/ Javier González de Durana /

A Ramiro Zorita, de la estirpe del poeta
Hace algún tiempo, al rebuscar datos en los libros escritos por Indalecio Prieto durante su exilio en México, encontré uno que no conocía, Cartas a un escultor, subtitulado Pequeños detalles de grandes sucesos, publicado por la editorial Losada (Buenos aires, 1961). Creí haber hecho un gran hallazgo, pues en sus textos yo buscaba referencias a artistas españoles exiliados en México. El hecho de que, quien por lo habitual no escribía de arte, dedicara un libro entero a un escultor me hizo abrigar esperanzas. El interesante diseño de portada-contraportada apuntaba, por otra parte, a que debía de tratarse de un escultor moderno. Sin embargo, el contenido no me sirvió de mucho, pues ese libro incluye la correspondencia de Prieto dirigida al escultor Salvador Miranda en la que el político socialista justifica en 1958-59 las decisiones, severamente criticadas por el artista, que tomó durante los años republicanos en que tuvo importantes cargos de gobierno (Ministro de Hacienda, 1931; Ministro de Obras Públicas, 1931-33; Ministro de Marina y Aire, 1936-37; y Ministro de Defensa, 1937-38). Ambos eran ovetenses y amigos, por lo que se criticaron en aquello que creyeron debían criticarse («espinosos temas», «cartas amistosas, pero ásperas» ), del mismo modo que antes se dieron protección cuando el peligro les amenazó. De hecho, Prieto estuvo escondido durante varias semanas en la casa de Miranda, diseñada por Secundino Zuazo (1928-29) en el madrileño Parque Metropolitano (Moncloa 18, esquina c/ Juan XXIII, aún existe y está registrada en DO.CO.MO.MO.), cuando en 1930 la policía le buscaba para su detención. Como digo, estas cartas y el prólogo escrito por el mismo Prieto, magnífico memorialista de anécdotas sabrosas y personajes interesantes, no ayudaron a mi búsqueda de aquel momento. Así que mi atención volvió a la portada-contraportada.
El diseño de la envolvente del libro es sencillo, pero bien medido y calculado, tanto en proporciones como en colores. Hay en él ecos de Kazimir Malevich, El Lisitski, Liubov Popova, Bart van der Leck y, en general, del suprematismo ruso, motivo por el cual también me recordaba a Jorge Oteiza, nombre que me vino de inmediato a la mente al hablar su título de «un escultor». El autor del diseño era el para mí desconocido (o eso creía yo) artista argentino Silvio Baldessari (1916-1987). Más tarde me dí cuenta de que sí conocía su trabajo, pues lo había visto en otras portadas de Losada y de Paidós, pero nunca me había fijado en su nombre hasta dar con el libro de Prieto.

Collage de Jorge Oteiza, 1956-59.

Editorial Losada fue el primer gran grupo empresarial del libro en Latinoamérica. Su fundador en 1938, Gonzalo Losada, abandonó la sucursal argentina de Espasa-Calpe, en la que había trabajado durante diez años, para constituir la que se convertiría en tribuna imprescindible del pensamiento republicano español en el exilio. Además, apostó por el diseño novedoso y de calidad, como el que aportaron Attilio Rossi y Silvio Baldessari. Este segundo, en concreto, fue un solicitado diseñador para cientos de portadas resueltas en claves estilísticas muy diferentes (expresionismo, cubismo, abstracción, surrealismo…), tras haber sido humorista gráfico, pintor, ilustrador y diagramador en diversos países de América.
Al descubrir a Baldessari repasé otros libros editados por Losada para los que él había elaborado portadas (Perito en lunas, de Miguel Hernández, Los árboles mueren de pie, de Alejandro Casona, La casa de Bernarda Alba, de Federico García Lorca, Juan de Mairena, de Antonio Machado, La forja de un rebelde. La ruta, de Arturo Barea..., por citar sólo a los españoles entre otros muchísimos) y encontré un caso curioso, el de la Antología rota del poeta León Felipe. Fue publicada inicialmente en la capital bonaerense por Pleamar (colección Mirto), que dirigía Rafael Alberti, con un epílogo de Guillermo de Torre. Losada la reeditó diez años después y entonces empezó la intervención de Baldessari que se prolongó en diversas reediciones con portadas distintas hasta 1978. Quiero comentar esas portadas para Antología rota, a cuyo cambiante diseño, siempre a cargo de Baldessari, cuesta encontrar una explicación clara, incluso a la luz de la ironía y el sentido del humor que su autor puso de manifiesto en algunas de sus cubiertas.
La portada de 1957 consiste en un simple cuadrado rojo con una grieta que, de arriba a bajo, parte la forma geométrica. Baldessari utiliza la idea de rotura enunciada en el título del poemario para trasladarla al cuadrado, dividido en dos por una zigzagueante fisura que recuerda a un rayo, lo cual convendría al poeta que aludía con cierta frecuencia tanto al centelleo solar como a la descarga eléctrica natural en una tormenta: «Para cada hombre guarda un rayo nuevo de luz el sol…», «…como el dardo, como el rayo, como el salmo. Dios hizo la bola y el reloj…». También pensé que la imagen era un rojo roto y que por ahí podía encontrarse un paralelismo con el autor, su pensamiento político y su vida. El caso es que, además de la versión roja, existe otra portada para el mismo libro en la que el cuadrado escindido es negro-agrisado.

Ediciones de 1957 (rojo) y 1972 (negro).
En otras ediciones Badessari (y, por tanto, la editorial) decidió cambiar la portada del poemario de León Felipe para incluir otra brecha, pero más dilatada en su parte central e irregular en los bordes, con un desgarro de mayor dramatismo. Como si el resquebrajamiento hubiese ganado espacio y se expandiera hacia diferentes zonas interiores del cuadrado que se presentó en rojo y en lila, colores que, a diferencia de las anteriores ediciones, también se aplicaba al título.

Ediciones de 1976 (lila) y 1977 (rojo).
Finalmente, en otras ediciones Baldessari ofreció una portada radicalmente distinta al dejar de lado la abstracción conceptual del rayo y el cuadrado para ofrecer la amable vista de un puerto pesquero con su dársena cuajada de barcas al pie de una montaña tras la que está a punto de ocultarse el sol. Con trazos dibujísticos casi pop, también tuvo dos versiones, pero de orden menor: en una, el mar y el sol aparecen señalados con el mismo azul claro y en la otra, más pequeña, un azul intenso sólo colorea el mar. La idea es la misma, pero el conjunto fue redibujado.

Portadas de 1970 (sol con aura) y 1965 (sol circular).
Este ablandamiento iconográfico de la portada pudo estar motivado por los versos de «Ganarás tu luz», incluidos en Antología rota, aquellos que dicen: «Que no me tejan pañuelos / sino velas. / Que no me consuele nadie, / que no me enjuguen el llanto, / que no me sequen el río. / Lloro para que no se muera el mar, / mi padre el mar, el mar / que rompe en las dos playas, / en las dos puertas sin bisagras del mundo, / con el mismo sabor viejo y amargo / de mi llanto. / Yo soy el mar. / Soy el navegante y el camino, / el barco y el agua… / y el último puerto de la ruta».
Las dos últimas me recuerdan muchísimo a las ilustraciones del suizo Celestino Piatti para la editorial alemana Deutsche Taschenbuch Verag (DTV)
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Gracias, Xabier. Efectivamente, comparten un aire de familia y época: https://todountipo.wordpress.com/2013/02/25/el-secreto-de-celestino-piatti/
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