Homenaje a Julián Larrea Basterra.

Javier González de Durana

cartel del acto

En Diciembre del 2017 nos dejaba D. Julián de Larrea Basterra (1925-2017). Ligado a la Delegación en Bizkaia del COAVN desde su colegiación en 1957, su fructífera trayectoria en el ejercicio de la profesion queda refelejada en algunos de los ejemplos destacados de arquitectura del último tercio del pasado siglo de su entorno.

Su legado, más allá de la obra arquitectónica, incluye su talente generoso compartido a lo largo de su carrera a través de colaboraciones con arquitectos como Rufino Basáñez y Esteban Argárate, entre otros.

Desde la Delegación en Bizkaia del COAVN queremos hacer un reconocimiento a su figura mediante un Acto Homenaje que tendrá luegar el viernes 6 marzo a las 18:00h en el Salón de Actos de la Delegación. El acto contará con la participación de personas que han profundizado en su trayectoria con el fin de resaltar su semblanza.

Programa del Acto Homenaje a D. Julián Larrea Basterra que tendrá lugar en el Salón de Actos de la Delegación en Bizkaia del COAVN el viernes, 6 de marzo, de 18:00h. a 19:30h.

1.- Saludo y bienvenida

. -Dña. Matxalen Acasuso Atutxa. Decana COAVN

. -D. Iñigo Basáñez Alfonso. Presidente Delegación en Bizkaia del COAVN

2.- Intervenciones de los ponentes:

. -D. Javier González de Durana Isusi. Historiador de Arte

. -D. Carlos Gamendia Fernández. Arquitecto

  1. Mesa redonda abierta

A la finalización del Acto se ofrecerá un aperitivo.

5 comentarios sobre “Homenaje a Julián Larrea Basterra.

  1. Estaría bien saber si Larrea estuvo de acuerdo con derribar las casas de Sota de Gran Vía. El arquitecto que le sustituyó cuando se fue fuera de Bilbao, no permitió tirar las fachadas, pero los fabulosos interiores ya habían sido derribados.

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    1. Si se habían derribado los fabulosos interiores y mantenido la fachada, entiendo que había sido para protegerla y con un proyecto aprobado por todos los organismos competentes y ya puesto en marcha antes de que le «sustituyera» otro arquitecto, ¿no hubiera sido, si no, más fácil y económico derribar el edificio entero?, ¿qué protegió ese sustituto si se encontró con el proyecto en marcha?

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      1. Por lo que yo sé, Larrea estaba satisfecho con el trabajo realizado en las Casas de Sota, lo cual no quiere decir que previamente estuviera de acuerdo con que el hecho de que se derribara el interior de esas casas. Probablemente, si le hubiesen preguntado a Larrea si creía que esos interiores tenían algún valor su respuesta hubiese sido que sí, que lo tenían en altísimo grado y que merecían ser conservados, pero una vez el Ayuntamiento de Bilbao había concedido la licencia de derribo y los organismos responsables de la protección del Patrimonio Histórico no se opusieron a ello, siendo estas por tanto cuestiones no achacables a Larrea, al arquitecto sólo cabía exigirle una buena nueva actuación tras las fachadas conservadas. Y en cuanto a esto, Larrea se sentía contento y satisfecho. ¿Algún profesional rigorista hubiese rechazado trabajar en ese emplazamiento -que contaba con las bendiciones oportunas (aunque fueran lamentables)- por el hecho de no estar de acuerdo con las consecuencias de tales bendiciones? No lo creo, lo importante era ser un buen profesional en esas circunstancias y resolver el encargo de la mejor manera posible.

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    1. Tan sólo un par de apuntes sobre lo que dije en la conferencia del viernes pasado en el Colegio de Arquitectos:
      «A la generación que perteneció Larrea le tocó trabajar en una época que representó un desafío trascendente para los profesionales de la arquitectura, pues, tras superar las limitaciones de un estado autárquico durante los años 40, Bilbao vivió un fuerte desarrollo económico que trajo crecimiento demográfico, el cual, a su vez, condujo a una expansión de la ciudad y, consecuentemente, a una intensa actividad constructora.
      Todo ello significó que a esta generación de arquitectos le tocó:
      • Completar la ocupación del Ensanche, llevando el paisaje edificado a solares hasta entonces libres al final de la Gran Vía y en las inmediaciones de Sabino Arana y Autonomía, desbordando estos límites;
      • Culminar el levantamiento de segundas ocupaciones con inmuebles de varias plantas en solares hasta entonces ocupados por primeras ocupaciones en forma de chalets y palacetes ajardinados;
      • Afrontar la inmensa tarea de diseñar barrios enteros con alta densidad residencial para las nuevas clases medias integradas por funcionarios y obreros cualificados (San Ignacio, 1.032 viviendas, 1945-60), para clases medias Sagrada Familia, 650 viviendas, 1956-58), para los chabolistas (Otxarkoaga, 3.672 viviendas, 1959-61) y para las incesantes oleadas de emigrantes (Rekalde, La Peña, Altamira, Santutxu…).»
      «Caracterización final.- Larrea fue un arquitecto culto y trabajador, poco dado a gestualidades llamativas o disonantes en sus edificios. Siendo admirador de W. Gropius, M. van der Rohe, F. Ll. Wright, Le Corbusier, tenía un talante conservador y prefería la austeridad y sencillez en el diseño como manifestaciones de la racionalidad y el rigor constructivos.
      Hijo de su tiempo, bregó tanto con masivas y mínimas viviendas sociales en la periferia urbana como con edificios residenciales de alto nivel en el Ensanche: en los primeros buscaba la lógica constructiva y el bienestar accesible, con los segundos trataba de insertar sus edificios en una trama urbana de altísima calidad mimetizándose con el entorno, preservando el ambiente.
      Diseñador que no necesitó evidenciar sus buenas cualidades con singularidades visuales, con rasgos formales externos como supuestas señas de una personalidad original o peculiar, Larrea hizo mucho Bilbao, conformó esta ciudad en numerosos lugares de ella y, por tanto, elaboró buena parte del paisaje urbano por el que caminamos.
      Aunque hayamos pasado junto a sus edificios sin saber que él era su autor, fue uno de los profesionales que definieron esta ciudad en la segunda mitad del siglo XX, una época de profundas transformaciones urbanísticas y constructivas entre las que él, como arquitecto, supo desenvolverse con elegancia y discreción, en el silencio que envuelve a aquellos que prefieren situarse bajo la sombra de una segunda fila, pero siendo el compañero perfecto para los muchos colegas suyos con quienes trabajó.
      Un carismático hombre, un pulcro profesional, un señor de Bilbao».

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