Comunicación visual en el espacio urbano

/ Javier González de Durana /

Sendas exposiciones abordan estos días en Bilbao dos aspectos muy diferentes referidos, sin embargo, a un mismo espacio, el urbano, y una misma cuestión, la comunicación mediante imágenes con mensajes que se lanzan al ámbito público para ser recibidos por quienes circulan en él conscientes, a veces, e inconscientes, otras muchas veces, de ser sus analizados, evaluados y calificados destinatarios.

El peatón que camina por las calles, sobre todo si no son las de su ciudad habitual, necesita ser orientado, avisado, advertido, aconsejado…, casi constantemente, debido a que él no es la única persona que se desenvuelve en la vía pública, pues otros muchos individuos y máquinas también lo hacen y ese flujo debe ser organizado de manera que nadie se sienta perdido, aturdido, confundido, desvalido… y unos entren en colapso con los otros. Para lograrlo, una señalética claramente inteligible por todas las personas, de cualquier edad y procedencia, es la solución que las ciudades han incorporado a sus paisajes: por ahí se va al museo, ante estas rayas en el suelo párate y mira si viene algún vehículo, por aquí se desciende al metro, allí hay una parada de autobuses, el cuarto de socorro más cercano está en aquella dirección, esto es un monumento… Estas señales visuales las instala o permite la autoridad pública municipal por ser la responsable de que en el espacio compartido por todos nadie se sienta desconcertado, esto es, fuera del concierto fluido que es el movimiento callejero de unos y otros. La señalética, por tanto, forma parte de los servicios públicos y debe estar bien pensada para no añadir confusión a quien, precisamente, necesita claridad informativa.

La primera exposición tiene lugar en el Museo de Bellas Artes con el título de Otl Aicher. Arquitectura y Paisaje y es una minuciosa y penetrante incursión en tres de los trabajos más significativos del diseñador alemán: (1) el sistema de construcción industrializada de crecimiento ilimitado, en progresión y orden geométrico, para la compañía Braun, 1960, (2) la reestructuración de un enclave rural en Rotis como su vivienda, estudio y refugio de diseñadores donde reunió profesionales de diferentes disciplinas en el ámbito de la comunicación visual, 1970-85, y (3) el Metro Bilbao con su conocido logotipo y la tipografía Rotis Semisans, versión semigruesa, en letras minúsculas, ideado todo en 1988.

En una entrada anterior de este blog ya me referí a Otl Aicher y la Escuela de diseño de Ulm que él, junto con su esposa Inge Scholl y Max Bill, había colaborado a fundar como una posible prolongación de la Bauhaus anterior a la 2ª Guerra Mundial. En la muestra presentada con motivo de la segunda Bienal de Arquitectura de Euskadi, comisariada por Gillermo Zuaznabar, como ésta de Bilbao, el contenido se focalizó en la labor realizada por Aicher para Braun, aunque había muchos materiales de otros trabajos de diseñadores y alumnos de aquella Escuela que, en parte, también se ven ahora en Bilbao. En el Museo de Bellas Artes, no son la Escuela y la ejemplificación de sus cualidades en el caso Braun los temas centrales, sino Aicher y en concreto su trabajo para el Metro de Bilbao (con motivo del cuarto de siglo que cumple), el cual es presentado con dos notables antecedentes que ya mostraban el rigor, la capacidad de síntesis expresiva, la austeridad y racional sencillez con que estaba dotado Aicher.

«El metro -escribió Aicher- necesita un lenguaje claro y unívoco en sus instalaciones, no solo bajo tierra en el centro urbano, sino también en la superficie. Ese lenguaje ha de ser universal, y aunar en un todo la suma de sus partes».

No es una exposición que vaya a arrastrar a las multitudes, pero es de visita imprescindible para arquitectos, diseñadores y alumnos de Bellas Artes. El montaje, amplio, diáfano y ordenado, responde en las soluciones constructivas de los muros exentos a criterios que Aicher hubiera suscrito: ser útil y mostrar cómo funciona esa utilidad; de tal manera, el contenido expuesto y la museografía se hallan en estrecha relación. El Museo de Bellas Artes debería plantearse exposiciones de Arquitectura y Diseño más a menudo y no sólo cuando compromisos institucionales se lo requieran o vengan sus gastos patrocinados por alguna corporación. Como dice Bingen Zubiría, el arte es pregunta y el diseño, respuesta, pero ambos responden a procesos creativos. El MNCARS acaba de anunciar que, en breve, habilitará un Departamento de Arquitectura. Philip Johnson lo instauró en el MOMA de Nueva York el año 1932. Yo me planteé crearlo en ARTIUM en 2002…, pero las circunstancias no lo permitieron.

La exposición contiene algún momento nostálgicamente emotivo: las fotos de poblaciones a ambos lados de la ría que iban a quedar comunicadas por el Metro aparecen muy saturadas, como si hubieran sido sido enviadas a Aicher mediante un fax de la época. Sobre esas vistas aéreas de paisajes urbanos trabajó el diseñador y trazó líneas rojas indicativas del futuro paso de la línea suburbana. Su empastado blanco y negro es testimonio de una época en claroscuro, pero configura la semántica de un viaje que nos transporta desde aquel tiempo hasta el presente: «la región documenta de forma clara el final de una civilización industrial construida con técnicas mecánicas (…) A la cultura de esta región le corresponde analizar, arqueológica e históricamente, la revolución industrial de los siglos XIX y XX, y resumirla y exponerla en museos tecnológicos«, escribió Aicher.

Línea roja señalando el futuro recorrido del Metro con parada en San Mames.

La otra exposición es pequeña y discreta, pudiendo llegar a pasar desapercibida en el atrio de una Alhóndiga donde en ocasiones suceden muchas cosas simultáneamente. Pero lejos de querer pasar desapercibida con media docena de pantallas de video y carteles colgando del techo, su comisario, Mario Paniego, plantea que prestemos atención a aquello que atrae nuestras miradas en los ámbitos públicos: la publicidad y su invasiva ocupación del paisaje urbano. La exposición Espacio Públic(itari)o analiza las características del sistema de la publicidad que encontramos en las calles de nuestras ciudades (desde el 3 de diciembre hasta el 31 de enero de 2021). Paniego, quien también es artista, ganó para este proyecto el apoyo del programa Komisario Berriak convocado por el Gobierno Vasco.

NOAD -No Advertising- Day, retirada de carteles publicitarios en Berlín durante días decretados «libres de publicidad», por Vermibus

Olvídense de una exposición convencional con pinturas, planos urbanísticos o fotografías. La materia prima de Paniego es la vida urbana y la tecnología, al igual que lo son para los artistas que ha seleccionado, Laura Marte, Jason Eppink, Maider López, Tony de Marco, Dobro y Vermibus. La idea de actuar artísticamente sobre la publicidad urbana para criticarla, sabotearla, parodiarla, evidenciar sus contradicciones, metaforizarla… debe ser entendida de una manera muy abierta, de modo que sus actuantes son artistas, por supuesto, pero no necesariamente sólo artistas, sino también activistas urbanos que mediante imágenes cuestionan prácticas existentes en el espacio comunitario que, a su juicio, resultan perniciosas, abusivas o restrictivas de derechos colectivos.

La exposición analiza el auge de la publicidad en nuestras vidas y un sesgo pedagógico da inicio al relato: una pantalla muestra las reglamentaciones de tres ciudades, Sao Paulo (Brasil), Grenoble (Francia) y Wroclaw (Polonia), las cuales cuentan con una regulación publicitaria específica. Sus casos ofrecen distintas maneras de restringir el uso de la publicidad en contextos públicos, mostrando cómo han sido estas iniciativas, su desarrollo e implantación en el espacio compartido, así como los intereses que impulsaron la redacción de tales reglamentos: vaciar de publicidad las ciudades para poner el énfasis visual en su arquitectura, el patrimonio edificado, los árboles y la naturaleza…

Aspecto de la calle Gambetta, en Grenoble, antes y después de la aplicación del decreto municipal sobre no proliferación publicitaria en las vías urbanas.

«¿Por qué tranvías y autobuses son soporte de publicidad si en los discursos institucionales se habla de ecología, transición energética y seguridad vial? – se pregunta Paniego- «¿En base a qué criterios municipales se decide que parte del espacio urbano puede ser privatizado con un anuncio de alguien que quiere vendernos sus productos? ¿Es esto de interés público? El tiempo que pasamos mirando publicidad en la calle, ¿es nuestro o nos lo han robado? ¿Cambia nuestra condición de ciudadanos a clientes? ¿Qué espacio ocupa la publicidad? ¿El área plana de su soporte, o todo el área de la calle desde donde es visible? Si el tiempo y espacio que tenemos para compartir y reconocernos en los otros es ocupado por los anuncios, ¿cómo construimos comunidad?«.

Otra pantalla de la exposición ofrece la navegación por las webs de los artistas invitados y preocupados por la ecología visual urbana. Finalmente, un tercer vídeo mayor ofrece los trabajos seleccionados para la exposición de aquellos artistas. A través de un código QR, las personas que visiten la Alhóndiga tendrán la posibilidad de contestar un formulario sobre cómo consideran que afecta la publicidad a las ciudades y cómo perciben esa «invasión» o si son conscientes de ella. Estas respuestas y comentarios son mostrados después en otras pantallas. El destino de todo esto, también pedagógico, consiste en presentarlo a colectivos de profesorado para que trabajen la gráfica y la imagen, convirtiéndolos en mensajes reflexivos.

Sao Paolo inicia la retirada de la publicidad en el espacio público.

Mientras ambas exposiciones se están celebrando, una paradójica situación las pone en contacto. Me explico: entre los múltiples aciertos del diseño de nuestro Metro se encuentra el hecho de que, según el viajero se acerca a los andenes por la plataforma situada encima de las vías, los pretiles que bordean este espacio de aproximación, al estar construidos en vidrio, permiten ver si los trenes en la zona inferior están, no están, se aproximan o se alejan. Este es un diseño que facilita la visibilidad a los pasajeros para que, antes de haber llegado al andén, ya sepan si merece la pena o no apresurarse. Pues bien, estos días en que se puede visitar la exposición de Otl Aicher, dicho pretil frontal de vidrio sobre los andenes está cegado… ¡por un anuncio de la exposición de Otl Aicher! La transparencia y liviandad de los materiales, la visión total del escenario, el respeto al espacio diseñado… quedan anulados por la publicidad de una exposición que homenajea y recuerda a quien creó la imagen corporativa de este medio de transporte. Aicher y Norman Foster fueron grandes amigos y trabajaron juntos a menudo; estoy seguro que esto les parecería un despropósito. ¿Para qué creen los gestores del Metro que Foster diseñó ese pretil en vidrio? Pues para poner publicidad no fue y si, para colmo, se utiliza para publicitar una exposición de Aicher… el absurdo invasivo resulta perfecto.

4 comentarios sobre “Comunicación visual en el espacio urbano

  1. Interesante recensión sobre tres sugerentes exposiciones que sin duda merecen una visita. Sobre la cuestión de la publicidad en los espacios públicos, recuerdo una interesante Tesis doctoral presentada por Laura Bilbao Gómez en 2013 y titulada «El cuerpo: imagen de una cultura».

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