Ultimas consideraciones: Museo de Bellas Artes (y VII)

/ Javier González de Durana /

Todo proceso de selección para determinar quién es el profesional más adecuado para realizar un encargo comporta ventajas e inconvenientes. Por ello, es difícil que cualquier método elegido se vea libre de críticas. Siempre se encontrará a quien defienda un encargo directo frente al concurso, y quienes entre partidarios de la vía concursal prefieran los de naturaleza abierta frente a los restringidos, y que entre los defensores de esta segunda opción haya quienes consideren mejor las convocatorias estrictamente nacionales frente a las internacionales…., y así hasta el infinito. En la mayor parte de las ocasiones, todo depende de la posición que cada cual ocupe en relación con algún aspecto del encargo.

Es lógico que haya distintas querencias y rechazos por este o aquel motivo y, al manifestarse, revelan un saludable espíritu crítico que, más allá de particularismos y egocentrismos, debe ser asumido con naturalidad mediante un debate con el que se canalicen las divergencias y en el que todos ganan en conocimiento acerca de las posturas contrarias a las que uno sustenta, aunque al final no se llegue a compartir criterios. Disentir es democrático. La alternativa seleccionada en dicho proceso se verá, incuestionablemente, sometida a nuevas valoraciones una vez haya sido ejecutada y en ese momento es posible que quienes antes criticaron se muestren comprensivos después y quienes alabaron manifiesten su disconformidad, no sólo porque el resultado haga ver aspectos que no se percibieron de entrada, sino porque evolucionar y no enrocarse en unas ideas fijas es muy humano… y no sería la primera vez que lo viéramos en esta Muy Noble y Muy Leal Villa.

Durante las semanas transcurridas desde la presentación de las propuestas para el bilbaíno Museo de BBAA se ha vivido cierto debate en las RRSS. Se ha dicho de todo, pero principalmente se han formulado críticas poco favorables al conjunto de la actuación y a las ideas planteadas por los equipos, algunas de las cuales puedo compartir y otras que no; críticas que eluden valorar el hecho de que el concurso, dentro del marco querido y definido por el museo, fue un enorme éxito, centrándose en cuestiones de rango menor. Mamotreto agresivo, falto de delicadeza…, entre otros primores, se ha dicho acerca del planteamiento ganador; recuerdo haberlas leído o escuchado, iguales o similares, en relación al edificio de 1970 cuando éste fue inaugurado hace ya casi medio siglo. La historia se repite.

En todo caso y como nada ni nadie es perfecto, naturalmente, ha habido sustancia para la crítica. Como mi punto de vista acerca de las propuestas concretas ya lo he plasmado en entradas anteriores de este blog, voy a referirme ahora a otros asuntos.

La crítica en torno a que la renuncia a un concurso abierto supuso desaprovechar las cientos, tal vez miles de ideas que se obtendrían gratis proporcionadas por equipos no tan reconocidos y famosos pero integrados por jóvenes hambrientos de trabajo y exultantes de ideas que se hubiesen presentado a tal convocatoria, me parece muy poco ética… Pienso que esa actitud se acerca mucho a la del robo, así de claro. Se practica a menudo, se me dirá, pero eso no lo excusa ni justifica; es apropiarse por la cara de ideas pensadas y trabajadas por otros, aprovechando su necesidad de hacerse un hueco a sol.

La exposición de las seis propuestas ha sido algo interesante y a lo que el Museo estaba obligado a la vista de la gran expectación levantada y de los amplios recursos públicos que se invertirán en la solución seleccionada, pero la manera en que se ha realizado la presentación ha sido manifiestamente mejorable. La mera instalación de los renders sobre una repisa de madera, sin más, no es muy justificable desde la pedagogía museística. No había necesidad de apresurarse tanto en mostrarlos, pues, una vez más, nos encontramos ante una exposición de arquitectura que parece pensada para que la comprendan sólo los arquitectos, con gran desconsideración hacia el público no profesional. Máxime cuando algunos de sus grafismos y textos, al estar reproducidos en muy pequeño tamaño, resultaban difíciles no ya de entender, sino incluso de ver y leer. Al tratarse de una ampliación arquitectónica de tal importancia, creo que hubiera sido más que interesante haber mostrado, como preámbulo, la evolución física del museo, con presentación gráfica mediante un par de plantas y dos secciones del edificio tanto en 1945, como en 1970 (con la modificación de 1981) y en 2001. Eso hubiera permitido situar a quien no conociera la historia del museo en su trayectoria evolutiva que, de momento, tiene próxima estación en la propuesta de Foster y Uriarte. También se ha echado de menos escuchar la voz resumida del jurado en relación a cada propuesta, con una información de no más de diez lineas, plasmada al lado de las imágenes, que hubieran transmitido al visitante los valores y carencias sobre las que tomaron su última decisión. Sobre una mesa cercana hubiese sido interesante contar con las seis memorias que han acompañado a los proyectos. Así, habría sido posible conocer más en profundidad las propuestas, su justificación, y no hubiese costado nada incluirlas en la exposición.

Vuelvo a la cuestión del concurso para mencionar dos aspectos. Resultaba más que evidente -de una parte- el deseo de la institución museística por quien ha resultado ganador. Las estrechas o buenas relaciones entre Zugaza y Uriarte, entre Foster y Zugaza y entre Foster y Fernández-Galiano, miembro más relevante del Jurado, no dejaban muchas dudas al respecto. La impresión recibida por muchas personas ha sido la del concurso como una gran teatralización o puesta en escena con excelentes actores voluntarios, pero desconocedores de serlo, para eludir una adjudicación directa. No es de extrañar que algunos de los participantes sientan haber sido utilizados. Si se quería el tándem Foster-Uriarte para realizar el trabajo, ¿no hubiera sido más sincero, honesto, directo, económico y sencillo adjudicárserlo a ellos, sin más, en vez de organizar una competición? Por supuesto, el museo niega y negará siempre que su preferencia fuera esa, ¡sólo faltaría!, pero la sospecha gravita sobre toda la operación.

Máxime -y esta es la otra parte- cuando el aspecto más cuestionado del concurso ha sido la participación de Luis Fernández-Galiano en el jurado que tomó la decisión. No porque se dude de su capacitación profesional para participar en él, pues de hecho era la persona cuyo juicio pesaba más que el de los de otros miembros, sino por cierta incompatibilidad de naturaleza ética.

Fernández-Galiano es arquitecto y catedrático de la Escuela de Arquitectura de la Universidad Politécnica de Madrid, además de director de las revistas AV Monografías y Arquitectura Viva. Miembro de número de la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando, es International Fellow del RIBA y ha sido Cullinan Professor en la Universidad de Rice, Franke Fellow en la Universidad de Yale, investigador visitante en el Centro Getty y crítico visitante en Harvard, Princeton y el Instituto Berlage. Presidente del jurado en la Bienal de Venecia y del premio Aga Khan, también ha formado parte del jurado en los concursos de la Biblioteca Nacional de México, el Museo Nacional de Arte de China, la Biblioteca Nacional de Israel y el Oasis del Santo Corán en Medina. Entre sus libros figuran El fuego y la memoria, Spain Builds y Atlas: arquitecturas del siglo XXI.

Por tanto, no se puede dudar de su excelencia académica y profesional, aunque no se haya dedicado a diseñar edificios; es la mayor que pueda tenerse. El problema consiste en que también forma parte, como Patrono, de la Norman Foster Foundation. Cuando el Museo le propuso ser miembro del jurado Fernández-Galiano no podía saber si el estudio de Foster se presentaría al concurso ni, caso de presentarse, si sería uno de los seis finalistas seleccionados. Claro, no podía saberlo, pero una vez que lo supo quizás habría sido prudente, para evitar sospechas sobre su preferencia, que hubiese renunciado a participar en la decisión final. El resultado del concurso, posiblemente, hubiese sido el mismo.

Pareciéndome bien y estimulante la propuesta de Foster-Uriarte, mi comentario más positivo sobre las seis ideas presentadas ha sido para Snøhetta-Foraster. Si alguien se ha tomado la molestia de leerlas lo habrá comprobado de inmediato. Pero para entender mi valoración correctamente yo no debo ocultar que formé parte de ese equipo noruego-bilbaíno y que me parece el mejor planteamiento porque así lo creo, sinceramente, y porque estuve involucrado en su elaboración (en una medida muy modesta, por supuesto). No puedo dejar de reconocer que esa circunstancia pasional puede haber influido en mí al escribir sobre los seis planteamientos y, concretamente, sobre el que siento y conozco mejor. Si no hubiese estado implicado, quizás mi opinión habría sido otra, no lo sé, igual sí o igual no, pero, habiendo sido como ha sido, debo advertir a quien me lea que mi opinión ha podido estar algo condicionada por este motivo. Quizás en la misma medida que lo pudo estar la de Fernández-Galiano en las deliberaciones del jurado. La diferencia es que las consecuencias de mi comentario no perjudican ni favorecen a nadie, pero la opinión del arquitecto-académico podemos sospechar que sí benefició a uno, perjudicando a cinco. Hubiese sido mejor, por ello, que no circularan sospechas de ningún tipo.

Este es un museo que sólo tiene 111 años. Su futuro es muchísimo más extenso. Por eso he recordado este fragmento de La metamorfosis, de Franz Kafka: «Y cuando, al llegar al término del viaje, la hija se levantó la primera y estiró sus formas juveniles, pareció cual si confirmase con ello los nuevos sueños y sanas intenciones de los padres«. Otra cuestión es que los padres estén dispuestos a sufragar no sus sueños, sino los de alguno de sus hijos. Esta ampliación, una vez esté habilitada, exigirá un significativo incremento presupuestario anual para gastos corrientes y actividades museísticas por parte de las instituciones patronas. Si lo uno no acompaña a lo otro, este esfuerzo de expansión habrá sido inútil. La estrategia que parece funcionar es ésta: si el aumento de presupuesto, solicitado sin más, es muy probable que no se consiga, pues los políticos no ven en este incremento del gasto interno ninguna repercusión positiva directa para ellos, mediante la demanda de una ampliación del edificio, con lo que conlleva de impacto mediático, movida concursal, arquitectos famosos y fastuosa inauguración, es mucho más fácil que sí se logre porque estas cuestiones encantan a los políticos al producirse de cara al público; así que, una vez consumada la ampliación, ¡cómo negarse a incrementar el presupuesto anual para mantener y llenar de contenido la institución físicamente engrandecida! ¿de qué sirve tener una ampliación del nivel Norman Foster si después lo que se presenta dentro de ella no está a la altura Norman Foster?

1970

6 comentarios sobre “Ultimas consideraciones: Museo de Bellas Artes (y VII)

  1. Gracias por este didáctico ejercicio de análisis, con querencias y distancias, pero esclarecedor en las intenciones y resultados de cada propuesta y en el protocolo de selección. En general, unos proyectos con un crecimiento que sobre el papel generan un volumen excesivo impostado sobre la misma finca sin otra posibilidad de expansión, aunque el programa lo requiriera. Hubiera sido posible una nueva ubicación, para una extensión contemporanea del museo, regenerando cercanos edificios industriales en desuso? Se ha optado por la colmatación de firma para una competencia-consumo en cercanía de dos edificios singularizados. El efecto guggi es alargado.

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    1. Muchas gracias por tu comentario, Javier. Ciertamente el efecto de la industria hostelera es muy fuerte, que es a lo que te refieres cuando mencionas al guggi, de hecho, ya es una industria económica de tal potencia que las instituciones no sólo no pueden ignorarla sino que tratan de acrecentarla. Este es el caso. Pensaba dedicar unos cuantos párrafos a analizar los componentes ideológicos -no sólo museológicos- de la ampliación desde la supuesta necesidad sentida por el museo, pero sólo se me ocurrían cuestiones referidas al turismo, ninguna al arte, y al deseo de ir de éxito en éxito y de victoria en victoria hasta… Por ese motivo y por lo cansino y obvio del asunto, decidí no escribirlos.

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  2. Javier, enhorabuena por el pormenorizado análisis que has hecho del concurso. Coincido en muchas de tus apreciaciones y en la dificultad de agradar a todos en estos procesos. Yo también lo he seguido con interés. Aprovechando que has participado como colaborador con uno de los equipos finalistas me gustaría conocer tu opinión sobre un aspecto de las bases del concurso. En concreto sobre la interpretación que habéis hecho de las alternativas planteadas en el Plan Maestro recogido en los Pliegos Técnicos sobre las posibles actuaciones sobre rasante en las zonas determinadas A, B y C. La mayor parte de los equipos se han ceñido a estas zonas para desarrollar sus propuestas, no así la propuesta ganadora, lo cual me ha llamado la atención. ¿Vosotros habéis interpretado que esas zonas eran «de obligado cumplimiento» o simplemente una sugerencia pudiendo establecer las nuevas edificaciones fuera de esas zonas? ¿El Museo de BB. AA. dio alguna indicación o aclaración al respecto a los equipos finalistas en la segunda fase?
    Gracias de antemano y saludos.

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    1. Hola Bernardo, muchas gracias por tus comentarios y disculpa que me haya retrasado en responderte, pero entiende que mi participación en el equipo estuvo limitada a las cuestiones patrimoniales arquitectónicas y artísticas. Por eso he tenido que consultar con el equipo de Foraster lo que tú me preguntas.
      Pues se interpretó que las líneas rojas marcadas en el Plan Maestro por IDOM sí eran de obligado cumplimiento, que no se podía salir de esos límites para construir sobre rasante. De ahí que a todos nos causara una gran sorpresa que la propuesta de Foster-Uriarte sí se saliera de ese marco de actuación al ser el único que ubica unos pilares -que sostendrían el cuerpo elevado sobre el edificio actual- fuera del perímetro señalado. ¿Debe entenderse que esto infringe lo exigido por el concurso? Desde luego, es una cuestión que daría pie a un buen debate. Desde nuestro punto de vista, sí incumple la exigencia. Otra cuestión es que, incumpliéndola y todo, el Museo quiere que sea la propuesta que se realice…
      Y no, el Museo no nos dio ninguna indicación de cara a la segunda fase del concurso.

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  3. Siento tener que decirlo, este concurso ha sido tongo; mas claro no puede estar. Ya se sabia perfectamente quien iba a ganar. Si no, a que viene ese jurado sin categoría? Era algo esperado y normalizado. Unicamente me disgusta, que la presidenta de nuestro COAVN, haya participado (o se haya visto obligada a participar) en semejante mascarada.

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