Plaza Elíptica: la gran demolición/sustitución (epílogo)

/ Javier González de Durana /

Vista aérea de la Plaza Elíptica y su entorno. La fotografía fue tomada hacia 1961-62.

A Rosaura y Juan Mari

Los inmuebles afectados en esa Plaza por su demolición/sustitución fueron cuatro, pero si ampliaremos la mirada a las manzanas colindantes encontraríamos otros ejemplos singulares durante más o menos una amplia década (1965-1976), infausta para la histórica arquitectura residencial burguesa, pero que podría ser considerada como muy interesante en lo referido a la arquitectura contemporánea. Me limitaré en este epílogo a mencionarlos, sin más. Quizás haya ocasión para entrar en algunos de ellos más adelante, como hice con el que ahora parece estar más en riesgo, el EuroBanco, en Marqués del Puerto 3, cuyos autores fueron Juan Daniel Fullaondo y Félix Iñiguez de Onzoño (1976-80).

El edificio Granada, en Gran Vía 38, es una notable pieza del arquitecto José Mª García de Paredes (1973). El edificio Santander, en Colón de Larreategui 28/Plaza de Jado 1, de Luis Mª Gana (1973). El edificio Bankinter, en la Plaza Pedro Eguillor 1, de Julián Larrea (1976). El edificio Bankunión, en Plaza Circular 4, de Ricardo del Campo, José Luis y Mariano Ortega Carnicero y Juan Manuel Pazos (1975). El inmueble Sabadell-Guipuzcoano, en Alameda de Urquijo 2 esquina con Gran Vía, de Luis Mª Gana (1965). El edificio en el ángulo de las calles Rodriguez Arias 23, esquina con Iparraguirre y Ercilla, de José Enrique Casanueva y Jaime Torres (1976). También se debe incluir en este listado el edificio entre medianeras de Alameda de Recalde 29, de Fernando Chueca Goitia y Ricardo Beascoa (1970).

Los grandes precedentes fueron Seguros Bilbao, en Rodriguez Arias 11, de Francisco Hurtado de Saracho y Luis Mª Gana (1954-57), la sede de Babcock Wilcox, en Gran Vía 50, de Álvaro Líbano y José Luis Sanz Magallón (1956-61), y naturalmente la magna torre del Banco de Vizcaya, en la Plaza Circular, de Casanueva, Torres y Chapa (1965-69). Entre estas piezas hay algunas que fueron diseñadas por Premios Nacionales de Arquitectura, como Chueca, García de Paredes y Fullaondo.

Todos ellos son edificios erigidos en el área más central de la ciudad para cumplir funciones de oficinas bancarias o de alquiler dentro del denominado estilo internacional, primer enfoque sistemático de la arquitectura hacia su industrialización, caracterizado por construir con estructura de acero, sistemas de muros cortina no portantes y una planificación modular estandarizada que podía replicarse de manera eficiente en diferentes lugares y condiciones climáticas. En el ámbito anglosajón, especialmente el de EE.UU., se extendió desde los años 20 hasta los 60; a Bilbao llegó más tarde, pero con mucha fuerza. Entre estos también podrían incluirse algunos otros construidos durante aquellas mismas fechas, pero que no llegan a poseer las calidades de los mencionados. El final de este tipo de arquitectura vino provocado por algunas de sus virtudes: su perfección mecánica finalmente provocó una reacción que impulsaría a la arquitectura hacia enfoques de diseño más expresivos, culturalmente sensibles (respeto a la historia y al entorno) y conscientes del medio ambiente.

La presión inmobiliario no fue tan fuerte durante aquella década a la hora de construir edificios de viviendas en este área urbana porque en las inmediaciones aún quedaban disponibles bastantes solares libres de edificación, sobre todo en la prolongación de la Gran Vía y la zona de Indautxu.

Al final de esta serie de escritos me han llegado comentarios que centran su crítica a la actual Plaza en la pérdida de la armonía que ésta tuvo hasta que llegó la época de las demoliciones y las sustituciones. Pero ¿acaso aquella Plaza tuvo algún tipo de armonía?, ¿qué vínculo relaciona en un rango de equidad arquitectónica el palacio Chávarri, neoflamenco de cuento de hadas (vía Flandes belga), y la sede de la franquista Hacienda estatal?, ¿y el edificio AURORA, puro y templado racionalismo, con el pomposo decorativismo en el inmueble de Paulino de la Sota? Podría seguir con otras desarmonías…, pero voy a dejarlo. Creo que lo que más molesta, en general, es la altura de las nuevas construcciones, pero de esto el único culpable fue el Ayuntamiento de Bilbao al permitir con sus normas urbanísticas que escalaran hasta tales cotas. No obstante, también pienso que dentro de un siglo esa falta de armonía nadie la notará y todo el conjunto, si sobrevive, parecerá mucho más unitario de lo que a algunos se les antoja hoy.

La catedrática de Historia de Arte en la Universidad de Salamanca y especialista en la arquitectura moderna en Bizkaia, Maite Paliza Monduate, señaló «la pauta de permisividad y falta de respeto hacia esta zona, que parece que imperó a lo largo de los años sesenta y setenta«, si bien reconocía que «con todo, hay que decir que el esfuerzo por modernizar la arquitectura de Bilbao a partir de 1960 trajo consigo la construcción de algunos edificios notables, aunque su número es irrelevante en comparación con lo que nos legó aquella gloriosa época de finales del siglo XIX y principios del XX«. En los artículos publicados durante este mes de diciembre he tratado de mostrar la calidad de las pérdidas patrimoniales derivadas de aquella «permisividad y falta de respeto» al tiempo que las virtudes de esos «edificios notables» que aparecieron en la Plaza Elíptica, sustituyéndolos.

A la izquierda la fantasía neoflamenca de Paul Hankar para Víctor Chávarri. A su derecha, el inmueble de Bilbao Lopategui compartiendo medianera con el de arquitecto desconocido; a la derecha de estos dos, el edificio de Paulino de la Sota. La fotografía fue tomada hacia 1955.

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