Una metódica atención a los detalles

/ Javier González de Durana /

Aspecto de una reforma en un piso del Boulevard donostiarra, por Ortega Diago.

A estas alturas no sé si la Bienal Internacional de Arquitectura de Euskadi (BIAE) sigue abierta, cerrada o en el limbo. Unas actividades abrieron y cerraron en fechas inesperadas, otras parecen permanecer y otras más (los pabellones de behark y ARGI) han tenido unos horarios tan restringidos que era como si no estuvieran. Así que ahora, para referirme al Premio Peña Ganchegui, voy a evitar alusiones a la BIAE y me referiré al equipo que fue galardonado con el premio.

Desmontaje del pabellón de behark el pasado jueves 21 de diciembre y que, junto con el de ARGI, me habría gustado comentar.

El Jurado de este Premio, orientado a jóvenes arquitectos vascos que, individual o colectivamente, desarrollen su labor profesional en la Comunidad Autónoma del País Vasco o se hayan titulado como arquitectos en la misma,  en la edición 2023 estuvo integrado por Antonio Ortiz (1947), del estudio sevillano Cruz y Ortiz, María Langarita (1979), del estudio madrileño Langarita-Navarro, y Fernando Márquez Cecilia (1957), fundador con Richard Levene del estudio y editorial de arquitectura El Croquis . Los tres son profesores en diferentes Escuelas de Arquitectura y sus trabajos, premios, estudios, talleres, seminarios y participación en congresos han sido ampliamente difundidos por las revistas especializadas del sector, así como sus trabajos de arquitectura realizados en España y diversos países. Con voz, pero sin voto, participaron Rocío Peña, del Archivo Peña Ganchegui, representando al legado de su padre, Pablo García Astrain, Director de Vivienda, Suelo y Arquitectura, en la Consejería de Planificación Territorial, Vivienda y Transportes, del Gobierno Vasco, y Mario Sangalli, como coordinador del premio y secretario del Jurado.

Según las Bases del Premio, se podían seleccionar hasta diez finalistas de entre todos los presentados; sin embargo, finalmente han sido sólo siete sin que el Acta del Jurado indique cuántos candidatos se presentaron (fueron quince). De ese reducido número se seleccionó un premiado, tres menciones y tres seleccionados para ser expuestos junto con los anteriores. Hoy comento aquí al equipo premiado y cito a los estudios con mención. Debe recordarse que el premio no se otorga a una obra o trabajo concreto, sino a un conjunto de trabajos de índole diversa: se premia la incipiente trayectoria emergente de un arquitecto o equipo liderado por uno o varios arquitectos, dentro de sus 10 primeros años de titulación habilitante.

El premio lo obtuvo el estudio de arquitectura donostiarra Ortega Diago, según el Acta, por “el ejercicio de síntesis espacial en los proyectos presentados, la delicadeza en el tratamiento de los materiales, las singulares soluciones programáticas, la preocupación por la fluidez en las circulaciones y el acento en las transparencias”. En su declaración de intenciones, Gonzalo Sánchez Ortega y Armando Diago proclaman que “de la mano del esmero en los detalles, nace nuestra inquietud por involucrarnos en la completa elaboración del proyecto. Concebimos arquitectura ligada a su contexto. Buscamos siempre la buena relación del proyecto con su entorno físico y temporal. Por ello, nuestro objetivo es la plena dedicación a una arquitectura respetuosa y rigurosa en la que la atención al detalle constructivo adquiere un papel fundamental para nuestro trabajo”. Detalle, contexto, entorno, esmero, respeto y rigor son los conceptos-clave.

Comedores en una fábrica y Apartamento en la parte vieja.

Presentaron diez proyectos de muy diversas dificultades, demandas y presupuestos. En ellos, ciertamente, destaca la importancia que conceden a las preexistencias, que a menudo no sólo son conservadas cuando manifiestan algún tipo de valor ambiental, sino que incluso se convierten en ejes directores de los proyectos, la elegante sobriedad de los materiales utilizados, los acabados minuciosos, la contención cromática que otorga preferencia a blancos y oscuros, y los espacios diáfanos inundados por la luz natural. Destacaré algunos de sus trabajos.

Su proyecto más premiado es un Centro Social en el barrio de San Ignacio (Bilbao) que no se materializó. Proyectado en 2017 obtuvo premios y nominaciones en Madrid y Venecia, pero el emplazamiento, colindante a la ría y próximo a la antigua entrada del canal de Deusto, quedó finalmente convertido en una plaza pública sin ninguna edificación. La idea se sustentaba en cinco bloques girados entre sí que daban lugar a conexiones visuales y físicas entre exterior, el agua de la ría, y el interior, la urbanización del barrio, así como entre un mundo aéreo, elevado, conectado cromáticamente con la atmósfera de grises y reflejos acuáticos, y otro mundo, rocoso, subterráneo, sumergido entre luces y sombras. Este juego de oposiciones ofrecía la posibilidad de disponer de cierta intimidad al tiempo que congregar grupos para disfrutar del entorno paisajístico que en este punto, donde confluyen el Nervión, su afluente el Cadagua y el canal, es muy poderoso.

Centro Social en Bilbao.

Otro proyecto -éste sí realizado- fue la habilitación de una casa-estudio en un espacio reducido y poco apetecible (San Sebastián, 2023). Aquí utilizaron tres piezas de geometría que evocan el juego de Lego para lograr una nueva organización del espacio en el que penetra una gran luminosidad. La escalera que conecta los dos niveles del espacio (abajo gran sala de estar y comedor, arriba dormitorio y estudio) se convierte, gracias al material noble con el que está realizada, en la pieza simbólicamente central de la operación al tiempo que, como un biombo en zigzag, muestra, oculta y conecta espacios y funciones. 

Casa-estudio.

También presentaron el comedor de una fábrica (2022) en el que, para que el trabajador pudiera estar relajado y algo desvinculado de su tarea laboral, hicieron que el jardín que estaba justo al lado del pabellón -reconvertido para esa función- actuara como inspirador para todo el proyecto, pues a la hora de pensar en el descanso y el almuerzo nada es comparable ni mejor que un lugar natural como el que tenían justo en frente.

Otro proyecto valorado por el Jurado fue una casa en Fuenterrabía (2021) para la que se plantearon cerrar sus laterales y abrirla a lo largo, generando un jardín delantero de bienvenida, al que vuelcan las estancias principales, y otro más íntimo y resguardado, rodeado por los dormitorios y una zona boscosa. Al cerrar los laterales se provocó la aparición de un patio que da orden a la casa. La luz que permite entrar acabó siendo un aspecto altamente atractivo, mientras que otro punto fundamental fue el empleo de materiales naturales y locales como la madera y la piedra, aportando a la vivienda armonía con su entorno: estaba en el lugar que tenía que estar. 

Fueron merecedores de una mención Amaia Arana, quien entiende «la arquitectura como la herramienta que nos permite crear escenarios para nuestro día a día; espacios cálidos, bellos y funcionales que huyen de modas efímeras y que a su vez, cuentan con estrategias de eficiencia energética y un alto nivel de confort”, lo que resulta patente en su preciosa casa en Zubieta; para el Jurado resultó importante «la notable atención por las preocupaciones medioambientales y el exquisito cuidado en el tratamiento de los materiales»

La Gurea Arquitectura Cooperativa, para la que «la arquitectura es ante todo un acto colectivo, expresión y resultado de diversas experiencias y saberes. Nuestro trabajo se basa en una conversación constante con nuestros clientes, con otros técnicos y agentes, oficios y entre nosotros mismos», para el Jurado «una practica contemporánea, cooperativista, consciente y responsable, que asume los desafíos de los nuevos paradigmas energéticos y sociales»,

Y finalmente, Mugara, que trabaja con la desprejuiciada curiosidad que le lleva encontrar oportunidades que, ocultas a nuestros ojos, en realidad se hallan a la vista de todos, como lo demuestran sus rehabilitaciones de caseríos y otras construcciones rurales, el Jurado valoró «su particular modo de mirar la realidad, destacando la singularidad y diversidad de las soluciones, asnillo como el riesgo asumido en sus propuestas».

Arquitectos que, nacidos en la segunda mitad de los años 80, ya no son promesas sino realidades notables a las que, como a todo presente preñado de futuro, habrá que seguir la pista.

BAT etxea, trabajo de Amaia Arana en 2023

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