/ Javier González de Durana /

La empresa FAES, Fábrica Española de Productos Químicos y Farmacéuticos (hoy Faes Farma), ha tenido desde su puesta en marcha el año 1935 un fuerte vínculo con la arquitectura de alta calidad y notable representatividad. Sus primeros y discretos pabellones en Lamiako (Leioa, Bizkaia) fueron sustituidos después de la guerra civil por otros edificios de mayor singularidad concebidos por arquitectos como Rafael Fontán y Pedro Ispizua. La empresa vivió en las décadas siguientes numerosas adaptaciones ajustadas a nuevas tecnologías, procesos trabajo y líneas de producción. El actual conjunto de edificios en Lamiako se organiza en pabellones, dispuestos en torno a calles y plazas interiores, facilitando la movilidad. A pesar de la variedad de tipologías y épocas edificatorias, cierto aspecto común unifica los inmuebles, creando sensación de conjunto homogéneo. El color blanco con que están pintados la mayoría de estos pabellones ayuda a esa sensación.
El edificio institucional más representativo y desde el que se gobierna la empresa utiliza un repertorio decorativo atenuadamente historicista con escudos, frontones y columnas alrededor de la puerta de entrada inscrita en el marco de un gran paño de ladrillo rojo. Puro años 40 con puntuales notas palaciegas en los espacios de recepción, administración y dirección (detalles ornamentales de lujo e interiores forrados de madera como evidencias de la jerarquía empresarial) junto a un funcionalismo genérico -una estética del despojamiento- en los demás ámbitos laborales: pabellones de investigación, de producción, de molienda, liofilización, electrólisis y otras dependencias configuran una pequeña ciudad industrial que el dibujante Gerardo D’Abraira se encargó de plasmar en 1942 mediante una de sus maravillosas vistas panorámicas aéreas que la empresa mostró con orgullo en sus primeras publicaciones.

Reproducción fotográfica de FAES, por Gerardo D’Abraira, 1942, tinta china, acuarela y gouache / papel, 80×190 cm aprox.

Acceso al edificio de gobierno, dirección y administración.

Dos de los pabellones históricos en Lamiako.

Vestíbulo, despacho de dirección y sala de reuniones/conferencias en el edificio institucional.
Sin embargo, aquellas primeras instalaciones junto al Nervión ya resultaban insuficientes para desarrollar sus actividades y, sin cerrar éstas, decidió buscar otro emplazamiento en donde proseguir la tarea, encontrándolo en el Parque Científico y Tecnológico de Bizkaia, en Derio (Bizkaia). Esta zona entre Derio y Munguía viene dando a luz durante los últimos años algunos de los edificios más interesantes de nuestro entorno. En su momento ya reseñamos aquí a Ericsson (en el mismo Parque), a Ultra Tensión Arteche (en Mungia) y al centro de día para jóvenes con trastornos del espectro autista (en Derio, pero fuera del Parque).
Ochenta años después de levantar las instalaciones en Lamiako, ahora Faes Farma cuenta en Derio con una parcela de 50.000 m2 de los que, utilizando 27.000, ha construido un impactante edificio de 60.000 m2 de superficie útil para lo que hubo de adaptarse a una compleja topografía con pronunciados desniveles que alcanzan en algunos puntos hasta los veinte metros de diferencia entre cotas. Proyectado por IDOM -Gonzalo Carro y Patxi Matute-, en ciertos aspectos recuerda mucho al Instituto BioCruces, en Barakaldo, otro proyecto de IDOM dirigido por Gonzalo Carro hace ya siete-ocho años. Ese recuerdo viene provocado por la retícula de lamas blancas en la fachada -en la que se utiliza el sistema de muro cortina R70ST Riventi– que aporta intimidad y protege de la incidencia directa de la luz solar, dos objetivos que también se han querido para Faes Farma. En ambos lugares, los espacios singulares, como el vestíbulo o la zona de descanso, se abren con grandes ventanales que, si bien en Barakaldo ofrecen una anodina visión urbana y una autovía, demasiado próximas, en Derio revelan el paisaje despejado y luminoso del valle de Asúa. Las diferencias, ocasionadas por el suelo disponible, residen en que mientras en Barakaldo el edificio tuvo que tomar altura y hacerse compacto en Derio se ha podido expandir y escalonar.
El alargado bloque de Faes Farma se encuentra en el punto más elevado de la ladera ocupada por el Parque y tiene 400 metros de anchura frontal (este-oeste) y 120 de fondo (norte-sur), estando fragmentado en tres cuerpos: uno, destinado a oficinas, dirección y 3.000 m2 de laboratorios, se organiza alrededor de dos grandes patios desde los que es posible entrar con contacto visual con el paisaje; los otros dos albergan zonas de producción, área de carga y descarga, almacenaje robotizado y logística. La fachada de doble piel, con lamas de aluminio lacado, conforma una celosía exterior que vuela dos metros por delante del plano de cerramiento del muro cortina de vidrio. La blancura subraya un sobrio lenguaje abstracto -es inevitable decir minimalista- que resulta clave para, aparentemente, aminorar el impacto volumétrico de la construcción, lo cual se consigue al reducir su altura, adaptándose a la orografía de la parcela y a la servidumbre aeronáutica debido a la cercanía del aeropuerto. Esto da lugar a un bloque escalonadamente alargado. Desde un punto lejano del vial de acceso -ascendente y perpendicular a la esquina Oeste de la fachada- aparece el edificio administrativo como si flotara sobre la entrada principal.

Fotografía de Aitor Ortiz.
Esos son los datos descriptivos, vamos ahora a la lectura simbólica. La pandemia del año 2020 tuvo hondas repercusiones en el sector farmacéutico, provocando una aceleración en la investigación y un incremento de colaboraciones entre empresas y gobiernos. El resultado que la sociedad espera de ello es una industria más preparada y con un mayor desarrollo para hacer frente con sensatez a futuras emergencias sanitarias. Ahora bien, más allá de la mera reducción de residuos, la industria farmacéutica se enfrenta a importantes retos medioambientales al sentir una fuerte y creciente presión para adoptar prácticas de producción más sostenibles y limpias mediante la implementación de tecnologías verdes y la revisión del ciclo de vida de sus productos, sin que ello suponga comprometer sus resultados y rentabilidad. Por otro lado, el futuro del sector se basa en su comportamiento deontológico, en las prácticas comerciales justas y en abordar de manera ética y responsable el precio de los medicamentos. Estos aspectos son esenciales para mantener la confianza pública y asegurar la sostenibilidad de estas industrias a largo plazo.
Y, por supuesto, también es importante la imagen que la empresa proyecta desde su sede e instalaciones productivas. De ahí viene la dominante imagen blanca, un tanto fría y como esterilizada, propia de la asepsia clínica y hospitalaria, que proyecta este volumen. Quiere pasar lo más desapercibido posible y, al saber que no puede lograrlo, busca ser neutro e inexpresivo o expresivo de una manera glacial. Esto tiene la ventaja de alejarle de connotaciones que pudieran ser interpretadas desde diferentes y controvertidos puntos de vista, pero con el inconveniente de hacerle parecer sin alma y generador de una desorientación ensimismada en sus impersonales espacios interiores. Ámbitos como para desconectarse del tiempo y el espacio, aparentando igualitarismo laboral. Impecable en lo formal, puede resultar insípido en lo emocional. Negro en el contacto con la tierra y en la proyección hacia el cielo; blanco flotante en el medio. Con aroma y vibraciones de Severance -no en vano esta serie televisiva se rodó en el complejo Bell Labs Holmdel, en Nueva Jersey, diseñado por Eero Saarinen en 1962-, ¿en quién confiar? ¿en el negro o en el blanco? Tal vez sea en el blanco con la prescripción justa de una dosis de negro anexo para que aquel no ciegue y, así, eludir el ensimismamiento.

Fotografía de Aitor Ortiz.

Fotografía de Aitor Ortiz.

Fotografía de Aitor Ortiz.

Fotografía de Aitor Ortiz.

Fotografía de Aitor Ortiz.

Fotografía de Aitor Ortiz.

Instalación de los paneles como segunda piel controladora de la luz solar; fotografía de Riventi.

Plano de emplazamiento.