Bermeo, Picasso y un apartamento en Brooklyn

/ Javier González de Durana /

Pablo Picasso. Reclining Woman on a Sofa, otoño de 1910, Colección privada.

A mi querido amigo José Ángel Lasa.

El pasado 30 de agosto participé en un curso de verano que tuvo lugar en Bermeo. Un grupo de profesores y aficionados locales quiso recordar al pintor Benito Barrueta (1873-1953), quien nació en la torre de Ercilla, lugar que acogió las conferencias además de una preciosa exposición de dibujos realizados por Barrueta durante su exilio en Francia. Esa torre medieval, hoy reconvertida en Arrantzaleen Museoa (Museo del Pescador), es el solar originario de Alonso de Ercilla, el autor del poema épico La Araucana, que narra la conquista hispana de la Arauca, región al norte de Chile.

Los organizadores me pidieron que abordara los años parisinos del pintor, aquellos que entre 1901 y 1914 vivió en el Bateau Lavoir, célebre y cochambroso inmueble de Montmartre cuyos estudios vieron pasar un notable grupo de artistas jóvenes durante el tiempo en que el bermeano tuvo asiento allí: Picasso, Van Dongen, Modigliani… A pesar de su amistad con los dos primeros, el cubismo y el expresionismo cromático fauve no dejaron ninguna huella en Barrueta. Por este motivo y por cierto hartazgo actual hacia Picasso (él no tiene la culpa), en Bermeo decidí referirme a los otros habitantes del Bateau Lavoir para hallar pistas que sí pudieran haber influido en el delicado estilo del artista vasco, tan proclive a captar momentos de silencio y espacios de quietud. Era una gran tentación referirme al hecho de que Barrueta estuviese a menos de cincuenta metros de distancia de Picasso mientras éste pintaba Las señoritas de Avignon y a que debió de ver de cerca el alucinante proceso pictórico del malagueño, sacando por ahí algunas anécdotas chispeantes, más o menos fundadas. Preferí hablar sobre los artistas «de segunda fila» que cohabitaron en aquel caserón, evitando también mencionar a Fernande Olivier y a los Guillaume Apollinaire, Max Jacob y André Warnod, escritores que hicieron cuadrilla con Picasso para convertirse en algo así como la «aristocracia» de aquel reino de indigencia y pulgas. De tal modo, hablé sobre Henri Laurens, Marie Laurencin, Otto Freunlich, Louis Marcoussis, Máxime Maufra, Jacques Vaillant, Jeanne de Labeaume y otros artistas, algunos de los cuales con el tiempo y la ayuda de la desmemoria han quedado opacados por el brillo picassiano.

Benito Barrueta, Dolly, hija de Kees van Dongen en la Place Ravignan, París, c. 1910.

Me tiene bastante harto que casi todas las menciones al Bateau Lavoir por parte de historiadores franceses y anglosajones mencionen siempre a Picasso y sólo ocasionalmente a alguno de los otros «triunfadores» posteriores. Harto debido a que por allí pasaron a lo largo de tres décadas decenas de artistas, algunos de los cuales merecen mayor respeto y consideración. Como el escultor bilbaíno Francisco Durrio, en cuyo estudio se instaló Picasso cuando en 1904 «le petit Paco» se mudó con su horno y sus gauguins al Impasse Girardon. Recientemente (Un remords de Picasso: ou Wiegels, peintre de Montmartre, por Christian Gury, ed. Non Lieu, 2019) ha sido muy bien rescatado del olvido uno de aquellos desgraciados que fueron a París para triunfar como artistas y acabaron fatal, Karl-Heinz G. Wiegels, pintor alemán que tras una velada con drogas y alcohol -muy habituales en el bateau de la Place Ravignan- se suicidó a los 25 años mediante ahorcamiento de una viga de su estudio en julio de 1908, lo cual impresionó hondamente a Picasso, quien, fumador habitual de hachís y opio hasta entonces, dejó para siempre esas sustancias. El libro de Gury tiene otros contenidos de interés, como las referencias a la homosexualidad secreta de Picasso, la cual relaciona con la muerte de Wiegels, así como con la de Carles Casagemas, ocurrida unos años antes.

Picasso no sólo dejó las drogas, también dejó el Bateau Lavoir. Las primeras pinturas cubistas suscitaron el interés de coleccionistas alemanes y rusos, lo cual le permitió mejorar su calidad de vida. Tras un viaje a España (Horta de Sant Joan, septiembre de 1909), se instaló en un piso del 11 Boulevard de Clichy, una muy burguesa casa del hausmanniano París. Al poco tiempo de asentarse en este domicilio recibió un singular encargo que desde el pasado 14 de septiembre es motivo de una exposición en The Metropolitam Museum of Art: Picasso: A Cubist Commission in Brooklyn.

En 1910, Picasso inició una serie de once pinturas decorativas, incluidos tres paneles de puertas, destinadas a la biblioteca de la residencia en Brooklyn Heights del artista, coleccionista y crítico estadounidense Hamilton Easter Field, un capítulo poco conocido del artista que coincidió con un momento crítico en el desarrollo del cubismo, pues le desafió a ir más allá de la pintura de caballete y a adaptar las formas cubistas a una experiencia estética envolvente. El malagueño utilizó el encargo de Easter Field para experimentar y subvertir las tradiciones de la pintura decorativa.

Pablo Picasso. Still Life on a Piano, 1911-12, Staatliche Museen zu Berlin. Nationalgalerie. Museum Berggruen.

El proyecto nunca llegó a concluirse. Easter Field envió a Picasso esquemas y planos de su biblioteca, con medidas de las zonas que deseaba quedaran cubiertas por las pinturas. Era el tipo de trabajo que Picasso había estado deseando recibir, lo que vino a convertirle en decorador del interior de una habitación. Pidió libertad para realizar lo que considerara oportuno y la tuvo, si bien el cliente, que le había conocido en 1909 en su nuevo piso del Boulevard de Clichy, ya había visto qué era lo que podía recibir en respuesta a su encargo. El pintor fue desarrollando el trabajo a lo largo de los siguientes meses, dentro de gamas de color casi monocromáticas y un contenido apenas reconocible, con formatos de inusuales anchura y estrechez. La intención era crear pinturas cubistas individuales, concebidas para que el conjunto definiese una unidad estética. Pero el cliente nunca le urgió para que lo entregara y, tras su fallecimiento en 1922, el asunto dejó de ser recordado y el encargo quedó incompleto. El pintor llegó a realizar seis obras que después fueron vendidas y dispersadas una a una sin que los compradores supieran cuál había sido su origen.

Pablo Picasso, Nude Woman, verano u otoño de 1910, National Gallery of Art, Washington D.C.

El asunto ha podido ser recuperado gracias a una carta que Picasso escribió en 1910 a Gertrude Stein Le informaba, en su cochambroso francés, de un encargo que había recibido: «Je dois faire l’iver prochain une decoration pour l’America pour un cousin de Halivand». Dicha carta, conservada en la Universidad de Yale, nunca había sido analizada con detalle. Las palabras «decoración», «América» y «primo de Haviland», así como la fecha (aunque la carta no está datada, es fácil averiguar el momento en que fue escrita por otros datos que contiene), pusieron en marcha una investigación y la circunstancia de conocerse las medidas que Easter Field le envió a Picasso para que ajustase las pinturas a ellas permitió identificar las obras que llegaron a concluirse. Son las que ha reunido y expone estos meses en el museo neoyorquino, y reproduzco aquí.

Pablo Picasso, Pipe Rack and Still Life on a Table, verano de 1910, The Metropolitan Museum of Art, New York.

Picasso tuvo en cuenta la habitación, sus medidas, forma y procedencia de la luz natural y las posibilidades de la artificial. Easter Field le escribió en junio de 1910: «Le envío las indicaciones necesarias para el proyecto de decoración. La biblioteca es una habitación de 7 metros por 3 con una sola ventana en un extremo. La ventana es grande y la habitación bastante luminosa -excepto el panel H que es un poco oscuro. Por la noche todos los paneles estarán bien iluminados con electricidad. No creo que la decoración del panel H deba ser cambiada en algo a causa de su ubicación. Los contrastes de color no deberían ser demasiado delicados. En todo caso, no hay motivo para cambiarlo. Cuando le vi a Vd pensé que el muro F era tan estrecho que no había necesidad de decoración en él y que yo podría cubrirlo con un panel de madera -pero si Vd . piensa que sería mejor un panel decorativo lo dejó a su entera disposición. Como sabe, en todo caso le doy completa libertad. Haga lo que crea para el mejor acondicionamiento de la habitación. Las decoraciones se verán de cerca (la habitación es bastante estrecha) y los estantes con libros rodean toda la estancia» (la traducción es mía).

Estaba yo en la Torre de Ercilla pensando en las peligrosas aventuras americanas del autor de La Araucana y los excitantes años parisinos de Barrueta, cuando me llegó la información sobre este americano proyecto picassiano que no terminó bien, aunque ahora se puede saber en qué consistió. Ercilla, Barrueta, Picasso, el Bateau Lavoir, el cubismo decorativo, America… enloquecido batiburrillo de asuntos distintos que confluyen en un momento y lugar determinado. En Bermeo tenía que ser.

Pablo Picasso, a la izquierda, Man with a Mandolin, 1911; a la derecha, Man with a Guitar, 1911, ambas en el Musée National Picasso-Paris.

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