Cuánto Bilbao en la memoria

/ Javier González de Durana /

Edificio de Marqués del Puerto 3, en 1980.

El ayuntamiento ha autorizado a Kutxabank la demolición del edificio número 3 de la calle Marqués del Puerto, colindante a su sede de la Gran Vía. Las razones aducidas son las de «deterioro, con lesiones y patologías» que no han sido especificadas, pero que, según la entidad bancaria, son «graves«. Habrá que creerlo… Esa supuesta gravedad exige que sea demolido, lo cual -de paso, ¡vaya!-, posibilitará que la construcción que se levante en su sustitución resuelva el problema de funcionalidad interior derivado de que las plantas de la sede central y las del condenado a la piqueta no coinciden en alturas. Una vez quede despejado el solar, las plantas del nuevo edificio y las de la sede sí estarán a la misma altura. ¡Qué cómodo!

Parece mentira que en la actualidad, con tantas experiencias acumuladas, no existan técnicas y soluciones capaces de armonizar los espacios interiores de ambos edificios. Decir que una reforma parcial del edificio condenado sería difícilmente compatible con el resto de la sede, no convierte la operación en imposible y el que sea difícil no debería echar para atrás a una entidad acostumbrada a resolver dificultades superiores, además de proclamar un ferviente amor por lo nuestro. En otras palabras, Kutxabank quiere hacer tabla rasa y no verse relacionado con un edificio que perteneció a diferentes entidades bancarias antes de llegar a sus manos y que ofrece un aspecto arquitectónico chocante con la imagen de la sede central orientada a la Gran Vía: frente a la modernidad -hacia el futuro- en acero y cristal tintado de mediados los años 70 el falso historicismo -hacia el pasado- de finales de los años 80.

Produce mucha inquietud, por otra parte, el propósito de que el nuevo edificio presente una fachada muy diferente a la actual, al ser sustituida ésta por otra más acorde con el estilo tradicional de esa zona del Ensanche, lo que significa un nuevo rostro falso, con apariencia de pertenecer a finales del siglo XIX. En los años 90 Kutxabank amplió su sede al inmueble número 5 de Marqués del Puerto -un notable edificio de viviendas construido un siglo atrás- y, aunque todo su interior fue demolido, al menos se consideró que la fachada merecía ser preservada. Una consideración no aplicada a este inmueble hacia el que ahora se expande la entidad bancaria. Demasiado abstracto y corporativo, parecen pensar, mejor simular viviendas burguesas con miradores y balcones. Esperemos que, una vez derribado, a mitad de camino no se produzca un cambio en la licencia urbanística y por arte de birlibirloque, en vez de una ampliación de las oficinas, aparezca un inmueble de viviendas de lujo, que en esa zona serían un muy buen negocio.

«Cuánto Bilbao en la memoria. Días / colegiales. Atardeceres grises, / lluviosos. Reprimidas alegrías, / furtivo cine, cacahuete, anises«, así dice la primera estrofa de un conocido poema de Blas de Otero publicado en 1956. Adelante con esta ciudad para turistas, perdamos nuestra historia urbana y arquitectónica más reciente, así cuando otro poeta pregunte cuánto Bilbao queda en la memoria podamos decirle que cada vez menos.

La primera ocupación de ese solar sucedió en 1931 con un proyecto del arquitecto Luis Arana Goiri para la empresa Beltrán Casado y Cía. consistente en un pabellón industrial de planta baja y dos pisos de estructura en hormigón armado y sobrio estilo racionalista. Concluida la guerra civil en Bilbao la empresa decidió ampliar el inmueble en cuatro plantas más y dotarse de una fachada con rasgos entre el expresionismo y el racionalismo mediante un proyecto de Pedro Ispizua.

Proyecto de 1931 para Beltrán Casado y Cía. tal como se encontraba siete años más tarde y proyecto de ampliación del edificio en 1938.

Pero volvamos al presente. Vamos a ver, el inmueble colindante, el 1 de Marqués del Puerto, fue construido en 1931 (arq. Emiliano Amann); el situado en la esquina al otro lado de la calle, el 35 de Colón de Larreátegui, se construyó en 1896 (arq. Alfredo Acebal); los inmuebles 4-6 de Marqués del Puerto se construyeron en 1897 (arq. Enrique Borda); en la misma manzana del Ensanche donde está el edificio condenado, otros inmuebles son de 1936 (Colón de Larreátegui 33, arq. Ricardo Bastida), de 1939 (Diputación 2, arq. Pedro Ispizua), de 1967 (Diputación 4, arq. José Ramón Garitaonaindia) y de 1885 (Diputación 6, maestro de obras Pedro Peláez)…, todos ellos son edificios de viviendas por pisos utilizados con aguda intensidad doméstica desde hace décadas o incluso más de un siglo, ¿¡y el único que tiene problemas estructurales es el más joven de todos ellos, un inmueble de oficinas que no llega a los 50 años de vida!? Difícil de creer…

Arriba-izquierda, maqueta de una propuesta no realizada y, arriba-derecha, edificio realizado. En medio, alternativa como balcón-tribuna presentada junto al proyecto de ejecución. Abajo, situación actual tras las alteraciones introducidas lo largo de los años.

Pienso que este edificio debería haber tenido algún nivel de protección patrimonial. Es una obra de dos brillantes arquitectos bilbaínos de la generación de los años 50-60, Félix Iñíguez de Onzoño y Juan Daniel Fullaondo, y en términos constructivos su singularidad reside en que la fachada fue la primera realizada en Bilbao como muro-cortina. El proyecto es de 1976 y la realización se llevó a cabo entre 1976 y 1980. El propio Fullaondo lo comentaba para el número monográfico que le dedicó la revista El Croquis en 1984. El cliente fue el Banco Europeo de Negocios, «al que se plantearon un par de soluciones, eligiéndose la más restringida, naturalmente«, terminaba diciendo con resignación. Sin embargo, el rechazo a su planteamiento de balcón-tribuna (véanse las perspectivas) no vino de la empresa, sino de la Dirección de Arquitectura municipal por contravenir esos «elementos decorativos» las ordenanzas de construcción entonces vigentes.

El inmueble de talleres de Beltrán Casado y Cía. no fue completamente demolido para la nueva empresa, sino que se «acondicionó» su estructura de hormigón tras despejarla de las connotaciones industriales y reforzarla. En cuanto a su fachada, los arquitectos reflexionaban en la Memoria que su «prestancia y singularidad no se puede conseguir, dadas las normas vigentes de ordenanzas de la construcción del Ayuntamiento, sino por una fachada de características de elegancia y particular ennoblecimiento que pueda ser fácilmente distinguido de los edificios colindantes». Con su diafanidad y las inflexiones que rompían la fachada en diversos planos, en 1976 este edificio era elegante, noble y distinguido. O tempora o mores.

Dado que la calle Marqués del Puerto es «estrecha, totalmente signada por fachadas salpicadas de miradores acristalados» los arquitectos concibieron todo el frente «como un enorme mirador, digamos ‘un orden gigante’ de mirador rojizo. Como un ópalo«, de modo que «cuando la fachada está limpia, cosa no demasiado frecuente, resulta interesante ver la manera en que se reflejan, en el espejo rojizo, los variados rostros luminosos de las incidencias urbanas (…) Me recuerda el vidrio de Duchamp«. En aquel comentario, Fullaondo se desmarcaba del «curioso letrero» existente en la marquesina, «obra de otras manos distintas. No hace falta decirlo«, y se quejaba de que no le hubieran dejado intervenir en la decoración interior del Banco, el cual ocupaba dos plantas, destinando las restantes a oficinas de otras empresas y sociedades. Asimismo indicaba que le parecía «de algún interés, la referencia superior con ese cuboide detonante«, siendo en este punto donde residían las mayores diferencias entre las dos soluciones planteadas por los arquitectos, la más y la menos restringida, puesto que «la organización interna es la normal en este tipo de edificios«. Preciosa, la alusión al ópalo y lástima que no desarrollara la idea acerca de Duchamp.

Se ha conservado la fotografía de una maqueta del edificio en su propuesta menos restringida, observándose que el punto superior-izquierdo de la fachada presenta un aspecto acusadamente escultórico consistente en un conjunto de planos, verticales y horizontales, paralelos y perpendiculares a la fachada, que albergan un abierto espacio interior: un gran plano alargado de hormigón se proyecta, a partir de la cornisa, hacia el ámbito de la calle, sobrevolándola, para mostrar otro plano vertical en el extremo exterior con un descentrado hueco circular al frente. En la planta inferior, justo debajo del plano saliente y con el mismo vuelo, se abre un vano a modo de gran balcón, con contundente grosor en los forjados de los que, perpendiculares a la fachada, surgen dos muros: uno ciego en su lado Norte y otro con un hueco circular en el lado Sur, pero con despliegue por debajo del balcón. Se advierten aquí ecos del Homenaje a Aita Donosti, de Jorge Oteiza, en Agiña. Ese segundo muro, a su vez, sirve para seccionar la fachada vidriada en dos partes: un tercio a la izquierda mantiene el plano de las fachadas existentes en los otros edificios de la calle, mientras dos tercios a la derecha avanzan en la misma medida que los cuerpos de miradores en los inmuebles vecinos. A su manera, desde un formalismo moderno y no mimético, esta solución es continuadora de los planos y volúmenes tradicionales, salvo en la primera planta, donde la fachada crece hacia la calle para conformar una galería en voladizo a la vez que funciona como marquesina sobre la acera.

Esta propuesta fue el punto de partida y el gran gesto volumétrico de la parte superior pasó a convertirse en un balcón-tribuna que fue rechazado por incumplir normativas, quedando reducido a lo que Fullaondo denominó , creo que con sorna, «cuboide detonante«, el cual con el tiempo desapareció también, al igual que el volumen de la galería en la primera planta para llevar esa zona al plano convencional de la fachada. Todo el frente en la planta baja ha sufrido, asimismo, abundantes modificaciones, sirviendo para deformar la cara del inmueble. Sería un magnífico gesto que Kutxabank se animara a recuperar el aspecto exterior original de este edificio, incluyendo el escultórico cuerpo en lo alto del proyecto «menos restringido» de Fullaondo e Iñíguez de Onzoño .

«…resulta interesante ver la manera en que se reflejan, en el espejo rojizo, los variados rostros luminosos de las incidencias urbanas…».

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