/ Javier González de Durana /

Fragmento del Plano del Ensanche de Bilbao, dibujado sobre las preexistencias rurales del municipio de Abando, por el arquitecto Severino Achúcarro y los ingenieros Pablo Alzola y Ernesto Hoffmeyer, aprobado en 1876 por el ayuntamiento.

Entre 1969 y 1974 se demolieron cuatro edificios históricos en la bilbaína Plaza Elíptica. Puede que esa cantidad no parezca muy elevada, pero si se dice que fueron el 37’5 % de los orientados a ese espacio urbano se entenderá mejor la catástrofe patrimonial que afectó a más de un tercio de su paisaje edificado. Inmuebles de viviendas de notable calidad formal y constructiva, diseñados entre 1902 y 1909 por Severino Achúcarro y Leonardo Rucabado entre otros, desaparecieron en tan sólo siete años. Pilar Careaga Basabe, como alcaldesa de la Villa entre julio de 1969 y julio de 1975, autorizó los derribos.
La Plaza Elíptica es el punto de intersección urbana de cuatro grandes vías. El eje Norte-Sur lo marca la Alameda de Recalde; el eje Este-Oeste está definido por la Gran Vía; una diagonal, Ercilla, se despliega de Noreste a Suroeste; y otra diagonal, Elcano, recorre su trazado de Noroeste a Sureste. Esta formalización da lugar a que la Plaza se encuentre rodeada por ocho manzanas, cuatro al Norte de la Gran Vía y cuatro al Sur o, si se prefiere, cuatro manzanas al Este de la Alameda de Recalde y otras cuatro al Oeste.
La forma parcelaria de estas ocho manzanas no es idéntica debido a dos circunstancias: (1) la forma ovalada del espacio central, lo cual daría lugar a cuatro manzanas iguales al Norte y Sur de la Gran Vía y otras cuatro iguales al Este y Oeste de la Alameda de Recalde; sin embargo, sólo las cuatro situadas a los lados de Alameda de Recalde son iguales debido (2) al desplazamiento hacia el Este de la calle Marqués del Puerto, provocando que las dos manzanas situadas en ese costado de la Plaza sean más grandes que las dos situadas en el Oeste. Estas dos últimas están delimitadas por la calle Iparraguirre, que corre de Norte a Sur, y para que las dos manzanas situadas al Este fuesen iguales a ellas tendría que haber una calle paralela a Iparraguirre con similar recorrido. Pero los urbanistas Alzola, Hoffmeyer y Achúcarro decidieron que no la hubiera y, así, desplazaron hacia el Este el tramo comprendido entre Colón de Larreategui y Rodríguez Arias que, de no haber sido movido, habría dado lugar a una vía continua con un sólo nombre y que ahora son tres no continuas con denominaciones diferentes: Heros, Marqués del Puerto y General Concha. Ese desplazamiento de Marqués del Puerto es lo que origina en sus dos extremos sendas plazas triangulares, Jado y Pedro Eguillor.
Alzola, Hoffmeyer y Achúcarro no explican en la Memoria de su Plan por qué prescindieron de la recta linealidad para esta calle, prefiriendo que fueran tres en vez de sólo una. Lo más alusivo que dicen al respecto es que «se han establecido además otras pequeñas plazoletas de diferentes formas en algunos encuentros de calles, con el objeto de facilitar la circulación y evitar los ángulos agudos que presentaban algunas manzanas chaflanándolas convenientemente«, considerando interesante «la ventaja de interrumpir la monotonía que producen a la vista las calles de gran longitud«, además de proporcionar tales plazoletas «salubridad e higiene«. Cabe imaginar también que lo consideraran más interesante porque con tres calles de mediana longitud lograban crear ambientes urbanos más cercanos, de barrio. En efecto, la calle Iparraguirre es una larguísima vía, adueñada por el tráfico de vehículos, que sólo en su comienzo y su final posee ambiente de barrio. Siendo mucho más amable la calle fraccionada en tres tramos discontinuos, no se entiende que los urbanistas renunciaran a lo mismo con Iparraguirre.
La arquitectura envolvente de la Plaza tardó seis décadas en completarse con la primera generación de edificios que ocupó los diez solares que abren a ella. El primero fue el palacio de Victor Chávarri, en la esquina con la Gran Vía (pares), que se empezó a edificar en 1889, como casa de campo más que urbana, dado lo rural de sus entonces alrededores, siendo ampliada pocos años después hasta ocupar todo el frente a la plaza entre Gran Vía y Elcano. La ultima construcción fue la sede estatal de Hacienda, entre Ercilla y Alameda de Recalde, que empezó a levantarse en 1943 y terminó en 1951. De aquellos primeros inmuebles han sobrevivido dos dependientes del Estado (la subdelegación del Gobierno -el palacio Chávarri- y la sede de Hacienda), el Hotel Carlton (1919), el edificio de oficinas de la AURORA (1934) y dos de viviendas por pisos (1904 y 1917) que poco a poco están siendo reconvertidos en despachos y oficinas. De las ocho manzanas que rodean la Plaza Elíptica sólo dos conforman entidades unitarias, el Hotel Carlton y el palacio Chávarri. Todas las demás están subdivididas: en tres parcelas (dos manzanas), en cuatro (una), en seis (una), en once (una) y en trece (una). Estos dos últimas, lógicamente, son las dos manzanas grandes situadas al Este. Sólo dos frentes orientados a la Plaza presentan su rostro dividido por dos solares.

Parcelación de las manzanas que rodean la Plaza Elíptica con indicación de los cuatro edificios, marcados en azul, que fueron demolidos y sustituidos. Aunque no se orienta a la Plaza Elíptica, se ha señalado en verde otro edificio cercano demolido/sustituido en estos mismos años.; Granada, Gran Vía 38, es una notable pieza del arquitecto José Mª García de Paredes (1973). Sin embargo, el situado justo enfrente, Gran Vía 35, marcado en rojo, (1983), levantado diez años después del anterior, supuso el retorno del moderno edificio de oficinas al neo-revivalismo y la simulación de formas de principios del siglo XX.
Como cabía esperar para tan céntrico ámbito, las nuevas construcciones levantadas para sustituir a los cuatro inmuebles demolidos fueron diseñadas por destacados arquitectos y los resultados -que aún siguen a la vista- poseen calidad, aunque en general no son bien valorados por la ciudadanía. Despreciados por considerarlos inmuebles burocráticos, fríos y sin alma, algunas personas los rechazan al recordar cómo eran los edificios derribados, añorándolos, lo que es muy comprensible, y otras los detestan incluso a pesar de no haber conocido la traza de aquellos a los que estos sustituyen. Sobreviven sus fotografías y, sin duda, el contraste es muy acusado.
En cuanto a la altura de los edificios, muy superior a la de los históricos precedentes, se acusa a los arquitectos de haberlos recrecido en exceso, con la consiguiente ruptura de la escala. Si la arquitectura funciona como mediador entre el individuo y el espacio que éste ocupa, la escala es la variable que regula esa conexión inevitable. En la Plaza Elíptica no se tiene en cuenta que el primero que rompió la escala fue el prepotente edificio de la Hacienda estatal -una tronera- y que los levantados en los años 60 y 70 tomaron hasta ocho plantas de altura porque lo autorizaba la normativa urbanística municipal y los promotores inmobiliarios deseaban apurar al máximo posible los volúmenes de ocupación.
Además de un aspecto muy distinto, otro cambio que las nuevas construcciones trajeron fue la mayor terciarización de la plaza al sustituir viviendas por oficinas y comercios por entidades bancarias. Sin embargo, dejando a un lado los lamentos por lo perdido, debe reconocerse que los edificios sustitutos poseen valores y calidades, eso sí, en distintos grados y con diferentes estéticas. Es lógico, aparecieron en otra época, sesenta años después de los primeros, en un siglo de enormes transformaciones.
Resulta frecuente encontrar opiniones demoledoras acerca de las construcciones recientes, aunque casi todas superan ya el medio siglo de existencia. Un inmueble antiguo, incluso si es mediocre, se defiende más y mejor que uno de mucha mayor calidad, pero con sólo 50 años de existencia. En próximas entradas de este blog se verá cómo eran los cuatro edificios demolidos y cómo son los que les sustituyen.

Vista de la Plaza desde uno de los balcones del edificio, aún existente, en la esquina de Gran Vía 39 (arq. Alfredo Acebal, 1904), hacia 1950.

Vista de la Plaza desde, aproximadamente, encima del Hotel Carlton a mediados de los años 60, poco antes de que se produjeran las demoliciones, si bien el desvirtuamiento de alguno de estos edificios ya había comenzado.
Interesante capítulo de la Historia urbana de Bilbao. ¡Muchas gracias!
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Muchas gracias, Vicente. Voy a intentar convencer al personal que las arquitecturas de los años 60 y 70 en ese espléndido espacio urbano no son tan malas como se piensa y se repite.Como en todo cambio inevitable, hay ganancias y pérdidas.
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Creo que un proyecto así merecería la pena articularse en un libro…
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Muy interesante el artículo.
Me da bastante pena que, poco a poco, se va olvidando el nombre popular de Plaza Elíptica. Es una bilbainada tener, a muy poca distancia una de otra, una Plaza Circular y una Plaza Elíptica.
Fernando Cayuela
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Muchas gracias, Fernando. En mi casa, muy cercana a esa plaza, siempre se llamó “elíptica”. No comprendo que este y anteriores ayuntamientos no hayan recuperado oficialmente este nombre, después de haberlo hecho con el de Circular para la otra.
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