Pueblos de colonización: el montaje expositivo (y II)

/ Javier González de Durana /

Mural constituido con herramientas utilizadas por diversos oficios, en especial agrícolas y ganaderos, en tiempos históricos de colonización.

Desde la España en blanco y negro se pasa, rampa mediante, al piso superior. En Vegaviana, los comisarios vieron cómo uno de los residentes había realizado en su casa un gran mural con utensilios de labranza, ganadería y otros oficios en su mayoría ya desaparecidos. Tuvieron la buena idea de trasladar ese mural -o la idea del mural, no lo sé- a la larga pared de la mencionada rampa. Es curioso el resultado, mezcla de ordenado almacén de objetos prestos a ser utilizados por los escultores Ángel Ferrant o Eduardo Chillida en su primera época y colosal composición de la artista Carmen Calvo. A pesar de que la mayoría de ellos han sido funcionales hasta no hace demasiados años, ahora los contemplamos como artilugios de un tiempo remoto destinados a un museo de etnografía. El público -sobre todo, el de cierta edad- se detiene ante ellos y los contempla como si se mirara en un espejo que les devuelve la distante imagen-eco de antiguas vivencias, recuerdos de su infancia en pueblos que ya no son lo que fueron.

Nada más acceder al segundo piso, se ofrece un pequeño espacio para Joaquín del Palacio, Kindel, el fotógrafo del INC que tantas y tan decisivas imágenes tomó en estos pueblos. Sólo él y su trabajo ya daría para una exposición monográfica. Ojalá algún día pueda verse.

Icónica imagen tomada por Kindel en Vegaviana.

El resto de esta planta, su mayor parte, está dedicado al paisaje humano que habitó y habita hoy en estos pueblos. Es la sección más abierta de toda la exposición. Aquí no faltan imágenes, las hay en abundancia; de hecho, sólo hay fotografías. En realidad, toda la parte social de la exposición -la que ocupa mayor espacio- constituye en sí mismo un específico proyecto fotográfico sobre los pueblos de colonización. Está muy bien dar importancia a los hombres y mujeres sobre cuyas espaldas estas poblaciones echaron a andar e hicieron productivos los grandes terrenos de regadío a su alrededor, que no les pertenecían. Cuando llegaron los primeros colonos en gran parte de estos pueblos -sobre todo en construidos durante los años iniciales- era frecuente que no hubiera electricidad, ni agua corriente, ni alcantarillado e incluso algunos edificios sin terminar. El Estado les dio una casa nueva y una huerta -algunos colonos que procedían de viviendas misérrimas apenas se lo podían creer-, pero las pagaron con creces mediante su trabajo en los años siguientes.

Sección compleja por intrincada, aunque con fundamento en buenas intenciones, pues se quiere dar a entender que lo importante en los pueblos de colonización no es la arquitectura ni la ingeniería hidráulica ni ninguna otra cosa, sino la gente. Veamos, pues. Por una parte, hay un numeroso conjunto de banderolas colgantes del techo a variadas alturas que muestran imágenes fotográficas de habitantes actuales en los pueblos, de todas las edades. Muy cercanas unas banderolas a otras, dispuestas en filas, el visitante se ve envuelvo por ellas y próximo a estas gentes, algunos que llegaron como colonos hace décadas y aun permanecen allí, y algunos otros que llegaron más tarde, ya no sólo de distintos puntos de España, sino también de otros países para integrarse en esas rurales y pequeñas, pero acogedoras, sociedades. El objetivo es mostrar densidad humana e individuos insertos en su paisaje cotidiano.

Sección de banderolas fotográficas: las personas.

En el espacio colindante se han articulado cuatro pequeñas estancias abiertas dedicadas al Arte, los Arquitectos, los Colonos y la Domesticidad y memoria. Son estancias con alguna silueta arquitectónica, pero como si su construcción no estuviera concluida. En su interior, de manera informal y disposición en mosaico, se presentan entre diez y veinte fotografías -de medidas convencionales y enmarcadas- alusivas a los temas citados. En la zona murada de estas estancias se ve algún detalle constructivo típico las casas de los colonos: un tragaluz, una ventana circular y otra cuadrada…

Tragaluz recreado en una de las estancias y fotografía de un tragaluz real (intervenido) en un pueblo de colonización.

Imágenes de las cuatro estancias temáticas.

Fotografía de placa dedicada al arquitecto que diseñó el pueblo de colonización donde se encuentra.

Colindante al anterior se ha reservado una gran espacio para la proyección de un amplio tríptico en vídeo mediante el que los colonos cuentan sus vivencias. En dos de los muros periféricos a este conjunto social de banderolas, estancias y sala de video se han colocado dos extensos murales fotográficos. en uno se muestra la secuencia continua de un canal de agua constituido con fragmentos de canales situados en diferentes localidades. En el otro se presentan detalles de toda naturaleza existentes en calles, viviendas, huertas, campos, manos…, «huellas de la vida sobre las nuevas arquitecturas». El presente como sedimento que recoge la existencia previa de tanta gente, tanto esfuerzo, tanto sufrimiento. Entendido: por eso las fotografías son actuales. No obstante, se hubiese agradecido mucho un buen conjunto de fotografías históricas, no sólo las de Kindel, sino las tomadas por otros fotógrafos o los residentes en su vida cotidiana, niños en la escuela, novios de la mano, rituales de paso, bautizos, bodas y entierros, laboreo en el campo, fiestas… de aquellos tiempos. No hubiera importado que estuviesen desenfocadas, en blanco y negro o en regular estado de conservación, pues eran los momentos elegidos por los propios protagonistas para ser recordados.

Mural fotográfico de un canal aéreo de agua configurado en continuidad con fragmentos de canales existentes en distintos pueblos.

Mural fotográfico con asuntos variados.

La exposición finaliza en una sala alta, más reducida en dimensiones, donde de nuevo se exhibe otro extenso mural fotográfico, que insiste en asuntos semejantes a los anteriores, presidido por una gran fotografía de un grupo de siete hombres de edad avanzada que, sentados en un banco ante un muro, miran de frente y sonrientes a la cámara, personas que fueron primeros colonos y que cuando fallezcan se llevarán toda una información esencial que es preciso recoger ahora. Los comisarios explican bien en tu texto final la importancia que dan a todas estas fotografías que tomaron ellos mismos. Una mesa permite la consulta de la publicación. En una sala anexa, más pequeña, otro vídeo en tríptico muestra a arquitectos e historiadores que ofrecen sus explicaciones acerca de qué fueron los pueblos de colonización, a quienes beneficiaron, en qué contextos políticos fueron concebidos y creados, etc.

Último mural fotográfico con temas variados, «huellas de la vida», en la sala alta y mesa para consulta de la publicación.

Mi conclusión es que la parte social de la exposición, muy amplia, ha sido considerada necesaria para hacer justicia a los protagonistas invisibilizados hasta ahora, pero también para facilitar el acceso empático a un asunto que para parte del público hubiera resultado demasiado seco y técnico en caso de haberse limitado a lo arquitectónico y urbanístico. Quizás los especialistas en estos últimos asuntos hubiesen preferido mayor dedicación y espacio para ellos, pero no me pareció que fueran precisamente especialistas las numerosas personas con las que compartí esta exposición durante una larga hora aquel día en que recordábamos la proclamación de la 2ª República española (en ella estuvo el origen político-social de estos poblados, aunque después el franquismo se apropiara de la idea, despojándola de la vertiente redistributiva de sus beneficios). Más bien eran gentes que, entre la emoción y el recuerdo, sentían que en buena medida se estaba hablando de ellos, como también yo sentí que se refería a mí, aunque nunca estuve de niño o joven en uno de estos pueblos, pero tuve noticia de ellos por la prensa y, sobre todo, el NO-DO. Como les sucedió a los comisarios, Ana Amado y Andrés Patiño en sus viajes por estos pueblos de colonización durante siete años, algunos fuimos al Museo ICO buscando arquitectura y nos encontramos con la gente, esos colonos a los que no se les había dado la palabra ni puesto rostro antes.

Portada de la revista Vida Nueva, editada por el Instituto Nacional de Colonización, con dibujo de Manuel Rivera para el número 10-11 de diciembre de 1957.

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