/ Javier González de Durana /
Departamento de Vivienda y Desarrollo Urbano, 1965-68, Marcel Breuer arq.
Antes de concluir la primera legislatura de Donald Trump publiqué aquí un post en el que comentaba las preferencias neo-clasicistas del empresario-político para los edificios federales, pues él consideraba que este estilo imponía “respeto al público en general”. Los edificios brutalistas del Departamento de Salud y Servicios Humanos y del Departamento de Vivienda y Desarrollo Urbano eran calificados como «controvertidos, atrayendo críticas generalizadas por sus diseños brutalistas”, «poco atractivos” e “impopulares”. Justamente, dos edificios diseñados por Marcel Breuer, el arquitecto en el que, más o menos, se basa el personaje de la película de moda. La orden emitida también demonizaba el deconstructivismo por considerar que subvertía los “valores tradicionales de la arquitectura a través de características tales como la fragmentación, el desorden, la discontinuidad, la distorsión, la geometría sesgada y la apariencia de inestabilidad”. El American Institute of Architects (AIA) la criticó fuertemente y reclamó a sus miembros que firmaran una carta abierta a la administración Trump. La orden de 2020 fue revocada por el presidente Joe Biden en febrero de 2021.
Instalado para un segundo mandato en la Casa Blanca, en medio de la avalancha de las 41 órdenes que Trump firmó en su primer día en el cargo, el 20 de enero, había una nueva orden para promover una “hermosa arquitectura cívica federal”. Para que el adjetivo “hermoso” no se percibiera como abierto a interpretaciones subjetivas, la orden aclaraba: “Los edificios públicos federales deben ser visualmente identificables como edificios cívicos y respetar el patrimonio arquitectónico regional, tradicional y clásico con el fin de elevar y embellecer los espacios públicos y ennoblecer a los Estados Unidos y nuestro sistema de autogobierno”. A ver que dice ahora la AIA, la fuerza de Trump es ahora mucho más agresiva que entonces y la de sus multimillonarios colaboradores…, ni te cuento
Así, se ordena a la Administración de Servicios Generales (GSA), gestora de los bienes raíces federales, y a los jefes de los departamentos que presenten en un plazo de sesenta días recomendaciones para alinear la arquitectura federal con los principios antes mencionados. La redacción de esta nueva orden es menos contundente que la anterior.
En su propia red social, Truth, Trump expresó un interés particular en construir una nueva sede del FBI en la capital del país, a pesar de que bajo la administración de Biden se tomó la decisión de trasladar la agencia desde su envejecida sede brutalista en la capital a un nuevo edificio en Maryland: “EL NUEVO EDIFICIO DEL FBI DEBE CONSTRUIRSE EN WASHINGTON, D.C., NO EN MARYLAND, Y SER LA PIEZA CENTRAL DE MI PLAN PARA RENOVAR Y RECONSTRUIR TOTALMENTE NUESTRA CIUDAD CAPITAL EN LA MÁS HERMOSA Y SEGURA DEL MUNDO”, escribió con su habitual e histérico estilo en letras mayúsculas, señalando que “TENER EL FBI EN D.C. ES IMPORTANTE PARA TERMINAR LOS DELITOS VIOLENTOS, QUE ¡¡¡LO HARÉ RÁPIDO!!!
Lo curioso es que, en 2024 el distrito de la capital registró la tasa de delitos violentos más baja de las últimas tres décadas.
Es complicado vaticinar el potencial legado arquitectónico de Trump, pues en una conferencia de prensa al día siguiente de asumir el cargo había alabado la estética «monolítica y sin cara» de los centros de datos de IA, con fachadas paneladas, sin apenas ventanas y con entradas mínimas en comparación con el volumen total del edificio. El que este elogio sea contradictorio con lo indicado en la orden anterior es natural y lógico, ¡qué más dará, contradicciones a mí! debe de pensar el marido de Melania.

Departamento de Salud y Servicios Humanos, 1972-75, Marcel Breuer y Herbert Beckhard arqs.

Sede del FBI en Washington DC, 1965-72, Murphy & Associates arqs. El diseño y construcción de este edificio fue objeto de numerosos debates y cambios tanto por motivos de imagen (no se quiso mostar un aspecto monumentalizado para que el ciudadano medio no dijera que se gastaba el dinero público en bagatelas) como de seguridad (prevención de ataques terroristas), urbanísticas (la altura excesiva del inmueble en relación a otros existentes en la famosa Avenida Pensilvania) y hasta estéticos, pues intervino la Comisión Nacional de Bellas Artes con pretensiones sobre cómo debería ser el zócalo del inmueble. Los debates sobre arquitectura gubernamental en EE.UU. han sido habituales a lo largo del tiempo. Lo planteado por Trump con su reciente orden, si bien conceptualmente es un paso hacia atrás, prolonga esa discusión hasta la actualidad.
Popular en los Estados Unidos, especialmente durante las décadas de 1960 y 1970, el brutalismo se define por el hormigón visto, los bloques masivos y un espíritu minimalista que enfatiza la funcionalidad. Algunos lo llaman austero y otros, monumental; algunos piensan que es elitista y otros, que es democrático; algunos lo consideran duradero y otros, barato. Sin embargo, hay una característica en la que hay consenso universal: el brutalismo es polarizador. Durante décadas, la gente ha discutido sobre sus virtudes o la falta de ellas, y sobre si los edificios brutalistas son hitos que deben preservarse o monstruosidades que han de ser derribadas.
La controversia no es nada nueva para el brutalismo, que en origen era en sí mismo una forma de crítica al formalismo previo. Mientras que otros movimientos arquitectónicos mostraban reverencia por la historia y ciertas pautas tradicionales, el brutalismo tenía que ver con la modernidad. Hizo uso de nuevos materiales, nuevas formas, nuevas ideas, rompiendo con el pasado después de una guerra angustiosa. En los últimos años, las formas grandiosas de este movimiento de mediados de siglo se han convertido en un tema de fascinación pública. En las redes sociales existen cuentas que tienen cientos de miles de seguidores. Los listados de Airbnb que mencionan el brutalismo en los edificios que alquilan casi se duplicaron entre 2020 y 2024, según la compañía. Y ahora, el estilo ha atraído la atención -relativamente- de Hollywood.

Boston City Hall, 1963-68, Kallmann McKinnell & Knowles arqs.