/ Javier González de Durana /


Plano de las fachadas del edificio diseñado por Leonardo Rucabado en 1909.

Logotipo utilizado por el arquitecto e ingeniero Rucabado y plano de ubicación del solar en la Plaza Elíptica

El primer edificio en esta esquina a punto de ser derribado, 1973.
El inmueble que estuvo en la esquina de la Plaza con la calle Elcano (impares) fue diseñado por Leonardo Rucabado (mayo de 1909) para el promotor Tomás Allende Bilbao, quien recibió el edificio concluido en 1912. En descripción de Maite Paliza Monduate, esta construcción responde a «una elegante simbiosis entre la sobriedad, propia del clasicismo inherente al Sezessionismo austriaco, y a las soluciones del Segundo Imperio, como bien evidencia el chapitel que enfatiza el eje del primer inmueble, así como los vanos amansardados de la cubierta«. La influencia vienesa se detecta en detalles como coronas, guirnaldas y barras verticales o péndulos que se localizan en las labores de hierro de balcones, miradores, terrazas y montantes de la planta baja. Los dos edificios colindantes a lo largo de la calle Elcano también fueron diseñados por Rucabado en los años siguientes. Por fortuna, estos sobreviven. Para Tomás Allende y sus familiares, poco después Rucabado concibió varios palacetes en Indautxu, transitando del Sezessionismo al regionalismo cántabro, de los que sólo uno ha llegado hasta hoy.
El inmueble tenía dos patios interiores, uno central y otro lateral, y fue de los primeros -si no el primero- en disponer de ascensor. Cada planta era una sola vivienda de más de 400 m2 de superficie útil: además de un vestíbulo de 32 m2, tenía un comedor (bajo la torre lateral hacia la Plaza), una sala, un gabinete (bajo la torre de la esquina), un despacho, ocho dormitorios, un baño y W.C. de 18 m2 y otro más pequeño para el servicio doméstico, un office, una cocina, una despensa y un cuarto de la plancha a ambos lados de un pasillo de 180 cm de anchura que, como un circuito, rodeaba el patio central y la caja de escaleras. Era espectacular, por dentro y por fuera. Fue demolido en 1973, sin que ninguno de sus valiosos materiales, herrerías, carpinterías, puertas, lámparas y apliques, vidrieras, relieves escultóricos…, fuese resguardado. Todo fue a parar a la escombrera.


En septiembre de 1974 Emiliano Amann Puente firmó su proyecto por encargo del Banco Industrial del Sur, Bankisur, para construir en el espacio urbano de una Plaza Elíptica que este arquitecto consideraba «actualmente en transición», aludiendo a los derribos y cambios de uso que se habían dado en los años precedentes y de los que el suyo sería el último. Amann Puente valoró la posibilidad de respetar el edificio de Rucabado, pero como explicaba en la Memoria del proyecto, «no se ha podido conservar debido a que sus características no concordaban con el destino: falta de funcionalidad, escasa sobrecarga de uso, huecos pequeños, etc.«. Sin dejar de ser cierto lo apuntado, la razón de mayor peso radicaba en el aumento significativo de metros cuadrados útiles por encima de la calle, además de tres sótanos que antes no existían, hasta lograr disponer de 7.830 m2 que la normativa urbanística de aquel momento permitía.
Se trataba de levantar un edificio «comercial«, eufemismo de «oficinas», para el que la composición fue concebida «de un modo diáfano, de tal modo que permita las diversas modificaciones distributivas que exigen el acontecer de la vida de los negocios actualmente». Es decir, el arquitecto previó que a lo largo de los años los negocios instalados en este edificio cambiarían -como así ha sido y es- y que, por tanto, cambiarían sus funciones y necesidades, motivo por el que la adaptabilidad del espacio laboral debía constituir una de sus principales virtudes.

El aspecto de la calle Elcano, caracterizado por el ritmo vertical originado por los miradores y balcones que vuelan de las fachadas, condujo a que el nuevo edificio hacia dicha calle tuviese en su propia fachada un tratamiento que seguía esa pauta, la cual se extendió a la de la plaza. Así, a partir de la entreplanta se originan seis cuerpos de vuelos discontinuos que tienen carácter de miradores. La discontinuidad viene marcada por los machones estructurales que, como en la plaza, arrancan de la cota de calle, dando asentamiento al edificio. Como consecuencia inmediata de seguir el perfil marcado por la alineación oficial en Elcano, estos vuelos desaparecen en la planta séptima, quedando retranqueada respecto a las situadas por debajo. La fachada a la plaza no tiene vuelos más que en el torreón, tres a la Plaza y dos a Elcano, rematando el edificio como elementos de composición y facilitando el tránsito de una cara a la otra. Recuerdan a los matacanes que existían en lo alto de las torres y murallas defensivas medievales. El carácter a la plaza es vertical, marcando este ritmo los machones estructurales, que modulan de un modo natural los paños de ventanales, que tienen una presencia más ligera al ir a paño con los machones.

Los cinco miradores del torreón vuelan sobre la fachada a la Plaza, cuyos ventanales se hallan a paño con los machones estructurales. Sin embargo, los miradores verticales en Elcano sí vuelan sobre la calle
Para la composición volumétrica del edificio Amann Puente consideró «conveniente suprimir el chaflán y no efectuar sucesivos retranqueos en la calle Elcano que rompen la composición«. Las fachadas son de granito rojo oscuro pulido, los ventanales, de aluminio anodizado y lacado en tono bronce claro, con un punto dorado, y los vidrios, parasol. La cubierta fue pensada para llevar pizarra. Los colores son elegantes, profundos y sobrios, al igual que la composición general del inmueble. En algún lugar he leído que este edificio enfada mucho a alguien que exige su demolición inmediata. No sé con qué argumentos, se trata de una buena obra de arquitectura. Habría sido preferible conservar el de Rucabado, sin duda, pero aquella grave pérdida no debe condicionar la opinión sobre su inocente sustituto, nacido para cumplir con unos usos diferentes en un tiempo muy distinto al de aquel y sus colindantes.

La altura alcanzada por el edificio de Amann Puente llega justo hasta donde llegaba el torreón tipo Segundo Imperio en el edificio de Rucabado. El actual sobresale respecto a los colindantes, pero es que el anterior, aunque menos masivamente, también lo hacía. La fotografía de la derecha fue tomada hacia 1955.