Proporcionalidad, música y arquitectura

/ Javier González de Durana /

Mi querida y recordada Real Academia Canaria de Bellas Artes ha organizado en Santa Cruz de Tenerife sus segundas Jornadas Architecta Musica, un ciclo de conferencias en el que relaciona la música y la arquitectura. Empieza mañana miércoles y se prolongará hasta el viernes. En este blog ya nos hemos interesado en alguna ocasión anterior por relacionar ambas cuestiones, en concreto, a propósito de la sede de la Sociedad Filarmónica, de Bilbao.

La Pasión según San Mateo (1729), de J. S. Bach, fue escrita especialmente para la iglesia Thomaskirche, de Leipzig, donde él había sido cantor, y se dice que, como Bach, otros compositores también escribían su música pensando en el recinto donde había de ser interpretada, adecuándola a la acústica específica proporcionada por cada arquitectura para que el resultado final fuese óptimo. Lógicamente, es posible preguntarse hasta qué punto también los arquitectos diseñaban conscientemente sus edificios de acuerdo con las necesidades específicas del estilo de música reinante en cada época. Bajo la apariencia de la armonía o de la proporción canónica, un preciso orden compositivo que recurre a la matemática articula tanto la arquitectura como la música . Los procesos creativos de arquitectos y músicos han tenido, por ello, un estrecho contacto que ha alimentado sus procesos creativos y dotado a sus respectivas artes de novedosos elementos compositivos.

Que el sonido ocupa espacio y que la experiencia depende de dónde y cómo se sitúe el espectador frente a la obra, no es sólo una idea de Marcel Duchamp, sino una reiteración contrastada desde los anales de la historia cultural occidental. El sonido está íntimamente ligado a la acústica y es inherente al espacio -a su arquitectura natural o cultural-, al movimiento, al volumen, la presión sonora que suscitan los elementos, que conmueve a la audiencia, repercute en sus sentidos, resuena en sus memorias, trasciende los recuerdos y, muy especialmente, conecta con el espíritu. Sin aire y espacio no hay propagación de los sonidos y si los sonidos son música podemos inferir que la arquitectura del espacio influye en la vivencia musical, acústica, luz y resonancia eufónica. 

Desde el punto de vista constructivo, cubiertas, fachadas, huecos, particiones y puentes térmicos -con sus ornamentos-, junto a los elementos compositivos, ritmo, melodía, armonía, intensidad, timbre y textura -con sus formas- han edificado la historia cultural de la experiencia auditiva de la humanidad a través del tiempo, de la mano de los estilos de cada época. Coincidentes y corresponsables, la arquitectura y la música han estado ahí siempre indefectiblemente unidas. Cabe decir, también, que podemos considerar la música como vínculo de lo sensitivo y de la percepción del espacio arquitectónico. 

El ciclo de conferencias girará en torno a la proporcionalidad en música y arquitectura, no sólo como relación estética, sino como razón hermenéutica. El programa será así: miércoles 16 de octubre, “Proceso de optimización acústica de Auditorio de Tenerife”, por José Luis Rivero Plasencia y Jorge J. Cabrera;  jueves 17 de octubre, “Caligrafías del espacio”, por José Antonio Sosa Díaz-Saavedra y Evelyn Alonso Rohner; e “Interpretaciones arqueológicas. Arquitecturas para Atlántida, por Angela García de Paredes; y viernes 18 de octubre, “Arquitectura sonora en los Metaludios para piano”, por Gustavo Díaz Jerez. Todas tendrán lugar en la sede de la Academia, plaza de Irineo González.

Todas las intervenciones previstas son interesantes, pero me ha llamado la atención, en particular, la de las caligrafías del espacio que expondrán los arquitectos Sosa Díaz-Saavedra y Alonso Rohner. He buscado en su web la experiencia que tienen a la hora de diseñar espacios musicales y no he encontrado nada singularmente específico, pero, ¡oh serendipia!, buscando eso he encontrado otro asunto.

Lo que veo lo más cercano a lo escénico-musical en la trayectoria conjunta de Sosa Díaz-Saavedra y Alonso Rohner -desde 2011- es la reforma de un edificio, La Loza, levantado en 1961 como almacén de loza y que llevaba treinta años abandonado. Se reconvirtió para usos múltiples entre los que, según deduzco, se encuentran la música, la danza, las representaciones, los foros… La intervención tuvo lugar en 2020 en un edificio-almacén en el polígono industrial Miller Bajo, en Las Palmas de Gran Canaria, un polígono en el que se concentran muchos pabellones dedicados a la distribución, la venta, el almacenamiento y el arreglo de automóviles y motos; de hecho, antes de convertirse en usos múltiples funcionó durante un tiempo como concesionario de la surcoreana Hyundai y la japonesa Honda. Su estructura ofrecía la ventaja de ser muy regular en la disposición de sus pilares, de manera que, una vez eliminados los tabiques y múltiples añadidos, quedaba una estructura hipóstila casi perfecta que se conservó por razones de sostenibilidad, como una condición del proyecto. Desmontar, limpiar y eliminar enfoscados viejos (salvo en algunos puntos) condujo al edificio a un nuevo punto cero a partir del cual iniciar su rehabilitación para otros usos; y esto se hizo evitando divisiones, dejando libre la retícula de pilares, generando un espacio pautado para conseguir una organización abierta y con aire de cierta provisionalidad. La intervención dejó desnuda la estructura original, de luces relativamente cortas en una malla de ocho por cinco, pilares esbeltos y vigas de canto. A esta retícula se le añadieron elementos que potencian su efecto diáfano y la amplitud visual. Las divisiones onduladas de policarbonato traslúcido contrastan con la estructura de hormigón existente. Los cubículos que contienen los despachos están distribuidos a lo largo de la planta, cuya diafanidad se interrumpe con patios por los que accede la luz solar. La retícula de pilares, una vez limpia, se convirtió en una especie de partitura en blanco -un espacio pautado– donde anotar los elementos que organizan el programa, puntuando el espacio como hacen las notas sobre el pentagrama.

El trabajo fue Finalista premios FAD 2021, Finalista premios S. Arch 2022, Premio MMFT Mejor Obra 2022 y Premio MMFT Rehabilitación y Restauración 2022. No diría que ésta fue una restauración de un viejo edificio industrial, sino más bien la reutilización de su estructura portante de hormigón. En todo caso, los arquitectos tuvieron la sensibilidad de dejar enfáticamente visible esa estructura tanto en su perímetro como en el interior, utilizando su disposición reticular para ordenar el espacio sin enmascaramientos.

El viejo almacén de loza antes de su reconversión.

Tres fotografías de (c) Javier Callejas

Localizada en número 11 de la calle Diego Vega Sarmiento, La Loza se encuentra justo enfrente del número 16 de la misma calle, un soberbio edificio que fue rehabilitado/transformado en 2012 por la misma Evelyn Alonso Rohner y el ingeniero industrial Claudio Medina Castellano. Se trata de un maravilloso inmueble de los años 70 del arquitecto Luis López Díaz, al que se insertó una pieza capaz de afectar lo existente y modificar su lectura, pero cambiando lo menos posible y, en todo caso, respetando con todo cuidado su extraordinaria cubierta.

A la izquierda de la calle Diego Vega Sarmiento, cubierta de paraboloides hiperbólicos de Luis López Díaz; a la derecha, edificio La Loza cuando era un concesionario de Hyundai y Honda.

El proyecto comenzó a través de una conversación con el propio arquitecto López Díaz, quien generosamente dio el visto bueno a la propuesta transformadora de su diseño original. También se convenció a la propiedad acerca de la calidad arquitectónica del edificio y, por ello, la necesidad de conservarlo. 

Este edificio perdido en el polígono industrial de Miller Bajo es poco conocido y, sin embargo, tiene un especial valor por su calidad y por su relación clara con la obra de español-mexicano Félix Candela. La estructura es de hormigón armado, con forjados reticulares planos y cubierta a base de membranas en forma de paraboloides hiperbólicos de 5 cm de espesor y 18,50 m de luces. El edificio se encontraba prácticamente en su estado original, salvando pequeñas actuaciones (que se revertieron) y perfectamente cuidado. Para resolver el nuevo programa de necesidades se propuso a la propiedad introducir una caja que cubriese las funciones requeridas y con un solo gesto resolver la mayoría de las adaptaciones.

Este nuevo volumen bajo la cubierta, por su contundencia, además de solucionar las necesidades programáticas, establece un diálogo con los paraboloides de cubierta sin tocarlos, a la vez que sectoriza el almacén. Se evitó proteger la cubierta con un falso techo ignífugo (solicitado por el Ayuntamiento) porque hubiese dejado ocultos los paraboloides, los cuales aguantarían sin colapsar durante más de una hora en caso de incendio. La estructura estaba perfectamente calculada por Luis López.

La caja o la pieza principal tiene una identidad propia, se buscó que fuera desmontable y que no dejara rastro pasado su tiempo de vida útil. Pero al mismo tiempo debía tener prestancia y establecer un dialogo con los paraboloides a través del color y su reflejo en la estructura. Por eso se decidió utilizar una pintura roja de brillo intenso. Como se quería que la caja estuviese recubierta de un material continuo, sin juntas, se forró la caja de pladur ignífugo con fibra de vidrio. El artesano que hizo el trabajo venía del mundo de los barcos. La arquitecta Alonso Rohner entendió que no podía ser una intervención débil o efímera, pero si una intervención carente de pretensiones transcendentes, lo que condujo a un gesto potente respetuosamente compatible con lo preexistente.

El edificio de Luis López Díaz recién construido a mediados de los años 70.

2 comentarios sobre “Proporcionalidad, música y arquitectura

  1. Apreciado Javier

    Una persona que en este binomio arquitectura y música hubiese sido interesante su participación es el matemático Higini Arau Puchades, que en tiempos juveniles de colegio compartí aula con él. Es el gran experto en reacondicionamiento acústico de grandes teatros Euskalduna Jauregia inaugurado en 1999, estuve con el en el acto, Gran Teatre del Liceu de Barcelon,a La Fenice en Venezia, etc.

    Como siempre, gracias por la precisa difusión de la cultura que siempre pone en evidencia la hecatombe actual que padecemos en Euskal Herria.

    Saludos

    Iñaki Uriarte

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    1. Estimado Iñaki. Muchas gracias por tus palabras de apoyo a este modesto blog. Me pongo a buscar información sobre tu amigo Higini, parece muy interesante. Seguramente en la Real Academia Canaria de Bellas Artes se conoce su trabajo y si no han contactado con él es debido al deseo de querer contar con especialistas canarios tanto como al hecho de ser una institución con presupuestos económicos muy ajustados. A pesar de ello su activismo y despliegue cultural es enorme y valioso, aunque por aquello de ser Academia algunos «académicos» del presente, atrincherados en facultades universitarias, se atreven a mirarla por encima del hombro.

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