Protección para el ídolo ancestral

/ Javier González de Durana /

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Aunque la intervención a la que me voy a referir hoy -el cubrimiento de un claustro- fue inaugurada hace ya dos años, quiero hacerme eco de ella ahora puesto que el Euskal Museoa-Museo Vasco, de Bilbao, entrará pronto en una profunda remodelación. Lo hará de la mano del estudio Vaillo+Irigaray, al que el pasado mes de junio se atribuyó la próxima reforma integral del edificio después ganar un concurso al que concurrieron nueve propuestas. Este estudio navarro se ha especializado en actuaciones museísticas y aquí comentamos en su día la del Athletic en el nuevo San Mamés. Sorprende el hecho de que en el plazo de apenas tres años se va a plantear una doble intervención en este antiguo colegio jesuítico: la ya realizada sobre el claustro y la inmediata que dará la vuelta por completo a los espacios interiores del museo. ¿No habría sido más lógico que ambas cuestiones hubiesen sido abordadas por un solo equipo?

El cubrimiento del claustro del Museo Vasco fue realizado por el estudio a+pi arquitectos, es decir, el equipo fundado por Eduardo Aurtenechea y Cristina Pérez-Iriondo hace más de treinta años. La operación consistió en incorporar una cubierta vidriada que, con apoyo en las cuatro cornisas del patio, permitiese conjugar la protección frente a incidencias meteorológicas de los objetos mostrados en el patio -particularmente el ídolo Mikeldi, una escultura de la Edad de Hierro, primo hermano de los verracos celtas- con la conversión de dicho patio en un espacio funcional para diversas actividades culturales y sociales. Y ambos objetivos tenían que lograrse sin que la incorporación de la cubierta redujera la luminosidad natural entrante en el espacio del claustro.

La ganancia lograda por el museo ha sido muy grande porque durante muchas décadas ese patio fue un espacio mayormente desaprovechado para las funciones museísticas. Más allá de recordar que el edificio es de origen religioso y de que la luz diurna ilumina las galerías que rodean las tres plantas (PB+2) del claustro, el espacio no respondía a las actuales y crecientes necesidades culturales de la institución.

En las últimas décadas se han podido ver muchas actuaciones similares a ésta: patios de palacios y conventos que, tras rehabilitarse, han sido cerrados por su parte superior para habilitar unos espacios hasta entonces sometidos a las variaciones -a veces extremas e impredecibles- de la meteorología. Aunque hay de todo, en la mayoría de estas actuaciones se ha optado por crear una cubierta de vidrio a cuatro aguas con cumbrera en el centro, a la manera de la techumbre en un edificio tradicional.

La solución adoptada por a+pi arquitectos difiere de ese convencionalismo al elegir la más abstracta y minimalista fórmula de la cubierta plana. Con ella evitan evocaciones innecesarias y ganan en levedad visual y claridad estructural, prolongando para el patio cierta sensación de espacio exterior pese a estar cerrado. La nueva inserción, así, establece un antitético y delicado diálogo con la sobria, pero contundente, austeridad del patio, resuelto con un clasicismo barroco muy querido por los fundadores del templo anexo y de este claustro creado como Colegio de San Andrés a mediados del siglo XVII.

Plana y transparente, además, la cubierta se aleja del suelo del patio al situarse sobre un elevado pretil también de vidrio, logrando que el conjunto del espacio gane altura, lo que, a su vez, habilita como terraza exterior accesible al público tres cuartas partes de la cubierta de la última planta e iguala la altura determinada por uno de los edificios del propio museo, cuya arquitectura es el resultado de numerosas adiciones y puntuales cambios a lo largo de los siglos.

La cubierta se organiza mediante un sistema reticular de vigas apoyadas en soportes verticales (los mismos que ayudan ganar una altura) anclados sobre la cornisa del espacio claustral. La retícula organiza unos módulos a partir de cinco vigas que se cruzan ortogonalmente con otras cuatro (el patio no es un cuadrado), con apoyo en los puntos de carga establecidos en el histórico claustro. De cada cruce de vigas suspende un elemento vertical que queda atirantado a la viga del perímetro y a los elementos semejantes próximos. La parte inferior de estas piezas verticales contiene inserto un foco de luz, de modo que la estructura se convierte, al tiempo, en una enorme lámpara sin que lo parezca.

Pintados de blanco los elementos metálicos y con el sometimiento del nuevo elemento al orden impuesto por las cargas estructurales del edificio se logra una integración eficaz y casi silenciosa que beneficia al museo en variados sentidos. El cuerpo prismático vidriado no se cierra por completo en los encuentros de las esquinas, sino que deja un margen abierto para que el aire penetre y circule levemente por el interior del espacio.

Respeto a las preexistencias, pureza conceptual y armonía entre las formas nuevas e históricas son las características de este buen trabajo que se muestra categóricamente actual. En 1648, mientras sus compañeros de orden religiosa construían este edificio, el jesuita Baltasar Gracián publicó un texto titulado Agudeza y arte de ingenio. Según la filosofía de Gracián, las dos potencias del ser humano para actuar son el juicio, con el que el individuo aspira a la verdad, y el ingenio, mediante el que, además, pretende alcanzar la hermosura. Por otra parte, la agudeza sería el procedimiento mental capaz de establecer una correspondencia lógica entre dos sujetos u objetos diferentes. Cuando esa conexión se materializa en un discurso o una actuación, nos encontramos ante el concepto, entendido como la concreción, en una idea, de la agudeza estimulada por el juicio y el ingenio. A Gracián, creo yo, le habría gustado el concepto de esta intervención de a+pi arquitectos.

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4 comentarios sobre “Protección para el ídolo ancestral

  1. Entiendo las necesidades de espacio de un museo pero cubrir los claustros siempre me da pena. Un claustro es un espacio abierto, con cielo, con lluvia, con sol, con nieve, un lugar para pasear a cubierto en el perimetro, para dar vueltas sin fin hasta cansarse, pero el centro esta vivo y cambia con los dias y estaciones. Enclaustrar el claustro . Queda totalmente desvirtuado y perdiendo los limites de lo que es interior y exterior. Lo corredores del primer piso dejan de ser balcones y pasan a ser palcos de un escenario. No, no me gusta cerrar los claustros. Los prefiero para pasear en dias de lluvia

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    1. Totalmente de acuerdo contigo, Miguel. Cerrar un claustro es cambiar su naturaleza y función, pero si el edificio en el que se encuentra ya ha cambiado su cometido, la tarea para la que se erigió, tiene sentido que se produzcan modificaciones que conviertan en útiles para los nuevos usuarios y sus necesidades los espacios y superficies que en circunstancias anteriores tuvieron otras funciones. En este supuesto, lo que cabe exigir al arquitecto que interviene para llevar a cabo las oportunas adecuaciones es (1) que no menoscabe ni humille las preexistencias, (2) que los nuevos elementos introducidos puedan diferenciarse de los antiguos con claridad y, por ultimo, (3) que las actuaciones realizadas sean fácilmente reversibles. Eso es lo que yo he pretendido analizar en esta entrada de mi blog. Gracias por tu comentario, Miguel.

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  2. Una pregunta al Ayuntamiento de Bilbao: si el diseño, siendo contemporáneo, adecuado y enriquecedor, como es el caso, sirve para este museo que protege la memoria y las costumbres de los vascos ¿por qué los vecinos del Casco Viejo no pueden utilizar en sus casas materiales y diseños como los aquí manejados, y se les obliga a utilizar soluciones y materiales tradicionales? ¿por qué el Ayuntamiento se auto-concede lo que niega a los ciudadanos?

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