento ornamental exterior, consiguiendo que el edificio reformado y su ampliación ofrecieran una imagen de unidad estilística. Bastida conservó una capilla con bóveda rebajada e interesantes mosaicos en la primera planta, la cual ahora también se ha decidido conservar dentro de la tienda, aunque no se usará como punto de venta, pasando a formar parte de sus señas de identidad “como si fuera una escultura”, aseguró en su día el arquitecto Iñaki Aurrekoetxea, cuyo estudio IA+B ha realizado la reforma, junto con Diego Martín-Sáiz y Robert Brufau, desde DIMARK ESTRUCTURAS y BBG Estructures. Aunque funcionara como un engranaje en el sistema del capital, la Caja de Ahorros también era una “obra social” que ofrecía servicios y atendía necesidades de personas de toda índole y condición. ZARA sólo mirará por sus intereses particulares, atendiendo sólo los deseos de quien los pueda pagar. Gentrificación Comercial.
Ahora la sede de una entidad bancaria no sirve a las funciones de un globalizado comercio de vestimenta. Exteriormente, la intervención ha causado el rasgado de algunos ventanales en planta baja hasta la acera de la calle. Esto ha venido provocado porque esa planta baja, en realidad, era una entreplanta a la que se accedía tras subir siete u ocho peldaños (1’5 metros) que le separaban del nivel de la Gran Vía. Desde un punto de vista comercial esos peldaños, la diferencia de cotas, suponían un inconveniente, una barrera para la accesibilidad del cliente. Al parecer, ese fue el motivo argüido por algún comprador interesado en el edificio para decidir no adquirirlo finalmente. Eliminar ese inconveniente implicaba la demolición del forjado de la entreplanta y la construcción de otro nuevo al ras de la acera. Aunque no era estrictamente necesario para la presentación y observación de indumentarias, los ventanales siguieron el mismo proceso: rasgado hasta la acera. Semienterrado existe un sótano que, al haber visto bajado su techo, ha precisado de una excavación para ganar altura y volver a ser funcional.
Resumiendo las actuaciones en cimentación, éstas han consistido en:
- Derribo del techo del sótano y rebaje de los muros hasta la cota definitiva.
- Cegado de los huecos de muro con fábrica de ladrillo macizo conectada a los muros existentes para poder ampliar el área efectiva de cimentación.
- Relleno del sótano con tierras compactadas hasta el nivel de la nueva solera, armada a dos caras y conectada a los muros perimetrales.
En cuanto a lo histórico-patrimonial:
- El atrio del palacio existente se compone de 16 columnas de mármol en las dos alturas que lo componen.
- En planta baja, debido al aumento de la altura de éste, se decidió retirar las columnas intermedias de cada uno de los lados, al mismo tiempo que ha sido necesario esculpir la base de las 4 columnas que se mantienen, en el muro de fábrica existente en el sótano, reforzando su perímetro mediante una capa de hormigón armado.
- En el techo de planta baja las columnas sostienen una jácena de hormigón armado que se refuerza mediante un cajeado de chapas metálicas, permitiendo recortar los pilares intermedios por la cara inferior de la jácena.
- El edificio mantiene algunos de sus elementos originales como la escalera principal que comunica la rebajada planta baja con la primera, las vidrieras del techo y paredes, y la madera del suelo de la zona delantera de la primera planta. También se han conservado otros elementos como una chimenea, sólo algunas puertas, las luminarias y se han restaurado elementos decorativos en paredes y muros.
La impresión que se obtiene tras una visita al nuevo local es que de la ampliación de los años 40 realizada por Bastida sólo se han conservado los muros exteriores y nada de su interior, incluido un patio de doble altura; de la zona palaciega de 1906-12 reformada durante los años 40 se han conservado sólo los elementos más relevantes. Por supuesto, han desaparecido despachos y tabiques que separaban zonas para lograr un espacio lo más continuo posible. La entrada desde la Gran Vía a la planta baja no muestra ninguno de estos valores patrimoniales, puesto que se trata de una planta nueva, salvo el arranque de la escalera en el lateral derecho. Las escaleras que estaban antes en el vestíbulo del edificio, muy cerca de la calle, ahora se han trasladado a la zona delantera de la escalera noble, lo cual produce un choque visual notable y una secuencia de escalinatas que se muestra poco comprensible.
La Comisión de Patrimonio municipal -un organismo encargado de velar por la protección del patrimonio edificado, en el que participan representantes del Ayuntamiento, la Diputación, el Colegio de Arquitectos y la Universidad de Deusto- autorizó esta reforma. Todos los miembros de la Comisión votaron a favor del proyecto salvo la representante del Colegio de Arquitectos por entender que se podía haber hecho un mayor esfuerzo de conservación. Yo también lo entiendo así, sin dudas.


Cuando el proyecto de reforma estaba en marcha, pero aún en manos de Mango, la parte referida a la intervención estructural fue presentada a los IV Premios ACE (Associació de Consultors d’Estructures) para optar al Premio a la Mejor Obra de Estructura. No consta que lo ganara.
Aunque encima de las tres plantas utilizadas por la tienda existen otros dos pisos más, la empresa decidió no utilizarlos para la venta de sus productos, pero no porque no necesitara más espacio para ello, puesto que ha alquilado para este fin la planta baja del edificio situado en la esquina de Astarloa y Gardoqui. La colindancia entre los zócalos de ambos edificios pone en comparación lo que permitió la Comisión de Patrimonio municipal y lo que no permitió el propietario del local comercial vecino de reciente construcción, demostrando la inutilidad del rasgado de las ventanas, pues el zócalo de ambos edificios hubiese quedado exactamente a la misma altura.
No quiero terminar sin mencionar el hecho de que en aquel palacio urbano de Lezama-Leguizamón a principios de 1937, con el frente bélico avanzando por Gipuzkoa hacia Bizkaia y el edificio incautado, en su tercer piso se constituyó la sección vasca de la Agrupación de Mujeres Antifascistas (AMA) -impulsada por militantes del Partido Comunista en las zonas de España que seguían defendiendo la República- y en la que se integraron mujeres de Acción Nacionalista Vasca y de los sindicatos UGT y CNT. En este piso existía desde el comienzo de la guerra el Hogar de la Mujer Moderna, a cuya acción liberadora y feminista se unió AMA el 10 de enero. Su presidenta fue Florentina Tasende, de ANV, su vicepresidenta, Concepción García, de la Juventud Socialista Unificada, su secretaria, Faustina Baliño, en representación del Hogar de la Mujer Moderna, vicesecretaria, Pilar Pérez, y sus vocales, Astrea Barrios, de JSU, y Lucía Pérez, en representación del PCE. El hecho de que en esas fechas tanto Gipuzkoa como Navarra estuvieran bajo control franquista hizo que se incorporaran como vocales Concepción Ostonda, de la Comisión de AMA en Navarra, y Mª Isabel Larrañaga, de la Comisión de AMA en Gipuzkoa. Entre todas ellas editaran la revista Mujeres, de Bilbao, de efímera vida, siendo directora, Mª Luisa la Presa, jefa de redacción, Aurora Pérez Riat, responsable de administración, María Sanromá, y redactoras, Isabel Larrañaga y Juanita Lefebre. Un recuerdo para todas ellas.
No deja de ser una paradoja que allí donde, en labores de retaguardia, las mujeres demócratas, feministas y modernas elaboraban jerséis para que los soldados combatieran el frío de las trincheras, hoy se venda ropa de diseño “low-cost”, aunque pretenda no parecerlo en un edificio palaciego. No menos paradójico es que hace un par de meses empleadas de ZARA, en Gipuzkoa, la mayoría mujeres, realizaran concentraciones frente a la principal tienda que la firma textil tiene en San Sebastián para exigir la mejora de sus condiciones salariales y la eliminación de la «precariedad laboral» del colectivo.
La lucha continúa: la de las mujeres y la de la defensa de patrimonio histórico-arquitectónico.


Un comentario sobre “ZARA, arquitectura “high-cost” y feminismo.”