¿Qué vale una lámpara de escritorio?

/ Javier González de Durana /

Hasta hace poco tiempo y aún hoy, en ocasiones, se encuentran en las casas de subastas piezas mobiliarias que, siendo creación de arquitectos y diseñadores de prestigio, se presentan anonimizadas, como si la autoría no tuviera importancia, lo cual representa un daño reputacional para sus creadores al tiempo que una oportunidad para el comprador avisado o entendido. Las cifras de salida para pujar suelen estar, en consecuencia, muy por debajo de la calidad que atesoran, pero es que incluso cuando se menciona el nombre de su diseñador, las valoraciones suelen ser muy inferiores a las de un dibujo o una obra gráfica de cualquier artista plástico de segunda o tercera fila. Es sorprendente lo que sucede con el mobiliario: se puede encontrar un hermoso aparador o mesa de despacho, en madera noble, concebido por Néstor Basterrechea en 1963 por un precio por debajo de una mediana escultura suya, editada en serie de 100 unidades en los años 80/90. Algo semejante podría decirse de unas butacas de Rafael de la Hoz, de 1953, una silla de Javier Carvajal de 1959 o una mesa baja de centro de José Antonio Corrales de 1955. Es difícil entender ese desdén que se advierte hacia los objetos muebles. Como sucede con las artes plásticas, se subastan muchas mediocridades en objetos de escritorio, lámparas, apliques, sillas, mesas…, cuando no verdaderas porquerías, pero a veces aparecen joyas que pasan desapercibidas incluso para los subastadores. Es verdad que cada vez sucede menos, nos vamos espabilando sin llegar al grado que se estila en otros países.

Pongo un caso reciente. el pasado 14 de mayo Sotheby’s ha subastado una lámpara de doble pedestal diseñado por Frank Lloyd Wright para la casa de Susan Lawrence Dana, en Springfield, Illinois: vidrio iridiscente y opalescente, zinc «colonial» bañado en latón y bronce, 59,7 x 81,9 x 48,9 cm., diseñado alrededor de 1903 y ejecutado por Linden Glass Company, Chicago, Illinois, alrededor de 1904.

Wright diseñó dos lámparas de este modelo para la misma casa. La otra pieza permanece en su lugar originario. Esta que se ha subastado ahora ya salió al mercado en 2002, siendo el remate en 2 millones de dólares. Ahora ha alcanzado los 7’5 millones tras librarse una lucha de pujas que se prolongó durante once minutos. La previsión antes de la subasta era que se rematara entre 3 y 5 millones de dólares.

Wright consideraba inapropiado que el edificio funcionase como una entidad, su mobiliario como otra y el entorno y ambiente alrededor como otra completamente distinta, pues el espíritu con el que concebía sus casas buscaba que todos los elementos, grandes y pequeños, interiores y exteriores, actuaran como una sola creación, una unidad de actuación. Desde su audaz forma hasta su colorido diseño geométrico, la lámpara captura un momento histórico en el que la electricidad era aún novedosa y refleja la singular capacidad de Wright para convertir objetos cotidianos en obras de arte. La lámpara condensa la esencia de los principios arquitectónicos y de diseño de Wright en un solo objeto, como una casa en miniatura diseñada por el propio arquitecto. Desde cualquier ángulo, su composición de líneas y formas es la quintaesencia de su autor. Según el punto de vista, el cristal iridiscente se transforma ante los ojos, convirtiéndose en un caleidoscopio de color y luz.

La lámpara, así como el conjunto de la casa para Susan Lawrence Dana, pertenece al denominado estilo Prairie, “pradera”, surgido en Chicago alrededor de 1900, fusionando los principios de las Arts & Crafts con las ideas y obras de Louis Sullivan, con su énfasis en la naturaleza, la artesanía y la simplicidad para proponer una arquitectura no derivada de alguna otra anterior, genuinamente estadounidense, arraigada en el paisaje y con sentido de pertenencia a ella, pero que también incorporaba elementos modernos, como líneas, planos y ornamentación estilizada.

El estilo alcanzó su máxima expresión en residencias y casas de campo, pero también se construyeron escuelas, almacenes y edificios de pisos. Los edificios Prairie están “casados con el suelo”, como decía Wright, como una celebración del territorio alargado, ensanchado y bajo del Medio Oeste. Su característica más definitoria es el énfasis en la horizontalidad sobre la verticalidad: tejados planos o a cuatro aguas de poca inclinación, hileras de ventanas, aleros voladizos y franjas de piedra, madera o ladrillo en el exterior…, incluso las indeseables verticales de las bajantes se enmascaran u ocultan.

Esta clase de edificios incluyen una geometría y volumen muy bien definidos, grandes chimeneas centrales, fachadas de ladrillo o estuco, un uso moderado de ornamentación aplicada en mobiliario (tallas de madera, yeso, vidrieras…). La popularidad de este estilo disminuyó rápidamente en Estados Unidos a partir de 1915, aunque su influencia se puede apreciar hasta hoy en día.

En el País Vasco, quizás el caso más relevante sea el Club de Golf de la Galea, diseñada por Eugenio Aguinaga en 1958-65, si bien él definía su edificio como “carente de estilo arquitectónico determinado” y explicaba que “simplemente he buscado en el empleo de materiales tradicionales en la región, como son la mampostería, el ladrillo encalado y las estructuras vistas de madera, en armonía con las construcciones rurales que, aun concebidas dentro de las normas arquitectónicas y las posibilidades de su época, han empleado también esos materiales típicos y perdurables.

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