/ Javier González de Durana /

Hace un par de semanas denunciaba la asociación Áncora en San Sebastián la destrucción de un local comercial diseñado por el prestigioso arquitecto José Manuel Aizpurúa. La Farmacia Sotos, inaugurada en 1933, era un proyecto integral que incluía no sólo la renovación completa de las fachadas, sino también el mobiliario y la decoración interior. El estilo era un racionalismo puro próximo a las proclamas de la Bauhaus. Había llegado, tras cumplir 90 años, en condiciones de integridad y autenticidad, preservada por unos propietarios que eran conscientes de su valor patrimonial. Ha sido destruida por completo recientemente para adaptarla a los estándares actuales, dado que carecía de protección. La segunda acepción de la palabra «estrago», de acuerdo con la RAE, es «ruina, daño, asolamiento», pudiendo ser tanto físico como moral; «vandalismo» y «catástrofe» son dos de sus sinónimos.

Antes y después exterior de la Farmacia Sotos, en plena Parte Vieja donostiarra.

Vistas del interior de la farmacia, desaparecido ya.
Apenas unos pocos días después de lo anterior, algo similar ha sucedido en Bilbao. Por razones personales paso por delante del edificio 6-8-10-12 de la calle Iparraguirre todos los días. Durante varias décadas los cierres entre pilares de la fachada en planta baja han sido unos sorprendentes y artísticos murales elaborados con diferentes tipos de adoquines y ladrillos, como teselas, configurando composiciones, a la manera de mosaicos, que han dado un aspecto extrañamente moderno y sofisticado a ese largo tramo de la calle que antes del nacimiento del Guggenheim Bilbao Museoa era una zona poco frecuentada excepto por los vecinos residentes en ella. A modo de estratificaciones geológicas, flysch, múltiples capas de materiales cerámicos, diferentes en forma, grosor y color, con desarrollo diagonal, han proporcionado un insólito y silencioso espectáculo de calidad urbana.
Estos cierres se realizaron en 1987 por iniciativa de Iberduero, dueña de los locales entonces pues el propio edificio, diseñado por Francisco Hurtado de Saracho a finales de los años 50, era una promoción para los empleados de Iberduero, sucesora de Eléctrica de Bilbao, primera suministradora de energía eléctrica para la ciudad, que estuvo precisamente en este lugar. Los locales se habilitaron para acoger las oficinas de PROINDESA, una empresa suya creada para promocionar iniciativas propias de desarrollo. El autor de los murales fue Antón Uriarte Frías, un trabajador con cualidades para la escultura y la ornamentación vinculado al departamento de imagen de la empresa hidroeléctrica. Aunque su nombre ha quedado en el olvido, Uriarte se encargó de ejecutar trabajos escultóricos y pictóricos de envergadura, como, por ejemplo, el cubrimiento de la enorme bóveda de la presa de Aldeadávila II, inaugurada en 1986. Repartidas por otras presas de Iberdrola hay más esculturas y murales suyos con cierta personalidad, si bien en una línea demasiado próxima a Chillida Oteiza en ocasiones.

Dos de los muros colindantes a la acera de la calle..

Iberduero y Antón Uriarte Frías tuvieron el detalle de mantener el diseño global en uno de los muros, aun y cuando por necesidades interiores se exigía la inserción de una puerta. Esto es delicadeza.

Dos de los murales que se encuentran en el interior cercado de un patio o atrio abierto a la calle. En esta área existen cuatro.
Al estar estos murales a escasos 150 metros del Guggenheim Bilbao Museoa son millones de personas los que pasan por delante suyo y, como testigo que soy, puedo decir que se cuentan por millares las personas, normalmente turistas centroeuropeos, las que durante años he visto paradas frente a ellos observándolos con asombro y fotografiándolos uno a uno o por fragmentos. Un minuto antes de llegar al Puppy de Jeff Koons los visitantes del museo se encontraban con esta sorpresa inesperada.
Hace unos tres años Iberdrola vendió este enorme local y, dada la presión comercial existente en la zona, la actual propiedad lo está fragmentando y vendiendo por partes. La consecuencia es otro pequeño estrago. Ahora que el Ayuntamiento en alianza con el museo acaba de instalar una estupenda pieza de Olafur Eliasson a su vera, los murales empiezan a ser destruidos. Aquí pongo arte y ahí permito que se elimine. Por supuesto, el vigente Plan General de Ordenación Urbana de Bilbao no contempla la protección de estas obras; de hecho, protege poquísimos locales comerciales históricos, así que los veremos desaparecer (la fachada de MOSEL está protegida, por qué no la de lámparas O’Farrill; el Café Iruña está protegido, pero por qué no la zapatería Alonso; y así tantos casos). Ya han caído dos murales y han deteriorado otros tres, quedan seis intactos aún. Cuatro de estos seis murales se encuentran en el interior cercado de un patio o atrio abierto a la calle. Es de esperar que las comunidades de propietarios exijan a los futuros compradores de los locales comerciales su conservación y puesta en valor. Es de temer que los murales colindantes a la acera de la calle terminen desapareciendo. Estas fotografías que muestro a continuación fueron tomadas el 5 de diciembre, es decir, anteayer.

Un momento de la destrucción, 13:00 h, martes 5 de diciembre.

Recogida de los cascotes tras la destrucción, 13:30 h, martes 5 de diciembre. En una operación anterior, ya se había destruido parte de uno de los murales al insertar una puerta metálica.

Estado del muro tras su destrucción parcial, 13:45h, martes 5 de diciembre. A las 16:00h, la pared había desaparecido por completo y en el vano ya despejado se estaba instalando una carpintería metálica para un acristalamiento de cierre.

Los actuales propietarios del local, BSC Investors Capital, lo están vendiendo por «unidades comerciales». Se trata de una empresa de inversiones pura y dura centrada, sobre todo, en el sector del lujo (inmuebles, moda, hoteles…). Al ver su web uno percibe de inmediato que, aunque se les llene la boca con palabras como filosofía, arte, exclusividad, diseño, distinción…, a esta gente le importa un rábano todo ello y que su objetivo es sacar el máximo beneficio a la inversión que realizaron al comprar el local. Colocaron su anuncio sobre uno de los murales, dañando las cerámicas. Muy poca finura, la verdad.
Y este estrago sucede al mismo tiempo que la cuarta Bienal Internacional de Arquitectura de Euskadi (BIAE) nos muestra el trabajo realizado por el colectivo chino Amateur Architecture Studio para el Museo de la Historia de la Ciudad de Ningbo, situada al sur del país, cuyas fachadas decidieron cubrir parcialmente con más de veinte clases de ladrillos y tejas recuperadas de demoliciones cercanas al sitio del museo, siguiendo una práctica tradicional de construcción, dando lugar a una piel granulosa, estriada y diversa en colores. Junto a las piezas reutilizadas coexisten paños de hormigón visto para cuya realización se han utilizado encofrados a base de troncos de bambú, lo que les confiere una textura rugosa de otra naturaleza.
Es sorprendente la similitud formal entre lo que hoy proponen estos arquitectos chinos y lo que, modestamente, se hizo hace más de tres décadas en estos cierres de la calle Iparraguirre. El propósito es distinto en cada caso, decorativo-ornamental en el caso bilbaíno y crítico-testimonial en el chino, al desafiar el proceso destructivo que ha marcado la transformación del gigante asiático en las últimas décadas, pues, como aseguran los autores de este museo, «la demolición de barrios antiguos no solo elimina estructuras, sino que también destruye culturas, modos de vida y conocimientos sobre formas constructivas que se han transmitido y perfeccionado durante generaciones». Si sustituimos las palabras «demolición de barrios» por «demolición de comercios históricos» y mantenemos lo demás nos estaremos encontrando con una descripción perfecta de lo que viene sucediendo en las calles de este país nuestro. Por supuesto, el Instituto de Arquitectura de Euskadi, impulsora de la BIAE, no tiene nada que decir al respecto: curiosa contradicción la de mirar con admiración a China y, al tiempo, no ver/denunciar lo que sucede a la vuelta de la esquina.

Fragmento de muro en el Museo de Historia de la Ciudad de Ningbo.

Fragmento de muro en el Museo de Historia de la Ciudad de Ningbo.

Fragmento de muro en el Museo de Historia de la Ciudad de Ningbo en el que aprecia la doble textura que caracteriza su aspecto exterior, abajo con fragmentos de ladrillos, tejas y adoquines reutilizados, y arriba con hormigón encofrado entre gruesas cañas de bambú.

No puedo expresar una vez más y son centenares desde hace 45 años, la indignación que me causan estos atentados culturales. Mi respuesta oral y escrita suele ser muy violenta, sin tapujos agresiva, citando nombres y apellidos que son más que los autores materiales, hay otros detrás, pero soy consciente de que no es en este medio ArquiLecturA el lugar apropiado. Agradezco amigo Javier el trabajo que supone documentar cada agresión o pérdida de una referencia patrimonial de esta naturaleza. Lo mismo podría decir de la anterior reseña, y de la precedente y seguro que de la siguiente.Solo me queda añadir, que Dios les perdone, que yo no.
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Totalmente de acuerdo contigo, Iñaki, son actuaciones en verdad insoportables y total ¿para qué? pues para poner una tienda de «maestros turroneros».
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Una pena tremenda. Paso todos los días por delante y no me lo podía creer. Busqué en el PGOU si el edificio estaba protegido pero no lo está. Aún así llamé al Ayuntamiento para protestar y claro, les dio la risa 😦
El cierre de los locales era precioso y lo que han hecho no aporta nada.
Una perdida de identidad de la ciudad.
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Totalmente de acuerdo contigo, Gabriela, es de una tristeza absoluta. Esos cierres han dado una personalidad singular de gran altura artística a ese tramo de calle, sin pretensiones de nada, casi desde el anonimato, discretamente. Una pena.
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