Brutalismo en Bizkaia y en El Correo

/ Javier González de Durana /

El periódico El Correo, en su edición de hoy, dedica las dos primeras páginas de la sección Cultura a un reportaje titulado «Diamantes en bruto», firmado por Miguel Aizpuru, quien se puso en contacto conmigo para que le respondiera algunas preguntas sobre la arquitectura brutalista. Le dije que de acuerdo, que me las enviara, pero que me dijera la extensión con que quería que le respondiese: mucho, poco, el número preciso de palabras… Me dijo que lo que yo quisiera. Vale, no gusta que me corten las frases que escribo para estas peticiones, pero siempre sucede lo mismo: uno se explaya con contención, creo, pero diciendo todo lo que considera importante en relación con la pregunta y, al final, en el reportaje aparecen dos o tres frases de unas pocas palabras. Aunque resulta frustrante, entiendo al periodista y no le reprocho los tijeretazos, ya que la servidumbre de la extensión a la que tiene que limitarse, unido al hecho de que un reportaje de este tipo merece estar acompañado por cinco o seis fotografías, reduce drásticamente toda la información que ha logrado acumular si es buen profesional y Miguel Aizpuru me parece que lo es.

Bueno, el caso es que copio a continuación las preguntas y las respuestas completas que le envié, por si a alguien le pudieran interesar y por quedarme yo a gusto.

– ¿Se ha subestimado el valor arquitectónico de estos edificios? Mucha gente los percibe como ‘feos’ o duros a la vista.

Aunque los antecedentes del brutalismo se encuentran en el Le Corbusier anterior a la 2ª Guerra Mundial, fue después de ésta cuando se dieron las condiciones para su desarrollo, pues eran las condiciones de una Europa destruida y empobrecida que necesitaba ponerse en pie y dotarse de amplios servicios públicos y sociales. Hasta 1960, más o menos, hubo pocos recursos económicos y escaso ánimo para una arquitectura festiva, la cual empezó a aparecer tan sólo en el ámbito de las viviendas vacacionales. Durante esos quince años hubo que recurrir a un material barato y abundante, el hormigón, y a un diseño sin florituras para atender con urgencia a las múltiples demandas de viviendas, escuelas, hospitales, edificios administrativos… En muchas ocasiones estas construcciones tuvieron un diseño excelente y detalles de gran calidad, sobre todo a partir de los años 60 en los que aquella necesidad previa se convierte en estilo, pero evidentemente el color grisáceo de su aspecto exterior era el dominante. 

No obstante, el aspecto «feo» de algunos de estos edificios, sobre todo en los de oficinas, se deriva del hecho de que aparecieran posteriormente en sus ventanas aparatos de aire acondicionado, carteles publicitarios y modificaciones degradantes. En países latinoamericanos, africanos y asiáticos, sobre todo, estas degradaciones en los edificios de oficinas brutalistas han proporcionado esa imagen de dureza y fealdad. A todas las construcciones les afea la falta de cuidados y mantenimiento, pero a los brutalistas les hace parecer peores de lo que en realidad son. Sin embargo, cuando el brutalismo se ha aplicado a bloques de viviendas de calidad han mantenido un aspecto inmejorable, como el edificio para la «Cooperativa de Viviendas Militares», de Antonio Miró y Fernando Higueras, en el cruce de las calles San Bernardo y Alberto Aguilera (1968-74), en Madrid, o el edificio «La culebra», en San Sebastián, 1974, de Vicente Orbe y José Luis Pla, en los que la rotunda sobriedad se suaviza con abundante vegetación y flores. 

Como en cualquier otra época y estilo histórico, la calidad de la arquitectura depende de la calidad de los arquitectos que la hacen y, lo habitual es que los buenos y excelentes convivan con los mediocres y malos. Más que mezclarse con otros estilos diría que el hormigón visto convive híbridamente con otros materiales constructivos. Existen pocos edificios 100% brutalistas en Bizkaia, pues lo normal es que el hormigón, sobre todo en las estructuras portantes aparezca mezclado con el ladrillo caravista o con aplacados de piedra y cerámica. El brutalismo en el País Vasco, además, dispuso de poco tiempo para desarrollarse, comprimido entre el fuerte arraigo del previo racionalismo de los años 30 y el postmodernismo tradicionalista posterior que apareció en los años 80, sobre todo en Navarra y Gipuzkoa.

– ¿Cuándo empieza a llegar esta corriente brutalista al País Vasco? Entiendo que está relacionada también con el desarrollismo del franquismo.

Al margen del caso, un tanto insólito y pionero del ascensor de Mallona, del arquitecto Rafael Fontán en los años 40, los primeros casos de brutalismo en Bizkaia se dan a finales de los 50-principios de los 60. Las «viviendas municipales» en Sarriko-San Ignacio (1957-68) son el caso más notable a nivel nacional. Las diseñaron tres arquitectos, Rufino Basáñez, Esteban Argárate y Julian Larrea, que posteriormente intervendrían en Otxarkoaga con un registro diferente. Entre las primeras construcciones destacaría la ermita de San Cosme y San Damián en el barrio rural de Beci, en Sopuerta (1958-59), de Rufino Basáñez, una rara y muy poco conocida joya en la que Le Corbusier se mezcla con aires finlandeses a lo Eero Saarinen.

Lógicamente, se llevan a cabo en pleno franquismo, pero lo trascienden al responder a una corriente europea que atiende a necesidades perentorias y básicas (viviendas, edificios en ruinas, etc.). En el norte de Europa el brutalismo se desarrolló en paralelo al asentamiento de gobiernos socialdemócratas y en la Unión Soviética y en los países de su órbita alcanzó rango de gran peculiaridad con formalizaciones a veces de enorme singularidad y a veces ruda tosquedad. Desde 1950 el franquismo ideológico había dejado de dictar políticamente cómo debía ser la «arquitectura nacional», prefiriendo un aspecto de modernidad en contraste con la realidad sociopolítica del país. A finales de los años 50 Rufino Basáñez y Julián Larrea viajaron a Rotterdam, destruida por completo durante la II Guerra Mundial, para conocer los nuevos modelos urbanísticos vinculados con la construcción masiva de vivienda social y cuyas enseñanzas aplicaron acto seguido en Otxarkoaga, San Ignacio, Altamira…

Te citaré algunos casos más de brutalismo local interesante: el bloque de viviendas para la cooperativa obrera Codeso, en La Peña-Arrigorriaga, de Juan Ángel Aretxabaleta y Juan Mª Uriarte (1970-73); algunas colaboraciones entre Juan Daniel Fullaondo y Álvaro Líbano, como la Biblioteca y Centro Cultural de Portugalete (1973) y algunos Institutos de Enseñanzas Medias en Bilbao alrededor de 1968-70; la colaboración de Ricardo Beascoa con Fernando Chueca en 1970 para realizar el equilibrado número 27 para oficinas en Alameda de Recalde, a cuyos balcones de hormigón les están quitando estos días las huellas verticales del encofrado en los frentes de los balcones, una pena… Todo ello bastante híbrido y modificado.

– Me interesa ahondar un poco en la figura de Julián María de Larrea, con ejemplos como las ‘casas americanas’ o la ‘casa de las tripas’.

El expediente de la «casa de las tripas» lo firmó oficialmente Larrea, pero tengo entendido que su autor fue, en realidad, Ramón de Lecea, quien al ser arquitecto municipal no podía firmar un proyecto privado por incompatibilidad. Este tipo de «arreglos» eran habituales en los años 60-70. El estilo de Larrea era muy diferente y resulta patente en los bloques de viviendas situados a la izquierda del de «las tripas», esquina con Avda. Juan Antonio Zunzunegui, que sí son suyos y de las mismas fechas. Por otra parte, de Larrea destacaría el Colegio Urdaneta, construido entre 1968 y 1970.

3 comentarios sobre “Brutalismo en Bizkaia y en El Correo

  1. «Aunque resulta frustrante, entiendo al periodista y no le reprocho los tijeretazos, ya que la servidumbre de la extensión a la que tiene que limitarse, unido al hecho de que un reportaje de este tipo merece estar acompañado por cinco o seis fotografías,…». Así es querido Javier, y a las fotografías añade, pies de foto, entradilla, sumarios, destacados y firma; por comentar, el propio periódico El Correo bien pudiera haber agregado un «más info» con un enlace a tu blog. Lo digo con conocimiento porque he trabajado más de treinta años como editora y sé muy bien lo que es llamar al periodista de turno para que «corte» ja, ja. Pero tú te has despachado a gusto y los lectores de tu blog a gusto también. Mila esker!

    A propósito, ¿qué te ha parecido la película «The Brutalist»? Me adelanto, a mi no me ha gustado nada, bueno nada exactamente no, me gustaron los primeros minutos con los créditos, las imágenes de Carrara, y Venecia…

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    1. Hola Aintzane, egun on! Muchas gracias por tu comentario. Sí, he visto la película «The Brutalist». Empecé a escribir un post para publicarlo aquí, pero abandoné la idea porque ví que aparecían reportajes sobre ella en bastantes medios.
      ¿Qué me pareció? Pues no me pareció redonda. A pesar de su larga duración, hubiese permanecido sentado en la butaca otras tres horas más, sin problema. La narrativa cinematográfica es buena, me tuvo enganchado. No obstante, hubo cosas que no me convencieron, a pesar de saber que no trata de ser la biografía de nadie en concreto, ni siquiera de Marcel Breuer, quien es al arquitecto al que más se quiere acercar. Todo es ficción, inventado, pero algunos asuntos no son verosímiles. En primer lugar, no me convencieron los ataques de ira que mostraron el protagonista y el empresario benefactor. Exagerados, fuera de lugar. En segundo lugar, la figura del arquitecto-genio, que se lo guisa y come él solito todo-todito, sin equipo, ni colaboradores, sin ingenieros, sin delineantes, ni nadie salvo algún obrero por aquí o allá. Falso. La arquitectura ni se piensa ni se hace así, siempre es colaborativa. La fiesta en el interior de las canteras de Carrara, por Dios, muy bonito y singular, pero ¿qué me cuentas? No es creible. Otra más: el triunfo y reconocimiento final del arquitecto brutalista en la Bienal de Venecia de 1980, históricamente tardío, una edición en la que triunfó el post-modernismo, justo lo contrario y enemigo del brutalismo. Finalmente,la validación del sionismo, desde los campos de concentración, que parece justifican todo, hasta la terrible actualidad…

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  2. Egun on Javier! Como siempre muy acertadas tus observaciones y, el último dato que aportas sobre la Bienal y que desconocía, resulta muy revelador sobre todo lo que ocurre en esta película. Lo mismo que el recurso del director de utilizar deliberadamente un nombre para el arquitecto, el de László Tóth, un geólogo húngaro que llegó a la Basílica de San Patricio en el Vaticano y, no sigo…

    A mi me defraudó porque creo que pensaba que iba a ver una película sobre Arquitectura y sobre un arquitecto, puede que «The Fountainhead» tuviese mucho que ver en mi desilusión, en mi opinión, una obra maestra de King Vidor. Un excelente guión basado en la obra de Ayn Rand donde se exploraba la tensión de la creatividad y el individualismo respecto la presión social. Una película en la que se profundiza sobre la condición humana y de paso, hay una reflexión filosófica. Por no hablar de Gary Cooper y Patricia Neal con una historia de amor en dónde la tensión sexual es más que un mero recurso convencionalista, ya que llega a constituir uno de los pilares argumentales y para mi, funciona a la perfección. El primer encuentro entre Cooper y Neal en la cantera de mármol resulta visualmente apabullante, con un sol cegador como metáfora de las pasiones irrefrenables, igualito que el episodio en la cantera en «The Brutalist».

    Pues bien «The Brutalist», además de darme vergüenza ajena, me decepcionó profundamente. Por un lado no me es posible ver hoy una película que contribuye a la memoria del holocausto judío, sin sentir vergüenza y rabia por el posterior holocausto, y van setenta años, que tiene a los palestinos como víctimas manifiestas; me es imposible disociar la película de la realidad actual y necesito expresarlo, porque lo que hoy está sucediendo no es la dramatización de un pasado, sino una trágica realidad.

    Por otro lado, la película me resultó llena de pretensiones y vacía de contenido, me dejó fría. ¿Qué aporta «The Brutalist» al cine? ¿Qué mirada nueva? ¿Qué mensaje innovador? Arquitectura poca y exceso de trampantojo. Claro que después de ver «Anselm» de Win Wenders hace unas semanas, ¿qué me esperaba? Fascinante el documental de Wim Wenders sobre el creador alemán Anselm Kiefer, dos artistas a los que respeto profundamente.

    ¡Feliz domingo! Ondo pasa!

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