/ Javier González de Durana /







Algunos rótulos existentes en Bilbao ¿hasta cuándo?
Ante la casa de mis padres, donde nací y viví casi tres décadas, había una secuencia de locales comerciales cuya imagen recuerdo vivamente. Justo frente al portal estaba Andéchaga, que se dedicaba a la venta de lámparas y suplementos eléctricos, su letrero era un gran luminoso de neón -no podía ser de otra manera-, separado de la fachada y sobre una pequeña marquesina, que reproducía el nombre caligráficamente a modo de firma rubricada. A su derecha se encontraba Mota, que vendía ferretería en general y en un recuadro sobre la puerta de acceso mostraba su nombre en relieve con letras minúsculas de paloseco, muy estiradas, de color marrón sobre un fondo negro. A su derecha, Ortiz, ultramarinos cuyo nombre, encima de la entrada, aparecía con letras mayúsculas, individualizadas y muy altas, confeccionadas en latón plateado que mostraban en su mitad derecha unos pequeños bajorrelieves de estrías en zig-zag vertical, mientas la mitad izquierda se mostraba lisa (detrás tenía una vidriera que reventó por la onda expansiva de una bomba que puso ETA en las cercanías), todo ello muy art-decó. A su derecha, existía un local dedicado a la venta de sábanas y lencería, Manzanos, cuyos rótulos mostraban letras geométricas de color verde con finos ribetes dorados sobre cristal negro. A su derecha, ya al otro lado de la calle, la preciosa zapatería Alonso, único local que continúa activo en perfectas condiciones desde 1940, con dos neones verdes diferentes cuyas imágenes se pueden ver aquí arriba.
Salvo este último, todos han sido barridos por el tiempo. Sin ser consciente del motivo, quizás por lo cotidiano de su contemplación, aquel paisaje artificial de nombres, luces, colores, formas y tamaños se me quedó grabado en la memoria y hoy me sorprendo de que, tanto tiempo después, aún recuerde con mucho detalle cómo eran. ¿Me sucede sólo a mí? ¿Por qué me doy cuenta ahora de que, por el motivo que fuere, aquello tenía un valor significativo?
Cuando las franquicias hayan desaparecido y queden abandonados los locales que utilizan con sus frías, uniformes y asépticas instalaciones entonces recordaremos que en esos mismos lugares tiempo atrás hubo una vida mercantil local y familiar, doméstica y cercana, colorista y vibrante, una vida que se manifestaba de muchas maneras, particularmente mediante la forma en que mostraban sus productos en los escaparates y en el diseño de estos, y que acentuaba la rica diversidad de sus protagonistas en modos y recursos aplicados a la rotulación de nombres y actividades con que los comerciantes se identificaban ante las gentes, para llamar su atención.
Hubo un tiempo en el que las ciudades estaban llenas de comercios familiares, minoristas: carpinterías, sastrerías, joyerías, ultramarinos, carnicerías, panaderías… Los locales mostraban con orgullo el nombre de sus dueños en rótulos exteriores y eran ellos mismos quienes decidían el estilo que tendrían las enseñas: el color, la tipografía, la forma, el tamaño de unos elementos de comunicación visual que luego realizaban artesanos especializados en dar forma con los neones, la pintura sobre vidrio o la carpintería de aluminio.


Vistas de la exposición en Centro-Centro, Plaza de Cibeles, antiguo edificio de Correos.
En estos rótulos hay arte gráfico y mucho más: diseño, color, composición, tipografía, luz, diversidad de tamaños…, todos ellos son piezas únicas, rótulos que han sido dibujados teniendo en cuenta el espacio que ocuparían, creando un conjunto original que aporta carisma e identidad a las calles de cualquier ciudad, toda una enorme variedad de recursos expresivos que han ido desapareciendo de nuestra vista durante las últimas décadas. Pero, sobre todo, lo que hay es una memoria sentimental hacia lo que ha configurado nuestra idea de comercio urbano y la manera en que estos locales han proporcionado timbre, tono, luz y variedad a las calles en que hemos vivido, es decir, son testimonio de nuestra época y de la de nuestros padres y abuelos. Alguien dedicó su esfuerzo y puso cariño en la creación de esos carteles que decoraron las ciudades y configuraron los espacios por los que hemos pasado cada día durante décadas… y en cuestión de poco tiempo esa escenografía ha ido a los contenedores de obras, al basurero.
Desde el pasado noviembre y hasta el próximo marzo hay una exposición en Madrid (Centro-Centro) que muestra más de 150 rótulos de comercios y negocios de esa ciudad que han cerrado a lo largo de los años y que han sido rescatados de la desaparición. Bajo el nombre No va a quedar nada de todo esto, la exposición recupera una parte de historia gráfica formada no sólo por apellidos de aquellos emprendedores de la ciudad o de otras partes del país que estaban detrás de estos locales, sino también por nombres de oficios y negocios ya desaparecidos, expresados con neones, cajas de luz, banderines o vidrios y gráficas en materiales como el latón, el acero o la madera. Gráficas comerciales de los últimos 90 años con muchas piezas de los años 60 y de los años 80 del siglo XX, y algunos de ellos mucho más antiguos. Una recopilación de la vida en las calles que se puede ver, además, en otros elementos como servilletas, bolsas y etiquetas.

Vista de la exposición en Centro-Centro, Plaza de Cibeles, antiguo edificio de Correos.
La exposición es resultado del trabajo realizado por Paco Graco, un colectivo que recupera rótulos tanto de negocios que aún existen como de aquellos que han sido rescatados, donados y recuperados de contenedores o proporcionados por personas que se han puesto en contacto con él. Desde 2017 los guardan y preservan para el futuro, en una nave industrial en Toledo. Paco Graco se dio cuenta de que, al desmontar los neones, las marqueterías y los plexiglás, también se iba desvaneciendo una peculiar forma de hacer la ciudad. Todo un paisaje emocional cargado de nostalgia en rápido proceso de transformación, consecuencia de la crisis y de un modelo de desarrollo económico -las ventas online- que asfixia el comercio local y homogeneiza la oferta en todas las ciudades con el despliegue de marcas globales y grandes franquicias.
Es evidente que la calidad del rotulismo ha bajado muchísimo en los últimos tiempos. El vinilo de corte y la impresión digital sobre cualquier soporte y tamaño (lonas, metacrilatos, plásticos…) han contribuido al fin de una época. Antes los rótulos se hacían para que duraran una generación o dos o más, pues el comercio daba de comer a quien lo regentaba y su familia durante décadas de actividad continuada y, por tanto, los rótulos debían ser duraderos. Ahora ya no. Un negocio puede permanecer activo unos pocos años o meses, así que -se dicen- para qué gastar inteligencia, diseño y dinero en algo tan efímero.
Además, en 2019 Paco Graco impulsó la fundación de la Red Ibérica en Defensa del Patrimonio Gráfico, que actualmente agrupa a 60 nodos en 30 ciudades de España y Portugal, con el objetivo de intercambiar experiencias y unir fuerzas para proteger este valioso patrimonio al considerar que las diferentes formas de rotulismo tradicional son un bien que debe ser documentado, protegido y divulgado. Aparentemente invisibles, nadie se fija mucho en ellos cotidianamente, pero lo cierto es que su conjunto determina en gran medida el aspecto de las calles y forma parte del patrimonio gráfico visual de cada época.

Vista de la exposición en Centro-Centro, Plaza de Cibeles, antiguo edificio de Correos.
Algunos de sus elementos poseen una calidad gráfica excepcional a la que debería darse valor y conservarse en conjunto con la arquitectura que los sostienen. También debe reconocerse que, a veces, estos rótulos dañaban y ocultaban fachadas de calidad que hubiesen merecido mayor respeto, mientras que otros, anclados en banderola a las fachadas, quedaban gravitando sobre las cabezas de los paseantes sin que nadie se preocupara durante décadas de revisar su sujeción y estado de conservación a pesar de que el comercio que anunciaban hubiese cerrado sus puertas mucho tiempo atrás. La retirada de algunos de ellos ha tenido sentido, aunque no la destrucción de todos los retirados.
Mucha gente les hace fotos y poseen buenas colecciones de imágenes de rótulos, pero nadie se ha preocupado en recuperarlos. Eso es lo que hacía falta, recuperar el objeto, y Paco Graco lo lleva a cabo sin ninguna ayuda institucional. Además, como ahora sucede, los exhibe. No se trata de una exposición dedicada a la celebración de la excelencia en el diseño de los rótulos de antaño, pues los hay feos, bonitos, históricos, recientes y de cualquier material, no es un lugar para llorar por los comercios desaparecidos, tampoco es un cementerio de una ciudad que ya no existe, sino una ocasión para pensar sobre la ciudad, el diseño y el arte.







Vistas de la exposición en Centro-Centro, Plaza de Cibeles, antiguo edificio de Correos.
A todo esto, ¿cómo está la situación en el País Vasco? En Bilbao, por ejemplo, el vigente Plan General de Ordenación Urbana, en su título «Régimen de Protección de la Edificación», capítulo cuarto, «Protección de locales interiores de la edificación», reconoce «un valor histórico-patrimonial digno de reseña y protección» al interior de ocho establecimientos de los cuales tres son espacios para espectáculos (Teatro Campos Elíseos, Sociedad Filarmónica, antiguo Teatro Ayala) y sólo cinco son comercios (Café Iruña, Café La Granja, Pastelería New York, Pastelería Arrese y Mosel). Sólo cinco y sólo sus interiores, lo cual deja el exterior, incluida la rotulación, desprotegida o al albur de lo que digan los responsables institucionales.
¿No dispone el Ayuntamiento de un lugar donde poder guardar estos elementos una vez son retirados? ¿No es el Ayuntamiento quien primero se entera de las intenciones de cambio de actividad comercial en locales que conservan estas rotulaciones y quien, por tanto, podría actuar antes de que sean destruidos y arrojados a los contenedores? ¿No sería mejor almacenarlos con cuidado puesto que el PGOU, por mucho que diga lo que diga, no es eficaz, como lo demuestra el deterioro con pérdida de neones del rótulo de la «protegida» Pastelería New York?

Actuación reciente en Tenerife de Insula Signa – Estudio y Protección del Patrimonio Gráfico Canario, grupo de amantes de la tipografía, el diseño gráfico, la decoración, la señalética y todas las artes y oficios relacionados con la rotulación y gráfica comercial en Canarias. Analizan y documentan los rótulos que han formado y forman parte del paisaje urbano, un patrimonio identitario en peligro de desaparición debido a la progresiva sustitución del pequeño comercio por centros comerciales y franquicias multinacionales que están imponiendo una uniformidad gráfica global. Aunque valoran especialmente los trabajos ejecutados artesanalmente por profesionales de un oficio prácticamente desaparecido, su interés por los rótulos va más allá de su ejecución técnica o valor artístico y contempla su función en un contexto social determinado y las circunstancias casuales o temporales de su uso.