Luminosos obstáculos

/ Javier González de Durana /

IMG_9402Portada del libro publicado en 1997 por el Museo Guggenheim Bilbao con la vista del museo desde la calle Iparraguirre. Esta portada es indicativa de la importancia que el propio museo concedía a esta perspectiva urbana.

IMG_9386Ahora (en proceso). Los pequeños obstáculos que representaban los automóviles han sido sustituidos por las altas, filiformes y muy inoportunas luminarias.

Lo que cuento hoy no es importante -hay muchísimas cosas más graves en el tiempo presente-, pero me ha resultado bastante llamativo por la contradicción que encierra.

Como se puede comprobar en la entrada que publiqué el lunes pasado en este blog, en el título de la de hoy he querido evitar la clase de lenguaje oral y gestual que utiliza Frank O. Gehry cuando se refiere a diseños que no le gustan: luminosos obstáculos es lo que yo digo; una mierda, lo que probablemente diría él. Me temo que eso es lo que le van a parecer las farolas que se han instalado en el tramo semi-peatonalizado de la calle Iparraguirre, entre la plaza de San José y el Museo Guggenheim Bilbao. Apelo a Gehry por dos motivos: uno, porque no quiero utilizar palabras desagradables como las manejadas por algunos Premios Pritzker y, dos, porque el Ayuntamiento de Bilbao ha estropeado la visión de su creación más notable, el Museo Guggenheim Bilbao, desde la mencionada calle.

Como a menudo camino por ese tramo urbano, desde la inauguración del museo hace 23 años he visto a miles, decenas o centenares de miles de turistas sacarle fotografías. El gesto repetido hasta el infinito consiste en que el turista, situado en el centro de la calzada y tratando de sortear el tráfico rodado, saca su foto desde una posición más o menos próxima al edificio; algunos lo hacen en varias ocasiones según se van acercando: plaza de San José, cruce Henao-Iparraguirre, cruce Ajuriaguerra-Iparraguirre, cruce Barraincúa-Iparraguirre y, finalmente, Mazarredo. Para divertirme, a veces, les digo a algunos turistas: «Ostras tú, esa foto no la había hecha nadie hasta hoy, ¡qué buena idea!«; la broma es evidente. De tal manera, en esas imágenes contempladas después en todos los rincones del mundo, muchas de ellas reproducidas por revistas con tiradas millonarias, los edificios urbanos venían a quedar en los laterales de la fotografía para desembocar en el museo, sobresaliendo entre ellos, limpio y sin obstáculo intermedio alguno, al fondo.

Esto era posible por dos motivos: primero, porque las luminarias existentes hasta 1997 (véase portada del libro arriba incluido), ancladas a las fachadas de los edificios, en posición elevada y muy voladiza, fueron retiradas por interferir un poco la visión, y segundo, porque las farolas que sustituyeron a aquellas hasta ahora mismo, pequeñas y lateralizadas por mor de la anchura de las aceras, y los árboles, también de corta altura, no constituían ningún inconveniente, al quedar absorbidas unas y otros por los edificios de ambos lados. El singular ingenio arquitectónico, así, emergía impoluto y brillante en el centro de la ordenada vía urbana de la que se podían reconocer arquitecturas diseñadas con gran dignidad durante la primera mitad y mediados del siglo pasado.

Esa imagen ya no se volverá a repetir porque el museo se ha visto interceptado por decenas de esqueléticas farolas, muchas más de las que había antes. No culpo al diseño que me parece del tipo simplista con ascendencia constructiva en las piezas del LEGO. Podría encontrar encaje adecuado en un barrio de viviendas nuevas, pero no tanto aquí; en un lugar con menos alma serviría e incluso llegaría a estar bien. El problema es la conjunción de (a) cómo es la farola con (b) en qué puntos de la calle han sido colocadas y (c) su proliferación; es esa suma lo que resulta perjudicial para el museo, para el perrito florero y para todo el tocho. A partir de ahora cualquier fotografía realizada desde la calle Iparraguirre contendrá, inevitablemente, por delante, las filas de farolas y, detrás de éstas, el museo. Por no mencionar el desfavorable contraste que se establece entre la seca secuencia de linealidades y ángulos rectos de las farolas con las orgánicas curvaturas y ondulaciones del edificio museístico. Choque total. Maridaje incompatible. Diálogo nulo. Perspectiva arruinada.

En la última presentación municipal del diseño, el responsable del área señaló que la verdadera protagonista de este vial sería la iluminación. La luz bien, pero ¿los emisores de la luz? Añadió que las farolas estarían unidas por una catenaria en zigzag de la que se suspenderían luminarias lineales tipo led para realizar un dibujo aleatorio, con pretensión de dar dinamismo al entorno. ¿Más dinamismo aún? Da verdadero miedo pero, sobre todo, ¿qué necesidad hay?

Alguien podrá decir que la obra no está aún terminada, que faltan los árboles, unos cerezos japoneses, por lo visto, sin que falten otros verdes. Mucho colorinchi. Entonces será peor porque taparán más el museo dados los lugares que se han reservado para ellos. La pavimentación de la calle está mejorando y no dudo que mejorará aún más cuando se acabe la obra si se evita introducir mayor cromatismo, pero la imagen fotográfica del museo desde este lado ya no será la que fue y, sin duda, el edificio resultará menos visible y estará más interceptado que antes. Compárese con imágenes anteriores, cuando la calle estaba llena de coches: estos molestaban mucho menos de lo que estorban estos palillos luminosos. El episodio se cierra en el encuentro de las calles Iparraguirre, Lersundi y Mazarredo con un apoteosis de farolas (más altas que las previas), señales de tráfico, semáforos, señalizaciones viarias…, un pandemónium visual. Y eso que también se prometieron para esta «antesala del Guggenheim» (tramo entre Barraincúa y Mazarredo) sombrillas, bancos, grandes maceteros florales… y un techo virtual con entramado de luminarias lineales de luz en forma de tela de araña a siete metros de altura. ¡Dios…!, se va a llenar de cacharrería y obstrucciones visuales. De verdad. ¿qué necesidad hay?

Hasta ahora ha habido dos vistas canónicas del Guggenheim, una es desde el otro lado de la ría, desde la Avenida de las Universidades, abarcando la totalidad de su costado fluvial, y la otra es desde la calle Iparraguirre, en diálogo con la ciudad. Salvo que con esta actuación se haya querido privilegiar la vista que incluye la ría, no se entiende, y menos aún si se considera que las obras de semi-peatonalización de Iparraguirre han sido realizadas, precisamente, para poner en valor visual la aproximación del caminante hacia el museo.

Ya hace año y medio, cuando se presentó la primera idea acerca de lo que el Ayuntamiento pretendía hacer, se levantaron críticas entre el vecindario. Se alegaba que los cables cruzados de lado a lado dificultarían la circulación de vehículos con cierta envergadura, impedido maniobras con escaleras de bomberos… Al parecer, el Ayuntamiento corrigió algunas de esas intenciones (espero que entre las cuestiones suprimidas se encuentre lo de la araña de luces). Sin embargo, creo que nadie se dio cuenta del impacto visual que las farolas tendrían sobre el museo. Quizás todos pensamos que, al situarse donde estaban las antiguas, las farolas nuevas se comportarían como aquellas. Sin embargo, tanto a derecha como a izquierda, las hiladas de famélicos fanales se han aproximado al centro, convirtiéndose, con ello, en un estorbo.

Como no se ha aireado el nombre de ningún arquitecto-estrella, supongo que este diseño de la farola ha salido de alguna oficina municipal, lo cual, al margen del resultado concreto, no me parece nada mal, pero, ya puestos, ¿no podía haberse encargado a Gehry este trabajo?, al menos y por cortesía, ¿se consultó con él esta repercusión visual sobre su edificio?, ¿se habló con el museo?, ¿se diseñó esta semi-peatonalización de Iparraguirre con plena conciencia de lo que le ocurriría a la notable arquitectura?, ¿está conforme el Consistorio con esta afección visual?, ¿qué le dirá el Ayuntamiento a Gehry cuando, tras ver esto, se empiece a subir por las paredes y a decir esas palabras feas que él sabe?

Ya digo, no es importante pero, según se deduce de la inversión realizada y del titánico tótem interferido, para el Ayuntamiento esa perspectiva urbana debería haber sido importante. Pienso yo, no sé, a ver qué dice Gehry…

iparraAntes.

IMG_9381Ahora (en proceso).

IMG_9382Ahora (en proceso).

IMG_9401Y ahora con las luces encendidas.

15 comentarios sobre “Luminosos obstáculos

  1. Retuiteo a mi peña.

    Coincido con el autor.
    Los de espíritu algo tosco suelen llenar de «cosas» los entornos (físicos, visuales…) de algo notable en la creencia que de este modo lo realzan… cuando, por contra, suele ser necesaria la limpieza casi absoluta del escenario -en realidad, solo debería haber esto: un escenario diseñado o adecuado teniendo en cuenta siempre el «sujeto principal» y supeditado a él- para que este «sujeto principal» se erija en amo y señor.

    Descartando que existan coímas en la siembra de farolas, ésta parece estar solo motivada por el mal gusto de alguien que vive de los Presupuestos.

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    1. Cierto lo que dices, Jabitxu. Es curioso cómo, a veces, el no hacer nada funciona mejor que hacer algo mal. Aparte de la eliminación del ramal lateral que bajaba del puente de La Salve (reconvertido en peatonal en 1997), antes de esta «luminosa mejora» la llegada a la explanada previa al Guggenheim se producía sin que hubiese habido mucha adecuación del entorno: ibas por una vía urbana, como cualquier otra, cargada de vida y actividad ciudadana, y de pronto desembocabas en un espacio abierto y despejado, sin más presencia que la del perrito de colores. Era un choque inesperado y euforizante para quien nunca había estado en Bilbao, me lo han dicho a menudo. Ahora, con esta intervención, nos preparan la antesala para llegar al salón con el tono adecuado; sólo faltan las flores en el jarrón, la mesita de café con pastas, la música ambiental, el aire perfumado…, mientras tanto, a dos manzanas de aquí el Ayuntamiento autoriza la desaparición del último solar disponible en la zona para un espacio de proximidad.

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  2. Bastante de acuerdo con el autor. Cada vez que paseo por Iparragirre pienso lo mismo. Se han cargado la visión de ese contraste tan atractivo del Museo y la ladera de Artxanda. También ha dejado de funcionar ese juego de escalas tan interesante que había antes según ibas avanzando hacia el Museo. Estética de farolas mal elegidas, muy intrusivas y aparentes y el material/color rollo cortén tampoco me parece acertado. Creo que el concepto debía haber sido justo el contrario, tratar de invisibilizar al máximo el mobiliario urbano para dar protagonismo al museo. Por no resultar demasiado crítico debo decir que la ampliación de las aceras me parece una magnífica noticia.

    Tengo curiosidad por ver cómo acaba de rematarse la urbanización, en cuanto a árboles y bancos. Los bancos quedarían muy agradables arrimados contra la fachada de la iglesia.

    Por concluir, lo que es un auténtico despropósito y no entiendo cómo no se ha abordado en esta actuación es la NO PLAZA de San José. No entiendo cómo no han aprovechado para darle tratamiento de lo que su nombre erróneamente indica. Plaza. Es todo menos plaza. Es un guirigay de coches y cruces sin sentido en una calle Elcano que da pena verla, y eso que tiene muchísimo valor arquitectónico con la Iglesia y edificios de viviendas de Aguinaga, Basterra y Tomas Bilbao entre otros. Me parece increíble que una calle con alto valor arquitectónico y que urbanísticamente une la plaza Elíptica y la de Euskadi, puerta de entrada al Museo de Bellas Artes, sea tratada como una especie de autovía en una ciudad que supuestamente prima al peatón.

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    1. Gracias, Bilbao, por su comentario. La re-pavimentación de Iparraguirre está bien, es de lo bueno que ofrece esta intervención. De momento, lo negativo se halla por encima del pavimento. Tiemblo ante el mobiliario urbano que vayan a instalar. La invisibilización de los elementos hubiese sido lo mejor para que todo el énfasis visual recayera sobre el museo. De acuerdo con sus consideraciones acerca de la Plaza de San José y de la arquitectónicamente sobresaliente calle Elcano.

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    2. Lamentablemente, Bilbao vive de las rentas de la buena gestiòn que se hizo en la transformaciòn de Bilbao en la que , por cierto, poco tuvo que ver el ayuntamiento salvo la presidencia de BR2000 que ostentò en la época gloriosa de esta entidad. Ahora, en manos de los engreídos técnicos responsables municipales actuales están diluyendo ese legado.

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  3. Ya puestos, y teniendo en cuenta que todo vale, se podrían colocar unos bonitos y tupidos maceteros en las partes horizontales de las luminarias. Sin anclajes, eso sí, para que la toma fotográfica del famoso encuadre -ahora chafado- se convierta en deporte de riesgo, atraiga a turistas amantes de lo extremo y nos enganche con noticias sobre cabezas chafadas. Si es que no hay nada como ponerse creativo.

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  4. Son las 10:00 horas del 14 de octubre, miércoles, y estoy viendo ahora mismo que unos operarios andan colocando en el tramo de Iparraguirre semi-peatonalizado unos enormes y feos tiestos de colores, amarillo, azul, naranja… Tu deseo de que no metieran más colorines no va a ser posible. No sólo son feos, sin también horteras y ridículos. ¿A quién se le ha ocurrido este disparate?

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    1. Vaya!! Los peores augurios siempre se cumplen cuando mezclamos «urbanismo» con «ayuntamiento de Bilbao». Y aún faltan los bancos y las luces de neón y no-sé-qué-más… Teresa, a mi también me gustaría saber quién es el culpable. Muchas gracias por transmitirnos «en directo» la noticia.

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  5. Lo del mobiliario urbano en La Villa y su localización siempre nos ha parecido que precisaría algo más de criterio y dejarlo recogido en un «manual de estilo» para evitar que algunos creativos sigan haciendo de las suyas. En este caso concreto, tal vez es que les falta un modelo nuevo para incorporar, en su momento, al «monumento a las luminarias» del entorno del museo de Bellas Artes o, tal vez, es para que cumplan funciones de «bolardo». En todo caso hay que recordar que Bilbao sigue siendo una de las capitales de mayor contaminación lumínica, en el ranking estatal.

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    1. Gracias, Pedro. La falta de criterio es evidente en este caso y, por desgracia, en otros, demasiado a menudo, también. Un Manual de Estilo no sé si resolvería la cuestión, aunque no estaría de sobra. Esos manuales suelen ser orientativos y, por este carácter meramente recomendatorio, no pueden evitar las intervenciones autónomas de funcionarios creativos «echaos pa’lante».
      Hoy han estado instalando las sombrillas frente a las cafeterías y los bancos y bueno…, no están tan mal. Ahora bien, el asunto ya se desgració con las farolas y se remató con las jardineras suministradas por una empresa especializada en parques infantiles… y se nota mucho lo de la infantilidad, de verdad.

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  6. En directo. Jueves, 15 de octubre, 17:35. A las macetas gigantes de colorines, se le suman sombrillas blancas de enorme porte en los bares y bancos tamaño XL con respaldos asimétricos. Lo que debería haber sido una intervención de ampliar aceras y punto, algo baratito que diese valor añadido a la calle y a su arquitectura, se ha convertido en un lío de mobiliario urbano, excesivo, con unas farolas que tapan al museo y acaparan todo el protagonismo y la calle convertida en una especie de bazar chino.

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    1. Gracias, Bilbao, por la info en directo. «Bazar chino», sí, como hay varios por las inmediaciones igual es que están contagiando el entorno…
      Lo que yo veo es que hay una completa falta de coherencia en el conjunto de la operación. Parece como si varios responsables se hubiesen encargado cada uno de una parte: éste se hizo cargo sólo de las farolas, éste otro sólo de las jardineras, aquel de más allá se ocupó de las farolas, otro diferente de las sombrillas, alguien más del diseño del pavimento… y así todo. No se observa una actuación coordinada en la que objetos, materiales y diseño se tengan en cuenta mutuamente para dar lugar a una actuación urbanística unitaria, y que ello fuera evidente. Es como si varios ciegos hubiesen ido a su «pedo», bakoitza bereari.

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